– Si, al menos eso creo yo.

– Bueno -Gemma se aparto del panorama de mala gana- vamos a echar un vistazo, ?no?

– Luego os invito a Toby y a ti a almorzar al pub, y despues a dar un paseo por el parque, ?vale? -propuso con tono ligero, pero Gemma percibio cierta suplica, y se le ocurrio que su superior, normalmente tan controlado, temia pasar solo aquel dia.

– ?Es un soborno?

El sonrio.

– Si tu quieres.

***

Lo primero que advirtio Gemma en el piso de Jasmine Dent fue el olor, dificil de detectar, dulce y especiado al principio. Arrugo la nariz, tratando de situarlo, luego su rostro se ilumino.

– Es incienso. No lo habia olido desde que iba al colegio.

Kincaid se quedo perplejo.

– ?Que?

– ?No notas el olor?

El olio y nego con la cabeza.

– Estare acostumbrado.

Gemma sofoco una ilogica oleada de celos ante la idea de que hubiera pasado tantas horas en aquel piso con una mujer de la que ella nada sabia. No era asunto suyo lo que hacia o dejaba de hacer.

Miro a su alrededor mientras mantenia un ojo vigilante sobre Toby. La acumulacion de toda una vida, penso, de una mujer a quien le gustaban los objetos, sus colores y texturas y su procedencia mas que su valor material.

En una pared habia grabados y Gemma se acerco para estudiarlos. El del centro era una fotografia color sepia de Eduardo VIII de joven en uniforme de escolta, sonriente y apuesto, mucho antes de sus preocupaciones por su relacion con la senora Simpson y de la abdicacion. ?Un recuerdo de los padres de Jasmine, tal vez? A su lado, un delicado grabado color dorado claro que retrataba a dos principes indios con turbante, montados en elefantes y cargando uno contra el otro, con sus ejercitos formados detras de ellos. El artista no parecia tener conocimientos de perspectiva, y los elefantes parecian flotar en el aire, dando a toda la composicion un aspecto estilizado y caprichoso.

Gemma se dirigio a la ventana del salon y paso los dedos ligeramente por los elefantes tallados en madera que desfilaban por el alfeizar.

– ?Verdad que los elefantes traen suerte? Ven, Toby, mira esto. ?A que son bonitos? -se volvio hacia Kincaid y pregunto-. ?Crees que puede jugar con ellos? Parecen bastante fuertes.

– Por que no.

Se acerco a ella y levanto la ventana de guillotina, se asomaron juntos y miraron hacia abajo, al jardin.

– ?Ohhh!

Gemma solto la exclamacion cuando vio el cuadrado de hierba verde esmeralda, suave como un campo de golf, bordeado por filas de tulipanes de colores, coronados por forsitias y por los brotes de los ciruelos.

– ?Que bonito! -Penso en su parterre reseco, casi siempre mas barro que hierba, y miro a Toby, ocupado en alinear los elefantes trompa con cola-. ?No podria…?

– Mejor que no -Kincaid sacudio la cabeza-. Si acaso, cuando podamos bajar con el. Si pisa los tulipanes, el comandante se lo come. -Hizo una mueca y revolvio el cabello claro de Toby-. ?Crees que deberiamos dividirnos…?

Entonces oyeron el maullido, apenas audible incluso en el silencio del piso. Se volvieron y vieron salir al gato negro de debajo de la cama de Jasmine y encogerse, dispuesto a retirarse.

– ?Un gato! No me habias dicho que tuviera un gato.

– Siempre se me olvida -dijo Kincaid, un poco avergonzado.

Gemma se arrodillo y lo llamo. Tras vacilar unos instantes, el gato dio unos pasos hacia ella y Gemma lo atrajo hacia si, cogiendolo por la barbilla.

– ?Como se llama?

– Sid. A mi no me hace ni caso -dijo, molesto.

– Tal vez mi voz le recuerde a la de ella -aventuro Gemma.

Kincaid se arrodillo para ver la comida que habia metido bajo la cama.

– Pero todavia no ha comido.

– No me extrana -Gemma arrugo la nariz asqueada ante la comida endurecida-, hay que darle algo mejor.

Dejo al gato en el suelo y rebusco por los armarios de la cocina hasta que encontro una lata de atun.

– Esto funcionara.

Abrio la lata y puso una cucharada de atun en un plato limpio, luego lo coloco delante del gato. Sidhi olisqueo y la miro, luego abordo el plato y probo un mordisco.

Kincaid se habia alejado hacia el salon mientras tocaba objetos, ausente, antes de pasar a otra cosa.

Asi no vamos a ninguna parte, se dijo Gemma por lo bajo, recordando su habitual actitud decidida. Ahora no veria una rueda de molino en medio del comedor, ?verdad, Sid?

El gato hizo caso omiso de ella, concentrado como estaba en la comida.

Kincaid se detuvo frente a la solida libreria de roble y contemplo los lomos como si fueran a revelarle algo si los miraba fijamente. Los libros estaban muy comprimidos en los estantes, ocupando todo el espacio posible. Gemma llego a su lado y echo un vistazo a los titulos. Scott, Forster, Delderfield, Galsworthy, una coleccion encuadernada en piel muy gastada de Jane Austen…

– No hay ninguno nuevo -observo Gemma con extraneza-. Ni ediciones economicas, ni superventas, ni libros de amor o de misterio.

– Releia estos. Eran como viejos amigos.

Gemma lo miro mientras el observaba los libros, decidiendo tomar las riendas de la situacion.

– Mira, tu empiezas por el escritorio, ?vale? Y yo registro el dormitorio.

Kincaid asintio y se acerco al secreter. Se sento en la silla, que parecia demasiado delicada para aguantar su cuerpo de metro ochenta, y abrio la tapa, expeditivo.

El pequeno dormitorio de Jasmine daba al norte, a la calle, y Gemma encendio la lampara de pantalla del tocador. La habitacion tenia una estrecha cama individual con una colcha bien tirante, el tocador, una mesilla y un pesado armario. Al contrario que el salon, no reflejaba nada de la personalidad de su propietaria. Gemma percibio que la habitacion se usaba solo para dormir y guardar cosas, no estaba habitada del mismo modo que el resto del piso.

Empezo por el tocador mientras se abria paso suavemente entre capas de ropa interior y botes medio vacios de cosmeticos. En el cajon de mas abajo, debajo de la ropa interior y de las medias, habia un marco boca abajo. Gemma lo levanto y le dio la vuelta. Una joven de ojos oscuros la miraba desde una foto en blanco y negro. Quito la parte trasera del marco y examino el reverso de la foto. Ponia, en pulcras letras a lapiz: «Jasmine, 1962». Gemma volvio a mirar la foto. El cabello oscuro era largo y liso, con raya en medio; el rostro, ovalado y pequeno; la boca con un asomo de sonrisa por algun secreto no compartido con el observador. A pesar de la fecha del dorso, la chica parecia antigua, podria servir de modelo para una madonna renacentista.

Gemma abrio la boca para llamar a Kincaid, pero dudo y volvio a dejar con cuidado la foto encima de todo del cajon, boca abajo.

Fue hasta el armario y abrio las pesadas puertas. Casi todo eran buenos trajes de chaqueta, vestidos y algunos caftanes de seda. Gemma paso admirada la mano por los tejidos, luego levanto los pantalones y jerseys de los cajones.

El estante superior del armario tenia filas de cajas de zapatos. Gemma se quito los suyos para encaramarse al estante inferior y levanto la tapa de una de las cajas para mirar dentro. Luego se apresuro a sacar las cajas del estante y a ponerlas en la cama, quitandoles las tapas.

– Jefe, ven a ver esto.

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