fue.

– … pero se cuida de ella… -cantaba la nina-, ?pronto podran todos celebrar de nuevo la Navidad!

– ?Estas bien? ?Te encuentras bien?

Cada vez mas personas vestidas de fiesta salian del Continental. Todas hablaban al mismo tiempo. Todos sabian que habia sucedido algo, pero solo unos pocos entendian que. Algunos hablaban de un accidente, otros de que alguien habia intentado secuestrar a la pequena Kristiane, la hijita especial de la hermana de la novia.

– ?Carino! -lloraba la madre-. ?No debes hacer esas cosas!

– La senora estaba muerta -dijo Kristiane-. Tengo frio.

– ?Por supuesto que tienes frio!

Inger Johanne comenzo a caminar hacia el hotel con pasos cortos y vacilantes para evitar caerse. En el umbral estaba la novia. La parte superior del vestido sin tirantes estaba cubierta de lentejuelas brillantes. La seda gruesa le caia en pliegues pesados sobre las caderas estrechas hasta los pies, donde un par de zapatos cubiertos de perlas mostraban todavia una blancura igualmente brillante. La duena de la noche estaba tan bella como debia, perfectamente maquillada y con el peinado tan perfecto como al principio de la cena, hacia va varias horas. La piel bronceada de los hombros descubiertos podria haber indicado que habia realizado el viaje de bodas de antemano. Ni siquiera parecia que tuviese frio.

– ?Como estas? -sonrio acariciando la mejilla de su sobrina mientras su hermana pasaba por su lado.

– Tia -sonrio Kristiane-. ?Tia novia! ?Que guapa estas!

– Es mas de lo que se puede decir de tu madre -murmuro ella.

Solo Kristiane la escucho. Inger Johanne ni siquiera miro a su hermana. Siguio adelante trastabillando hacia el calor. Queria subir a su habitacion y meterse bajo la colcha con su hija. Quiza tomaria un bano, un bano caliente. Su hija estaba fria como el hielo y tenia que calentarse tan pronto como fuese posible. Tropezaba y tenia problemas para respirar. Pese a que Kristiane, que pronto cumpliria catorce anos, pesaba apenas mas que una nina de diez, su madre estaba a punto de desfallecer por el esfuerzo de llevarla en brazos. Ademas, la falda de su traje regional colgaba tan torcida que la pisaba a cada paso. Su cabello, que antes llevaba recogido en el rodete de una trenza, se habia soltado. El tocado era una sugerencia de Yngvar, y horas antes de la boda ella se esforzo para darle ese gusto. A los pocos minutos de empezar la fiesta se sentia como Brunilda en una representacion de la epoca de entreguerras.

Un hombre voluminoso bajo corriendo desde el segundo piso.

– ?Que ha sucedido? ?Que…? ?Esta bien? ?Estas bien?

Yngvar Stubo trato de contener a su esposa. Ella lo aparto apretando los dientes:

– Una idea estupida. Estamos a diez minutos en taxi de casa. ?Diez minutos!

– ?Que es lo estupido? ?Que vamos a…? Dejame que la coja, Inger Johanne. Tu vestido esta roto, y seria…

– ?No es un vestido! ?Es un traje regional! ?Se llama falda! ?Y fue idea tuya! ?Este espantoso peinado y este hotel, y el que Kristiane viniese! ?Podia haber muerto!

El llanto la domino y aflojo con desgana el abrazo que la unia a la nina. Yngvar la tomo con cuidado y juntos ascendieron las escaleras. Ninguno de ellos dijo nada. Kristiane seguia cantando, con voz aguda y clara:

– ?Hei sann, hopp san, fa-lle-ra-lle-ra, Nochebuena y todos van a disfrutar!

– Duerme, Inger Johanne. El doctor dijo que esta bien. No hay razon para ir a casa ahora. Son las… -miro el oscurecido aparato de television, que todavia daba la bienvenida a los senores Yngvar Stubo- las tres y cuarto. Pronto seran las tres y media de la manana, Inger Johanne.

– Quiero ir a casa.

– Pero…

– No debimos aceptar nunca este arreglo. Kristiane es demasiado pequena.

– Pronto cumplira catorce anos -dijo Yngvar, que se froto la cara con las manos-. Que una nina de catorce anos participe en la boda de su tia no puede considerarse una irresponsabilidad. De hecho fue muy generoso que tu hermana corriese con el gasto de una suite y una ninera para nosotros.

– ?Una broma de ninera! -Gruno la frase soltando una fina nube de saliva.

– Albertine se durmio -dijo Yngvar con abandono-. Se recosto en el sofa una vez que Kristiane se habia acostado. ?Que otra cosa podia hacer? Para eso estaba aqui. Kristiane conoce bien a Albertine. No podiamos esperar que hiciese otra cosa que lo que se le pidio. Se retiro de la mesa con Kristiane despues del postre y vino a la habitacion. Lo que paso fue un accidente. Solo un accidente, tienes que aceptarlo.

– ?Accidente? ?Es un accidente que una criatura como… Kristiane logre atravesar una puerta de hotel cerrada sin que nadie se percate? ?Que la ninera, a quien por otro lado Kristiane no conoce aun mas que como para llamarla «senora», durmiese tan profundamente que la nina creyo que estaba muerta? ?Que la nina haya empezado a ir de aqui para alla en un edificio lleno de gente? ?De gente borracha! Y que luego salga confundida, a la calle y en medio de la noche, sin ropas, sin zapatos y sin…

Se llevo las manos a la cara y sollozo con fuerza. Yngvar dejo la silla y se sento pesadamente a su lado, al borde de la cama.

– ?No podriamos, simplemente, acostarnos? -pregunto en voz baja-. Manana lo veremos todo con mas claridad. Al fin y al cabo todo ha salido bien. Alegremonos por eso. Vamos a dormir.

Ella no contesto. La espalda encorvada temblaba con cada aspiracion.

– Mama.

Se seco la cara rapidamente y se volvio hacia su hija con una sonrisa amplia.

– ?Dime, mi vida?

– A veces soy totalmente invisible.

Se podian escuchar las risas que procedian de la entrada. Alguien grito: «?Salud!», y una voz masculina pregunto donde se encontraba la maquina de hacer hielo.

Inger Johanne se recosto con cuidado en la cama. Acaricio despacio el cabello rubio y fino de la nina y acerco su boca al oido de su hija.

– No para mi, Kristiane. Nunca eres invisible para mi.

– Si, si -dijo Kristiane, y rio brevemente-. Tambien para ti. Soy la nina invisible.

Y antes de que su madre pudiese protestar, en el momento en que las campanas del Ayuntamiento anunciaban que otra media hora de ese vigesimo dia de diciembre habia pasado, Kristiane se durmio profundamente.

Una habitacion con vistas

En cuanto el campanario del Ayuntamiento anuncio que eran las tres y media, decidio que ya era suficiente.

Estaba de pie frente a la ventana y observaba el paisaje.

Que no era gran cosa.

Diez horas antes, la nieve caia espesa sobre Oslo, y limpiaba la ciudad y la volvia luminosa. Se habia sumido en el trabajo con tanta intensidad en el silencio vacio de la oficina que no reparo en el cambio de tiempo. Debajo de el, la ciudad yacia oscura y sin contornos. Aunque no llovia, el aire estaba tan humedo que los vidrios de las ventanas goteaban. Apenas podia adivinarse la fortaleza de Akershus, como una sombra vaga al otro lado de la bahia. Las grises y perezosas olas de espuma eran todo lo que indicaba que la superficie negra entre el muelle del ayuntamiento y Hurumlandet era de hecho el fiordo y el mar.

Pero las luces eran bellas; a traves de las ventanas humedas, las lamparas de la calle y las farolas parecian pequenas estrellas brillantes.

Todo estaba preparado sobre el escritorio.

Los regalos de Navidad.

Un crucero por el Caribe para su hermano, su hermana y sus familias. Ciertamente en uno de los buques de la empresa, pero, de todos modos, era generoso.

Una joya para su madre, que esa Nochebuena andaria por los sesenta y nueve y nunca se cansaba de los diamantes.

Un helicoptero a control remoto y una nueva tabla de esquiar para su hijo.

Nada para Rolf, tal como acordaban siempre e invariablemente lamentaban.

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