Por un momento, a Kincaid le paso por la cabeza pedir ayuda a Gemma, pero la rechazo al instante. Era una tarea que no podia compartir.

– Les echare un vistazo.

Pasearon de vuelta a Carlingford Road, con Toby de la mano mientras le hacian volar por la acera.

– ?No damos un paseo por el parque, entonces? -pregunto Kincaid, pues habia visto que Gemma echaba un vistazo a su reloj mas de una vez.

Gemma sacudio la cabeza.

– Mejor que no. Le he prometido a mi madre que iriamos a verla, dice que no vamos nunca.

Kincaid percibio una pizca de preocupacion o de gravedad, y recordo su voz aquella manana al telefono. Probablemente algun hombre, penso, y se dio cuenta de lo poco que sabia de la vida de Gemma. Solo que se habia divorciado al poco de nacer Toby, que vivia en una casita adosada en Leyton, que habia crecido e ido a la escuela en North London, nada mas. El ni siquiera habia estado en Leyton, siempre pasaba ella a recogerlo o se veian en el trabajo.

De repente, le asombro el alcance de su propia miopia. Penso en ella como una mujer de confianza, atractiva, inteligente, a menudo obstinada, con un don especial para hacer que la gente se sintiera a sus anchas en una entrevista. Nunca habia mirado mas alla de las cualidades que la hacian valiosa como ayudante. ?Se veria con alguien?, lo penso con una punta de irritacion no identificada. ?Se llevaria bien con sus padres? ?Como serian sus amigos?

La observo mientras caminaba a su lado. Ella se aparto un mechon pelirrojo al inclinarse para responder a Toby, pero tenia una expresion abstraida.

– Gemma -dijo, un poco vacilante-, ?ocurre algo?

Ella lo miro sorprendida y sonrio.

– No, no, nada. No ocurre nada.

Kincaid no quedo muy convencido, pero no insistio. Su actitud no invitaba a mas tanteos.

Pasaron bajo las ramas floridas de un ciruelo, que los ducho con petalos como si fueran confeti. Se echaron a reir y el embarazo momentaneo desaparecio. Se despidieron delante de casa.

Kincaid subio solo las escaleras, sintiendo que la tarde se extendia ante el como un desierto. La luz roja del contestador automatico lo saludo al entrar en el piso, y lo deprimio todavia mas.

Estupendo, dijo por lo bajo, y pulso el boton de escucha.

El sargento de servicio preguntaba a que demonios se creia que estaba jugando -el hospital habia llamado por la autopsia solicitada- y que si no tramitaba bien los papeles habria problemas. El resto del mensaje lo dijo casi como de pasada, antes de colgar bruscamente.

El cuerpo de Jasmine Dent contenia una cantidad letal de morfina.

5

Kincaid desabrocho la lona del Midget y la recogio desde la parte delantera hacia la parte trasera, luego abrio el maletero y la guardo. Lo hacia con una precision y una rapidez fruto de la practica. La pintura roja del coche brillaba alegremente, como invitando a disfrutar del sol de la tarde, pero Kincaid sacudio la cabeza y se deslizo al asiento del conductor. No tenia intencion de dar un paseo por caminos rurales, por mucho dia de postal que hiciera. Busco las gafas de sol en el bolsillo de la puerta y puso el coche en marcha.

Despues de cruzar Rosslyn Hill, Kincaid se abrio camino por las callejuelas secundarias de South Hampstead hasta que desemboco en Kilburn High Road, al norte de Maida Vale. Encontro la casa de Margaret Bellamy sin dificultades: se trataba de un bloque lugubre, que habia evitado las modernizaciones. La puerta era roja tirando a marron, como la sangre seca, pero la pintura se pelaba descubriendo pinceladas de colores brillantes -verde lima, amarillo, azul electrico- testimonio de duenos anteriores con una actitud mas alegre. Llamo al timbre y aguardo, arrugando la nariz por el olor que llegaba de las basuras del sotano.

La mujer que abrio la puerta llevaba pantalones de poliester precariamente adheridos a los gruesos muslos, y un jersey brillante que castigaba igualmente sus pechos. Miro a Kincaid con desden.

– ?Margaret Bellamy? -Kincaid lucio la mejor de sus sonrisas, preguntandose si podria oirlo a pesar de la risa enlatada procedente de la parte trasera de la casa.

La mujer lo estudio un rato, luego torcio la cabeza hacia las escaleras.

– Arriba de todo, a la derecha.

Kincaid le dio las gracias y subio las escaleras mientras notaba los ojos de ella en la espalda hasta que doblo el primer descansillo. El olor a grasa y el sonido ronco del televisor lo siguieron otros tres pisos, donde las escaleras acababan en un pasillo con paredes desconchadas. Las dos puertas carecian de nombres, y llamo suavemente a la de la derecha.

El sonido de la television de abajo se apago, y en el silencio repentino, Kincaid distinguio el chirrido de los muelles de una cama. Margaret Bellamy abrio la puerta con una media sonrisa llena de expectativas.

– Ah, es usted -dijo, con la decepcion pintada en el rostro hosco. Hizo un esfuerzo por volver a sonreir-: Pase, pase. -Indico con un gesto el recibidor mientras lo hacia pasar, y anadio-: Esta escuchando, la muy fisgona, por eso ha apagado la tele.

Margaret cerro la puerta y se quedo de pie embarazosamente, como si no supiera que hacer con Kincaid ahora que habia cerrado. Miro a su alrededor con una mueca.

El vio la pequena cama con la colcha arrugada colgando hasta el suelo, un sillon lleno de manchas, un armario, una mesa de cocina que parecia servir de escritorio, un tocador, una cocina.

Margaret hizo un gesto leve y circular con la mano y dijo:

– Lo siento.

Kincaid penso que las disculpas la cubrian tanto a ella como a la habitacion. Le dirigio una sonrisa.

– Yo tambien vivia en una habitacion cuando hacia practicas en la Academia de Policia. Era horrible, pero no creo que la casera superara a la tuya.

Eso provoco una sonrisa de respuesta por parte de Margaret, que se apresuro a acercarle la silla. Al agacharse para recoger un monton de ropa, se tambaleo y tuvo que apoyarse en el respaldo de la silla.

– ?Te encuentras bien? -pregunto Kincaid, y la observo con mas atencion. Tenia el cabello castano claro enmaranado y los parpados hinchados por el llanto. Llevaba una camiseta ancha, una parte metida en los pantalones grises del chandal, probablemente el resultado de subirselos rapidamente al oir la llamada a la puerta.

– ?Hoy no has salido en todo el dia? -pregunto el.

Margaret sacudio la cabeza.

– ?Has comido?

– No.

– Lo imaginaba. ?Tienes algo de comer?

Otro movimiento negativo.

– Solo hay algo de te.

Kincaid reflexiono y dijo, expeditivo:

– Prepara un poco de te. Yo bajo a pedirle a tu casera que haga unos bocadillos.

Margaret parecio horrorizada.

– Pero nunca… No lo…

– Si lo hara. -Se detuvo en la puerta-. Aunque si San Jorge va a vencer el dragon, mejor que sepa como se llama.

– Ah. -La broma ilumino por un momento el rostro de Margaret-. Senora Wilson.

***

La puerta por la que Kincaid suponia que habia salido la senora Wilson estaba entornada. Llamo con contundencia. La television seguia encendida, muy bajito, y por encima se distinguio un arrastrar de zapatillas. La puerta se abrio al instante y la senora Wilson le echo una ojeada a traves del humo del cigarrillo que le salia por

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