imaginando.
– Llamalo intuicion masculina -ironizo, y mas que ver intuyo que ella sonreia.
– Intuicion, intuicion… -se rio ella-. Esto lo hago por ti, no porque crea que estes en lo cierto.
No era verdad. Despues de hablar con el veinte minutos antes, habia empezado a tener la sensacion de que tal vez su companero no anduviera tan desencaminado. No tenia claro que era lo que le habia hecho cambiar de opinion. Tal vez hubiera sido la conviccion de Hakon: habia vivido lo suficiente como para no despreciar las intuiciones de la gente. Ademas, Lavik habia parecido tan perdido y tan desesperado la ultima vez que lo vio que lo creia capaz de cualquier cosa. No le gustaba que Karen llevara toda la tarde sin coger el telefono. Por supuesto, no tenia por que significar nada, pero no le gustaba.
– Prueba a llamar otra vez -dijo, metiendo otra cinta en el radiocasete, pero Karen seguia sin responder; Hanne miro a Hakon, puso una mano sobre su muslo y lo acaricio levemente-. Calmate, lo mejor es que no este en casa. Ademas… -lanzo un vistazo al reloj que brillaba sobre el salpicadero-, aun no puede haber llegado, incluso en el peor de los casos. Primero tiene que haberse buscado otro coche. Y aunque, contra todo pronostico, hubiera tenido alguno preparado en las inmediaciones de la casa, es imposible que haya salido antes de las sietes pasadas. Es probable que mas tarde. Ahora son las nueve menos veinte. Calmate.
Era mas facil de decir que de hacer. Hakon tiro de la palanca situada a la derecha del asiento y reclino el respaldo.
– Voy a intentarlo -murmuro con desanimo.
Las nueve menos veinte. Tenia hambre. De hecho no habia comido nada en todo el dia. Todo aquel trajin habia acabado con su apetito; ademas, su estomago se habia desacostumbrado a la comida despues de pasar diez dias practicamente de ayuno, aunque, a decir verdad, en aquel momento rugia con exigencia. Puso el intermitente y salio hacia el aparcamiento iluminado. Tenia tiempo de sobra para comer algo. Le faltaba poco mas de tres cuartos de hora para llegar, a lo que habia que anadir otro cuarto de hora para encontrar la cabana en cuestion. Tal vez incluso media hora, pues habian pasado muchos anos desde su fin de semana de estudiantes.
Aparco el coche entre dos Mercedes, pero el vehiculo no parecio dejarse cohibir por la elegante compania. El abogado Jorgen Lavik sonrio un poco, dio unas palmaditas amistosas sobre el maletero del Lada y entro en la cafeteria. Era un edificio extrano, parecia un ovni que se hubiera asentado en el terreno. Pidio un gran plato de sopa de guisantes y se fue con un periodico a una mesa junto a la ventana. Alli se quedo durante un buen rato.
Ya habian pasado Holmestrand y la cinta se habia dado la vuelta. Hakon estaba harto de escuchar
– ?Te importaria dejar el tabaco para luego?
Ella se quedo atonita, pidio mil disculpas y apago el cigarrillo que acaba de encender.
– ?Por que no lo has dicho antes? -dijo con cierto tono de reproche, y arrojo el paquete de tabaco por encima del hombro.
– Este es tu coche -respondio el en voz baja y mirando por la ventana: una fina capa de nieve cubria los grandes campos sobre los que se extendian largas filas de bobinas de paja envueltas en plastico blanco-. Parecen enormes albondigas de pescado -comento, y se mareo aun mas.
– ?El que?
– Las bobinas de plastico. Heno o lo que sea.
– Paja, supongo.
Hakon avisto al menos veinte grandes bobinas a unos cien metros de la carretera por el lado izquierdo, pero el plastico era negro.
– Bolas de regaliz -dijo, y cada vez estaba mas mareado-. Pronto vamos a tener que hacer una parada. Me estoy mareando.
– No nos quedan mas de veinte minutos, ?no podrias esperar?
No parecia molesta, solo impaciente por llegar.
– No, la verdad es que no puedo esperar -respondio el, y se llevo rapidamente la mano a la boca para subrayar la precariedad de su situacion.
Al cabo de tres o cuatro minutos encontraron un sitio adecuado para salir del camino, una parada de autobus justo delante de la salida que llevaba hacia una casita blanca en la que no habia luz. El sitio estaba tan desierto como lo puede estar un lugar en la carretera general que cruza Vestfold. No se veian mas signos de vida que los coches que de vez en cuando pasaban a toda velocidad.
El aire fresco y el frio le sentaron increiblemente bien. Hanne se quedo dentro del coche mientras el daba una vuelta por la carretera aledana. Permanecio durante algunos minutos con la cara hacia el viento. Se sintio mejor y se dio la vuelta para volver.
– El peligro ha pasado -dijo poniendose el cinturon de seguridad.
El coche tosio cuando ella giro la llave. Luego se quedo en silencio. Hanne volvio a girarla una y otra vez. No hubo reaccion. El motor estaba muerto. Los pillo tan desprevenidos que ninguno de los dos dijo anda. Ella volvio a intentarlo. Seguia sin sonar nada.
– Habra entrado agua por la tapa del distribuidor -dijo Hanne con las mandibulas apretadas-. O tal vez sea otra cosa. Puede que el puto coche se haya estropeado.
Hakon seguia sin decir palabra y era lo mejor. Enfurrunada y brusca, Hanne salio del coche y levanto el capo. Poco despues se encontraba de nuevo dentro del coche, con algo en las manos que el asumio que seria la tapa del distribuidor, al menos tenia el aspecto de una pequena tapa. Hanne saco papel de cocina de la guantera y empezo a secar la tapa. Al final inspecciono el interior con mirada critica y salio para volverlo a colocar en su sitio. No tardo mucho.
Pero no sirvio de nada. El coche no queria colaborar. Tras dos nuevos intentos de arrancarlo, aporreo el volante del enfado.
– Tipico. Y justo ahora. Este coche ha ido como un reloj desde que lo compre hace tres anos. Sin problemas. Y ha tenido que fallarme precisamente ahora. ?Sabes algo de motores de coche?
La mirada que le dirigio era bastante critica y el intuyo que conocia la respuesta a la pregunta. Nego despacio con la cabeza.
– No mucho -dijo exagerando. La verdad era que lo unico que sabia de coches era que necesitaban gasolina.
Aun asi salio con ella para echar un vistazo. Podia contribuir con una especie de apoyo moral, tal vez el coche se dejara persuadir si eran dos.
A juzgar por sus maldiciones, Hanne no estaba avanzando mucho en su busqueda de la averia. Hakon fue lo bastante sabio como para saber que debia retirarse. De nuevo sintio que la inquietud de su cuerpo aumentaba. Hacia frio y empezo a pegar saltitos mientras miraba los coches que pasaban. Ni uno de ellos hizo ademan de parar. Seguramente se dirigian a sus casas y no tenian la menor gana de mostrar compasion en un dia tan frio y desagradable de diciembre. Pero los conductores tenian que verlos, una farola solitaria estaba colocada junto al pequeno cobertizo de la parada de autobus. Se hizo el silencio, una pequena pausa en el trafico constante aunque no demasiado abundante. A lo lejos vio los faros de un coche que se acercaba hacia ellos. Daba la impresion de respetar el limite de velocidad de 70 kilometros por hora, a diferencia de todos los demas, y llevaba detras una fila de cuatro coches impacientes y demasiado pegados.
Se pego un verdadero susto. La luz del cobertizo ilumino durante un segundo al conductor del coche que pasaba. Miro con especial atencion porque habia hecho una apuesta consigo mismo: Laque conducia tan despacio tenia que ser una mujer. No lo era. Era Peter Strup.
Pasaron unos segundos antes de que las consecuencias de lo que habia visto alcanzaran la zona correcta de su cerebro. Pero fue solo un momento. Se sobrepuso del