– No, creo que es mejor que se encargue usted. -Hizo un gesto indicando a Margaret, que seguia sin reaccionar-. Yo tengo que ocuparme de otras cosas. -Se acerco a ella y le toco el hombro-. Te acompano a casa, carino. Tengo el coche aqui fuera.

Margaret la siguio sin protestar, recogiendo la bolsa de la compra que Felicity le pasaba y estrechandola contra el pecho. En la puerta, se volvio a Kincaid.

– No tenia que estar sola -susurro, y sus palabras casi parecieron una acusacion, como si el tambien fuera en parte responsable.

La puerta se cerro tras ellas. Kincaid se quedo quieto, en el piso en silencio, recordando de pronto que casi llevaba cuarenta y ocho horas sin dormir. Un lamento agudo rompio el silencio y giro sobre sus talones, con un vuelco en el corazon.

El gato, por supuesto. Lo habia olvidado completamente. Cayo sobre las rodillas junto a la cama y se asomo debajo. Unos ojos verdes y brillantes lo miraban.

– Ven, gatito, gatito -lo llamo, lisonjero. El gato parpadeo, y a Kincaid le parecio ver un movimiento que bien pudo ser de la cola-. Ven, gatito, gatito.

Ni caso. Se sintio idiota. Se levanto y se puso a hurgar por la cocina hasta que encontro una lata de comida de gato y un abrelatas. Echo aquella comida asquerosa en un cuenco y lo dejo en el suelo.

– Bueno, gato, ya cambiaras de idea. Yo me voy a casa.

El agotamiento volvia a caer sobre el, pero aun tenia que hacer varias cosas. Miro en la nevera y encontro dos viales de morfina casi llenos. Luego saco la basura de debajo del fregadero y rebusco. No habia ninguno vacio.

Encontro enseguida la agenda de direcciones de Jasmine, en un compartimento del secreter. Su hermano aparecia con un numero de telefono y una direccion de Surrey. Se metio el libro en el bolsillo y puso una mano en el picaporte de la puerta, pero una idea le hizo parar en seco.

Jasmine era una persona muy metodica. Cuando la visitaba, siempre oia que pasaba el pestillo y la cadena al cerrar. ?Se habria echado a morir tranquilamente sin asegurar la puerta? ?En consideracion hacia los que llegaran al dia siguiente? Sacudio la cabeza: el acceso era facil por la puerta del jardin y, sin embargo, si hubiera muerto de modo natural mientras dormia, habria cerrado como siempre por la noche.

La duda le irrito, salio al descansillo y cerro la puerta mas bruscamente de lo que debia. Entonces fue cuando se dio cuenta de que se habia olvidado de buscar una llave.

3

El sol del mediodia entraba por las ventanas sin cortinas de la parte sur del piso de Kincaid, creando un efecto invernadero sofocante. Abrio la ventana y la puerta del balcon, se quito la chaqueta y la coloco al fondo del armario de la entrada. Empezo a sudar por las axilas y por encima del labio, y el auricular del telefono le resbalaba entre los dedos mientras marcaba el numero del despacho del juez de instruccion.

Kincaid se identifico y explico la situacion. Si, habian mandado el cuerpo al hospital porque no habia medicos de guardia para extender un certificado de defuncion. No, entonces no habia puesto en cuestion la causa de la muerte, pero luego se habia enterado de algo que la hacia sospechosa. ?Pediria el juez de instruccion una autopsia al histopatologo? Si, suponia que era un requisito oficial. ?Le informarian de los resultados lo antes posible?

Dio las gracias y colgo, satisfecho por, al menos, haber empezado los tramites. El papeleo podia esperar hasta el dia siguiente. Se quedo mirando irresoluto a su alrededor, con miedo a llamar al hermano de Jasmine.

Los platos sucios de hacia dias se acumulaban en el fregadero, tazas con posos pegajosos cogian polvo en la mesa de la cocina, y libros y ropa atestaban los muebles. Kincaid suspiro y se hundio en la silla, frotandose la cara, como ausente. Notaba incluso la piel pegajosa y floja por el agotamiento. Al reclinarse en el respaldo y cerrar los ojos sintio un bulto duro contra el omoplato: su chaqueta, con la agenda de direcciones de Jasmine en el bolsillo del pecho. Saco el fino cuaderno y se puso a estudiarlo. Era muy propio de Jasmine, penso, piel verde esmeralda estampada con dragoncitos dorados, elegante y un poco exotica. Cruzo por su mente que tenia que preguntarle donde la habia encontrado, pero sacudio la cabeza. Sin embargo, debia asumirlo.

Hojeo las paginas de borde dorado, que fluyeron como alas de mariposa, y entrevio la letra minuscula de puno de Jasmine. Los nombres saltaron hacia el: Margaret Bellamy, con una direccion en Kilburn; Felicity Howarth, Highgate. A Theo lo encontro en la T, solo el nombre de pila y la direccion.

Volvio a marcar los numeros, esta vez mas despacio. El telefono daba una senal distante, y casi habia renunciado cuando una voz de hombre contesto:

– Bagatelas.

– ?Como dice? -dijo Kincaid, sobresaltado.

– Bagatelas, ?digame? -Esta vez la voz sono un poco molesta.

– ?Senor Dent? -pregunto Kincaid, tomando coraje.

– Si, ?que desea? -La molestia se convirtio en claro fastidio.

– Senor Dent, me llamo Duncan Kincaid. Vivo en el edificio de su hermana, Jasmine. Siento mucho tener que comunicarle que murio anoche. -El silencio sepulcral al otro lado de la linea duro tanto que Kincaid dudo que el hombre siguiera alli-. ?Senor Dent?

– ?Jasmine? ?Esta seguro? -Theo Dent parecia perplejo-, claro que esta seguro -prosiguio con algo mas de fuerza-. Que pregunta tan idiota. Es que… No me esperaba…

– Ya, nadie…

– Lo ha pasado… es decir, ha tenido…

Kincaid respondio con suavidad.

– Parecia muy serena. Senor Dent, deberia usted venir para arreglar las cosas.

– Ah, por supuesto. -Un plan de accion parecio impulsarlo a una eficiencia inconexa-. ?Adonde la han…? ?Donde esta? No puedo salir antes esta tarde. Tengo que cerrar la tienda, y no conduzco. Tengo que coger el tren en…

Kincaid lo interrumpio.

– Si quiere nos podemos ver aqui, en el piso, y entonces le dare los detalles.

No queria explicarle por telefono que tal vez retrasaran el funeral.

Theo solto un audible suspiro de alivio.

– ?En serio? Se lo agradezco mucho. Cogere el tren de las cinco. ?Vive usted encima o debajo? Jasmine nunca me…

– Arriba.

La ignorancia de Theo no le sorprendio, al fin y al cabo el tampoco sabia que Jasmine tuviera un hermano.

Colgaron y Kincaid cerro los ojos por un momento: la peor de sus responsabilidades habia terminado. No habia sido tan terrible como creyera. El hermano de Jasmine parecio mas sorprendido que dolido. Tal vez no se llevaran bien, aunque se daba cuenta de que el silencio de Jasmine sobre un tema no era necesariamente indicativo. Se sentia demasiado confuso para pensar claramente en ello y se dirigio a la cocina. Miro en la nevera: huevos, un tomate arrugado, un trozo de queso sospechoso y varias latas de cerveza. Abrio una cerveza y tomo un sorbo; despues, hizo una mueca y volvio a dejarla.

Llevaba ya la camisa medio desabrochada, de camino al dormitorio, cuando llamaron a la puerta con los nudillos -dos golpecitos secos, perentorios-. Kincaid abrio la puerta y parpadeo. No estaba acostumbrado a ver al comandante Keith si no era con su mono de jardinero, pero ahora estaba muy elegante: traje de tweed con corbata de rigor, zapatos lustrados brillantes como patenas, gorra cuidadosamente doblada en la mano, y la preocupacion que asomaba a su redondo rostro.

– ?Comandante?

– Acabo de hablar con el cartero. Dice que ha visto una ambulancia salir del edificio cuando ha pasado antes y me he preguntado… Nadie ha contestado en el piso de abajo, ahora mismo. ?Esta bien?

?Dios! Kincaid se dejo caer contra el quicio de la puerta. ?Como habia olvidado que el comandante no se habia

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