enterado? Y eran amigos, no solo meros conocidos; sus reconfortantes visitas de tarde, al menos, eran algo que Jasmine si le habia contado. «No estoy muy segura de que se puedan llamar 'charlas'», decia riendo. «Nos quedamos ahi sentados, como dos perros viejos al sol.»

Kincaid se recompuso, consciente de que en su cara tenia impresa la consternacion.

– Pase, comandante, por favor.

Dejo entrar al comandante y le indico una silla con un gesto vago, pero el comandante se volvio y se quedo en pie, frente a el, aguardando. Tenia unos ojos intensos, azul palido, sorprendentes.

– Debio usted decirmelo -dijo, por fin. Kincaid suspiro.

– Esta manana no ha abierto la puerta a su enfermera. He llegado en aquel momento y he forzado la cerradura. La hemos encontrado en la cama, parecia haber muerto en paz mientras dormia.

El comandante asintio y Kincaid no pudo descifrar la expresion que cruzo por su rostro.

– Era una buena chica, a pesar de… -se interrumpio y miro a Kincaid. Su deje escoces se hizo mas pronunciado-. En fin, ahora ya es igual. ?Se encarga usted de todo, pues?

Otra suposicion de intimidad con Jasmine que no creia merecer, penso Kincaid con curiosidad.

– Temporalmente, al menos. Su hermano llega esta tarde.

El comandante se limito a asentir y se volvio hacia la puerta.

– Le dejo que siga.

– Comandante -Kincaid lo detuvo cuando alcanzaba la puerta-, ?Jasmine le habia mencionado alguna vez a su hermano?

El comandante se volvio mientras se ponia la gorra sobre el ralo cabello que le cruzaba el craneo. Pensativo, se toco los pelos grises que tenia sobre, el labio superior, como la paja de un tejado.

– Pues, ahora mismo no se. No hablaba mucho. En una mujer, eso es de admirar.

Se formaron arrugas en torno a sus ojos azules.

Kincaid miro como el comandante bajaba las escaleras; cerro la puerta y se apoyo en ella por dentro. Ni siquiera trabajar toda la noche en un caso justificaba sus piernas pesadas y la cabeza embotada. La conmocion, supuso, el recurso de la mente para mantener a raya el dolor.

Corrio la cadena de la puerta, paso el cerrojo y levanto el auricular al pasar junto al telefono. Entro en el dormitorio mientras se desnudaba. Las moscas, pesadas, entraban y salian por la ventana abierta. Una franja de sol cruzaba la cama en diagonal, tan solida como una piedra. Kincaid cayo en ella y se quedo dormido antes de tocar con la cara las arrugadas sabanas.

***

La temperatura bajo rapidamente en cuanto el sol se puso y Kincaid se desperto al percibir el aire frio en la piel. El pedazo azul que veia por la ventana del sur todavia abierta era ahora carbon apenas tenido de rosa. Rodo panza arriba, miro el reloj, solto un juramento y salto de la cama en direccion a la ducha.

Al cabo de quince minutos se ponia unos tejanos y un jersey, y aun se estaba pasando un peine por el cabello humedo, cuando sono el timbre. Todas sus expectativas en torno a una version masculina de Jasmine Dent se deshicieron en cuanto abrio la puerta.

– ?Senor Kincaid? -La pregunta era vacilante, como si tuviera miedo de un desaire.

Kincaid lo observo, advirtiendo que solo el rostro ovalado y la menuda estructura osea representaban todo el parecido con Jasmine. Theo Dent tenia una capa extra de grasa en todo el cuerpo, un halo de rizos castanos, gafitas redondas estilo John Lennon, y unos ojos mas azules que castanos.

– Senor Dent -Kincaid tendio la mano y Theo le dio un rapido apreton. Tenia la palma humeda y a Kincaid le dio la impresion de que temblaba.

– ?Tiene usted llave de casa de su hermana, senor Dent?

– No, lo siento -dijo Theo sacudiendo la cabeza.

Kincaid reflexiono.

– Pues pase usted mientras busco una cosa.

Dejo a Theo en pie con las manos juntas delante de si, meciendose sobre los talones, en tanto que el revolvia los cajones de su escritorio. Cuando trabajaba en Robos uno de sus empleados le dio un juego de ganzuas que nunca habia podido usar.

Cogio la anilla de delicados alambres y salio al salon. Theo arqueo las cejas inquisitivo por encima de sus gafas.

– Cuando he cerrado antes no se me ha ocurrido buscar una llave -dijo Kincaid por toda explicacion-. Estas deberian funcionar.

– Pero, ?como…?, o sea, ha sido usted quien ha encontrado…

– Si. Esta manana lo he hecho con menos elegancia, todo hay que decirlo. Con un clip.

Si Theo se extrano de que Kincaid tuviera un juego de ganzuas, no pregunto nada.

Bajaron las escaleras y Kincaid abrio la cerradura en un abrir y cerrar de ojos. Al entrar y apartarse, rozo con el brazo a Theo y noto un temblor que lo recorria. Hizo una pausa y toco el hombro de Theo.

– Mire, da igual, aqui no hay nada que ver. No tiene por que entrar si no quiere. Es que pense que querria ver sus papeles.

Theo lo miro, con un sincero parpadeo de sus ojos azules.

– No, tengo que entrar. Debo hacerlo. Perdone que sea tan tonto.

Adelanto a Kincaid y se adentro en el piso de Jasmine. Su impulso lo llevo al centro del salon, donde se detuvo, con los brazos colgando a los lados. Miro los objetos de su hermana, de jade y de cobre, las telas de colores brillantes y la impecable cama de hospital que ocupaba demasiado espacio.

Para consternacion de Kincaid, las lagrimas comenzaron a deslizarse por debajo de las gafas y a correr irrefrenables por el rostro de Theo. En medio de las pertenencias de su hermana, parecia a la vez patetico e incongruente; la chaqueta de tweed sobre la camisa de raya diplomatica y los tirantes rojos era casi como una parodia del modo de vestir ingles. A Kincaid le recordo un osito vestido en un escaparate.

– Por aqui. -Cogio a Theo del brazo, quien se dejo guiar por el salon hasta una silla-. Sientese.

Busco panuelos de papel en la mesilla de noche, y al ver el libro y las gafas de leer de Jasmine tan bien puestos junto a la caja, tuvo una sensacion de vacio el tambien.

– Jasmine tenia whisky en el aparador -dijo, tendiendole los panuelos a Theo-. Le ira a usted bien. Nos iria bien a los dos.

Theo sacudio la cabeza.

– No suelo beber. -Hizo una inspiracion, se quito las gafas y se seco la cara, luego se sono la nariz-. Pero supongo que una copita no me hara dano.

Kincaid sirvio un dedo de whisky en dos copitas y le paso una a Theo.

– Salud.

– Gracias. Tratame de tu, por favor. En estas circunstancias, cualquier otra cosa suena absurda. -Bebieron en silencio durante un rato y Theo recupero un poco el color. Hundio la cara en el panuelo de papel y se sono, luego se saco del bolsillo un panuelo arrugado y se dio unos toquecitos en la punta de la nariz.

– Es que no me lo creia -dijo Theo de pronto, como si continuara una conversacion que Kincaid no habia empezado- hasta que he llegado y he visto el piso vacio y la cama aqui, en el salon. No sabia nada de la cama.

Kincaid fruncio el ceno. Jasmine habia encargado la cama de hospital hacia varios meses.

– ?Cuanto hace que no veias a tu hermana?

Theo tomo otro sorbo de whisky y penso la respuesta.

– Creo que seis meses. Mas o menos. -Observo la mirada de sorpresa de Kincaid-. Pero no te lleves una mala impresion… ?como has dicho que te llamas? No he asimilado nada cuando me has llamado.

– Duncan.

Theo hizo una inclinacion de buho con la cabeza y Kincaid penso que no habia exagerado en su poca tolerancia al alcohol.

– Duncan, no es que no quisiera ver a mi hermana, sino que ella no me queria ver a mi. O mejor dicho -se inclino hacia delante y agito su copa ante Kincaid con enfasis-, no queria que la viera a ella. Cuando supo que estaba enferma no me animo a visitarla. -Theo se apoyo en el respaldo y suspiro-. ?Dios mio! ?Que cabezota era!

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