– ?Hay alguien mas alli?

– Con nosotros, no. -El hombre senalo-. Pero hay gente algo mas adelante, rio abajo.

– ?Dos personas?

El hombre hizo un gesto dubitativo:

– Eso creo. Pero no lo puedo jurar.

Kincaid los dejo mientras ellos lo seguian con la mirada y los olvido al instante. Casi se salto la senal y la estrecha abertura en la espesura de la orilla. «Lower Falls. Solo salida». Haciendo caso omiso de la advertencia del cartel, se introdujo por el camino.

Resbalando por la arena y los guijarros sueltos, bajo a una velocidad suicida. Con una lluvia de grava y aferrandose a una zarza, salio de la espesura y llego a la superficie plana de la orilla.

A diez metros de el, Hannah Alcock se estaba asomando al borde del rio. Detras, Eddie Lyle se agachaba, y Kincaid capto el brillo de una piedra en su mano.

Kincaid grito, nunca supo muy bien que. Su memoria lo conservo como un alarido continuo sin la banda sonora de la escena a camara lenta que tenia lugar ante sus ojos.

Hannah se incorporo y se volvio, sonriendo al reconocerlo. Lyle se quedo inmovil. Pero un instante despues aferro el cuello de Hannah con el brazo e introdujo la otra mano en el bolsillo del abrigo. Kincaid vio un destello. Lyle volvio a sacar la mano y la levanto sobre la sien de Hannah.

Una pistola. Aquel bastardo tenia una pistola. El breve forcejeo de Hannah ceso cuando noto sobre la cabeza la fria boca del arma.

Kincaid levanto las manos y avanzo unos pasos, con cautela.

– No se acerque mas. -chillo Lyle. Aferro el cuello de Hannah con mas fuerza y Kincaid vio los ojos de ella en blanco.

– ?Me oye, Eddie? -Kincaid no grito, por miedo de agravar la situacion todavia mas-. Escucheme, Eddie, no tiene sentido. Sueltela.

– ?No tiene sentido? -Lyle se echo a reir-. ?Que me va a impedir que mate a los dos, y no a uno? -Sus maneras nerviosas habian dado paso a una excitacion febril. Estaba disfrutando, penso Kincaid. Los asesinatos de Sebastian y Penny podian haber sido una necesidad, pero a Lyle le habia gustado matar. Al constatarlo, Kincaid se quedo helado.

Hannah debio emitir algun sonido, porque Lyle le echo la cabeza todavia mas para atras.

– Hare lo que me de la gana, comisario.

Sus palabras eran desdenosas.

– Matarnos no le evitara nada, Eddie. Dejara rastro. El laboratorio encontro huellas en el panuelo que escondio con la sangre de Penny.

Un instante de duda ensombrecio el rostro de Lyle. Kincaid aprovecho la ventaja.

– Seguramente lleva mucho tiempo planeandolo, Eddie. Su madre y usted eran los unicos parientes de Miles Sterrett. Que oportuna su madre al morir justo cuando usted entro en el piso de Hannah. Estaba reduciendo el terreno, ?no, Eddie?

– ?Trucos de poli, Kincaid? ?Va a entretenerme charlando hasta que lleguen los refuerzos? ?Creia que me iba a quedar embobado? -Bajo el tono ligero y casi guason de Lyle, Kincaid percibio la hostilidad que le daba alas-. Se le olvidan los halagos, comisario.

Kincaid trago saliva para segregar y humedecerse la boca seca.

– A eso iba.

Los refuerzos eran lo ultimo que queria que tuviera Eddie Lyle en mente; preferia que pensara que queria ganar tiempo hablando. Pero ?donde diablos estaba Gemma?

Y, ?que argumento podia aducir para disuadir a ese hombre que no tenia ya nada que perder? Lyle no iba a ver nunca el dinero de Miles Sterrett, y lo condenarian a cadena perpetua tanto si los mataba como si no.

– Satisfaga mi curiosidad, Eddie. Se que Penny debio verle la noche en que mato a Sebastian. ?Quedaron para verse en la cancha de tenis? -Por el tono de Kincaid parecia como si estuvieran charlando delante de unas cervezas. Sopeso la posibilidad de llegar hasta Lyle antes de que disparara, pero decidio que era fisicamente imposible. Debia confiar en su labia.

– Una sugerencia mia. -Volvio a sonreir-. Era un lugar como otro cualquiera.

– ?Y Sebastian? ?Que fue lo que averiguo?

– Ese maldito fisgon. -Lyle parecio malhumorado-. Me vio salir de su cuarto-. Apreto mas el cuello de Hannah, para que no hubiera duda de a quien se referia-. Habia estado… comprobando unas cosas. No podia permitirme que se encontrara ninguna relacion luego, ?verdad?

– No, no, claro que no -respondio Kincaid como si fuera la pregunta mas razonable del mundo. Le parecio oir un ruido emboscado en el camino y se apresuro a hablar para que Lyle no lo oyera tambien.

– Oiga, Eddie…

– Me estoy cansando, comisario. Camine hasta alli.

Lyle indico con la cabeza la orilla del rio. El sol se reflejo por un momento en los cristales de sus gafas iluminando unos ojos redondos, brillantes y metalicos.

Kincaid oyo un deslizamiento a sus espaldas, luego un ruido sordo. Se oyo la voz de Patrick, con una nota de panico.

– Han… -pero se interrumpio, amordazado, sin duda, por la mano de Gemma. Kincaid oyo claramente sus fuertes respiraciones por encima del murmullo del rio y de los latidos de su corazon.

Lyle se volvio bruscamente hacia ellos y Kincaid advirtio la tension en todo su cuerpo. Aferro a Hannah con mas fuerza.

– Retrocedan. Todos.

– Rindase, Eddie. Esta llegando mas policia. No ponga las cosas mas dificiles.

– ?Mas dificiles? -La risa de Lyle era histerica-. ?Por que no puedo tener la satisfaccion de llevarlos conmigo, sobre todo a ella? -Puso la pistola contra la sien de Hannah-. Me dan asco.

– ?Y su esposa? -solto Kincaid a la desesperada-. Y su hija… ?como lo va a pasar cuando salga la noticia en todos los periodicos? Van a hacer su agosto con usted, Eddie, creame. Y a Chloe le va a pesar toda la vida.

Por primera vez, Lyle parecio flaquear, girando la cabeza a ciegas. De repente, Hannah le dio un pisoton.

Kincaid se lanzo hacia ellos. La luz del sol parecio fundirse a su alrededor hasta dejarlo inmovil, impotente.

De un golpe que le torcio las gafas de montura dorada, Eddie Lyle se llevo la pistola a la sien y disparo.

20

Los paraguas, grises y negros, brillaban como el dorso mojado de una ballena. La iglesia de Thirsk aparecia escorada como un barco a medio hundir, y caia una fina lluvia que se calaba hasta los huesos; apropiada, penso Kincaid, para la ocasion.

La ceremonia por el fallecimiento de Sebastian Wade habia sido breve, pues el vicario se vio obligado a limitar sus observaciones personales a la etapa escolar de Sebastian. La asistencia habia sido tan escasa como el elogio del vicario: la madre de Sebastian, acompanada por dos mujeres que le presentaron a Kincaid como unas primas, un surtido de caras que podian ser amigos de la escuela, y el pequeno grupo de Followdale House. El intenso y malicioso interes por los asuntos personales de los demas no le habia granjeado a Sebastian muchos amigos.

Cassie, de nuevo hosca, se nego a asistir.

– Siento que haya muerto -le habia replicado a Kincaid-, pero yo lo despreciaba, y no sere tan hipocrita como para fingir que no era asi.

Caso cerrado. Kincaid penso que su sinceridad era de admirar, pero no asi su falta de compasion.

Emma fue sola y se marcho en cuanto el servicio termino. Sus despedidas en el vestibulo de la iglesia fueron mas bruscas de lo normal, como si aquel avance del entierro de Penny hubiera llevado su capacidad de aguante al limite.

Kincaid retuvo su ancha mano entre las suyas.

Вы читаете Vacaciones tragicas
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату