tos no era normal, sino que estaba relacionado con el contenido de la redoma que el rey habia apurado. En vez de regalarle vida eterna, como seguramente esperaba Ptolomeo, el suero parecia acelerar su fallecimiento.

Ptolomeo se retorcia de dolor.

La tos se transformo en estertores y el rey empezo a sangrar por la comisura de los labios y por la nariz. Braceo salvajemente, intentando levantarse de la cama, de modo que los cortesanos se vieron obligados a acercarsele para impedirselo.

– Arsinoe -dijo en plena asfixia y con mirada febril-. Arsinoe, ?que has hecho…?

Se derrumbo sobre las sabanas, que se tineron de sangre, y, lanzando un ultimo grito ronco, el soberano del reino ptolemaico encontro un final atroz delante de sus subordinados y criados.

Asi, las acciones de Arsinoe, que habia envenenado la Corte de Alejandria durante mucho tiempo con sus mentiras y sus intrigas, reclamaban una ultima victima anos despues de su muerte. Y un sabio judio llamado Josefo obedecio las ultimas ordenes de su soberano y escribio todo lo que habia acontecido aquel dia a fin de que se transmitiera a la posteridad.

Libro Primero Yorkshire / Londres

Capitulo 1

Un lugar desconocido, septiembre de 1884

Una habitacion apartada del mundo, que no tenia ventanas ni una puerta normal, de modo que nada de lo que se hablaba entre aquellas cuatro paredes salia al exterior.

Las dos personas que estaban sentadas de frente en el centro de la sala eran conscientes de lo controvertido del momento. Cuanto mas tiempo pasaba, cuantas mas cosas se desvelaban del secreto que guardaban, mas importante era conservar el control. Sin embargo, con el transcurso de los anos, ese control se les estaba escapando de las manos.

– Cuesta creerlo -dijo una de las personas mirando una fotografia que habia sobre la mesa y que mostraba a una mujer joven de melena negra que, en contra de la moda, la llevaba suelta y con la raya en el medio.

– ?A que se refiere?

– No puedo creer que esa mujer insignificante haya eliminado a dos de nuestros agentes.

– Es posible que le cueste imaginarlo, pero ha sido exactamente asi. Y deberia tenerlo presente en toda accion que emprenda.

– ?Que?

– Que lo que usted cree ver en esa fotografia solo es una parte de la verdad. Y que esa mujer tuvo al mejor maestro que se pueda imaginar.

– ?Gardiner Kincaid? -La otra persona pronuncio el nombre con desprecio-. Traiciono a nuestra organizacion.

– Aun asi, era un investigador brillante, sin cuya intervencion no habriamos logrado tanto en tan poco tiempo. Y le ha ensenado muchas cosas a su heredera…

– Y que mas da… Siempre hay medios y maneras. Existen armas contra las cuales Sarah Kincaid tambien esta indefensa.

– ?Debo inferir de sus palabras que ya esta siguiendo un plan concreto?

– En efecto. Le aseguro que no fracasare como han hecho mis dos predecesores. Muy pronto Sarah Kincaid hara todo lo que le exijamos… y mucho mas. Y lo mejor de todo es que lo hara por su propia voluntad, igual que el viejo Gardiner. Cuando se dio cuenta de quien eran las ordenes que recibia, ya era demasiado tarde… A Sarah le ocurrira lo mismo.

– ?Seguro? ?Como piensa conseguirlo?

– Dejelo de mi cuenta. Lo unico que necesito es carta blanca. Quiero libertad para elegir los medios y las ocasiones.

– Respetaremos su deseo, pero vaya con cuidado. Despues de todo lo que ha sucedido, tenemos motivos para suponer que hay traidores en nuestras filas. No todos nuestros vasallos sirven con la misma buena voluntad…

– No se preocupe, ya he considerado esa posibilidad.

– ?Me permite una pregunta?

– Naturalmente.

– ?Por que cree que conseguira lo que no ha conseguido ninguno de sus predecesores?

– Muy sencillo -replico la otra persona, y una sonrisa taimada se perfilo en sus labios palidos-, porque mis predecesores carecian de una ventaja decisiva: yo soy mujer y, por lo tanto, se exactamente como siente y como piensa Sarah Kincaid, y tambien como actua. Ya vera usted, monsieur, que ha hecho bien abriendome las puertas a su ilustre circulo.

Kincaid Manor, Yorkshire, 16 de septiembre de 1884

– Sarah…

– ?Si, padre?

– Estoy convencido… No es casual que aqui… Era tu destino, igual que el mio… Continua mi mision…, busca… la verdad…

– Lo hare -promete ella, lo cual parece proporcionarle una sensacion de profundo alivio al moribundo. Su semblante desfigurado por el dolor se relaja mientras coge aire para pronunciar sus ultimas palabras en este mundo.

– Una cosa mas, Sarah…

– ?Que, padre?

– Tienes que… perdonarme…

– Ya te he perdonado.

– No hablo de eso. -Menea la cabeza, y le sale sangre por la boca-. No sabes… toda la verdad…

– ?La verdad? ?Sobre que?

– Sobre lo… ocurrido… Tu no eres…

Sus palabras se interrumpen repentinamente.

Los ojos vidriosos se le dilatan, abre la boca para proferir un grito sordo y se incorpora ligeramente, pero vuelve a desplomarse y se queda tendido, inmovil.

– ?Padre?

No obtiene respuesta.

Todo lo que la envuelve parece disiparse. La luz tremula de las antorchas que iluminaba la galeria se apaga y cede paso a una negrura alquitranada. Una oscuridad tan absoluta que ninguna mirada puede atravesarla la rodea y, de repente, ya no tiene la sensacion de ser una mujer adulta, sino una nina indefensa.

El temor se anade a su pena. Frio y cortante, penetra en sus entranas

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