– Hed -dijo Annika-. Mira si tienes a alguien llamado Hed en Dalagatan 64.
La telefonista tecleo.
– Si, una Barbro Hed. ?Puede ser esa?
– Si -asintio Annika.
Marco el numero sin pensarlo. A la cuarta senal respondio un hombre.
– ?Es la casa de Josefin? -pregunto Annika.
– ?Quien es? -replico el hombre.
– Me llamo Annika Bengtzon y llamo del…
– ?Joder tia, estas en todas partes! -exclamo el hombre, y ahora Annika reconocio la voz.
– ?Q! -exclamo-. ?Que haces ahi?
– ?Tu que crees? ?Como cono conseguiste este numero? ?No lo tenemos ni nosotros!
– Fue dificilisimo -dijo Annika-. Llame a informacion. ?Que habeis conseguido?
El hombre suspiro cansado.
– Ahora no tengo tiempo -respondio y colgo.
Annika sonrio. Por lo menos el numero era correcto. Y ademas podia anadir en su articulo que la policia habia registrado el apartamento de Josefin por la noche.
– Ahora tengo que saber que has hecho -dijo Jansson y se sento sobre su mesa.
– Esto es lo que tengo -contesto y lo esbozo rapidamente en un papel.
Jansson asintio satisfecho y regreso a su sitio en dos zancadas.
Luego redacto el articulo sobre Josefin, la ambiciosa hija de un pastor que deseaba ser periodista. Tambien escribio otro articulo sobre su muerte, sus ojos y su grito, la mano mordisqueada, el dolor de sus amigas. No menciono lo de los pechos de silicona. Escribio sobre la investigacion policial, la ropa desaparecida, sus ultimas horas, el hombre desgarrado que notifico el hecho, el miedo de Daniella Hermansson y la solicitud del portavoz de la policia: «Tenemos que detener a este loco».
– Esto es buenisimo -senalo Jansson-. Tiene estilo, entreverado con datos, preciso. ?Joder, que competente eres!
Annika se vio obligada a marcharse de ahi rapidamente. No era buena aceptando criticas, pero le resultaba aun mas dificil oir halagos. Valoraba la magia, el baile de las letras, eso que hacia que el texto fluyera. Si se lo creyera demasiado, quiza las burbujas de su ilusion estallarian.
– Ven, vamos a beber una taza de chocolate con leche antes de que te vayas a casa -le dijo Berit.
El ministro paso Bergnasbron. Se cruzo a mitad de camino con el coche de unos roqueros que tenian la capota plegada, eran unos cuantos borrachines de cierta edad que se sujetaban de las puertas para no caerse. Por lo demas no habia ni un alma.
Respiro al girar hacia las callejuelas, detras del bunker de metal verde de la Seguridad Social. El ruido y el zumbido le habian acompanado mas de novecientos kilometros. Ahora ya casi habia llegado.
Permanecio sentado un momento y disfruto del silencio despues de aparcar junto a las oficinas de una compania de coches de alquiler. Un ligero pitido persistia en su oido izquierdo. Estaba tan cansado que hubiera podido vomitar. Sin embargo, no tenia eleccion. Decidido, se bajo del coche con las piernas anquilosadas. Miro rapidamente a su alrededor, y a continuacion orino detras del coche.
Las maletas pesaban mas de lo que habia imaginado. No voy a poder, penso. Se encamino hacia Storgatan, paso el Rattscentrum y entro en el viejo barrio de Ostermalm. Su propia casa brillaba tras los abedules, sus cristales de artesania relucian. Las bicicletas de los ninos estaban tiradas junto a la valla. La ventana del dormitorio estaba entornada, sonrio cuando vio que las cortinas se agitaban al viento.
– ?Christer…?
Al entrar silenciosamente en el dormitorio, su esposa le miro sonolienta. Se apresuro hasta llegar a la cama y se sento junto a ella, le acaricio el cabello y la beso en la boca.
– Duerme un poco mas, carino -susurro el.
– ?Que hora es?
– Las cuatro y cuarto.
– ?Que tal la carretera?
– Bien, muy bien. Ahora duermete.
– ?Que tal el viaje?
El dudo.
– He traido un poco de conac de Azerbaiyan -dijo el-. No lo hemos probado antes, ?verdad?
Ella no respondio, sino que lo atrajo hacia si y le abrio la bragueta.
El sol se habia levantado, colgaba como una naranja madura justo por encima del horizonte y le alumbraba directamente el rostro. Y ya calentaba, eran las cuatro y media de la manana. Annika estaba mareada de cansancio. Gjorwellsgatan aparecia completamente vacia, mientras ella seguia la linea del medio de la calzada en direccion a la parada del autobus. Alli se dejo caer sobre el banco, con las piernas completamente cansadas.
Habia visto el borrador de la primera edicion en el ordenador de Jansson antes de marcharse. Lo dominaba una fotografia de Josefin con gorra de bachiller y el titular decia: «Violada en el cementerio». Habia escrito los titulares junto a Jansson. Sus articulos estaban en las paginas seis, siete, ocho, nueve y doce. Esta noche habia escrito mas columnas que durante las siete primeras semanas en el periodico.
Esto va bien, penso. Puedo hacerlo. Ha funcionado.
Apoyo la cabeza contra el metacrilato de la parada del autobus y cerro los ojos, respiro hondo y se concentro en el zumbido del trafico. No era muy fuerte y llegaba desde lejos. Estuvo a punto de dormirse, pero el trinar agitado de un pajaro dentro del recinto de la embajada la desperto.
Despues de un buen rato se dio cuenta de que no sabia cuando vendria el autobus. Se levanto y busco el tablon de horarios de la parada. El primer 56, esta manana de domingo, llegaria a las 7.13, dentro de dos horas y media. Suspiro sonoramente. Solo podia hacer una cosa, caminar.
Despues de unos minutos consiguio mantener un ritmo. Se sentia bien. Las piernas se movian solas y hacian que el aire circulara a su alrededor. Siguio por la prolongacion de Vasterbron hacia Fridhemsplan. Al llegar a Drottningholmsvagen el verdor se multiplico. Kronobergsparken quedaba a contraluz, oscuro. Sabia que tenia que llegar hasta alli.
Habian levantado el acordonamiento. Solo la verja mantenia la cinta de plastico. Se acerco a la puerta de hierro, dejo que los dedos resbalaran por el arco metalico del candado. El sol habia alcanzado la copa de los tilos y hacia que las hojas llamearan.
Ella estuvo aqui mas o menos a la misma hora, penso Annika. Vio al mismo sol hacer parecidos dibujos con las hojas. Todo es tan efimero. Puede acabar tan rapidamente…
Annika bordeo el cementerio y subio por el lado este, dejo que su mano discurriera a lo largo de los aros y arcos de la verja. Reconocio de nuevo la imagen de los arbustos y las lapidas caidas, por lo demas no habia nada que delatara que aquel habia sido el lecho mortuorio de Josefin.
Sujeto la verja con las dos manos y miro fijamente el verdor. Se dejo caer lentamente al suelo. Sus piernas se doblaron y se sento cuidadosamente sobre la hierba. Sin percatarse aparecieron unas lagrimas. Le resbalaban silenciosas por las mejillas y goteaban sobre su falda arrugada. Apoyo la frente contra los barrotes, lloro lenta y quedamente.
– ?Donde la conociste?
Annika se levanto de golpe. Agito las manos, se resbalo y cayo sobre la hierba. Se dio un golpe en la rabadilla.
– Lo siento, no queria asustarte.
La joven que le hablaba tenia el rostro enrojecido y moqueaba de tanto llorar. Tenia un ligero pero claro acento. Annika la miro de hito en hito.
– Yo… Yo no la conocia. Pero la vi mientras yacia ahi. Muerta.
– ?Donde? -pregunto la muchacha y dio un paso.
Annika senalo. La mujer fue hacia alli y miro en silencio el lugar durante algunos minutos. Despues se sento en la hierba junto a Annika, le dio la espalda al cementerio y se apoyo en la verja.
– Yo tambien la vi -dijo ella y manoseo el dobladillo de su blusa.