la nariz: un verdadero dragon.

– ?Senora Wilson?

Ella lo miro furibunda.

– ?Que ocurre?

– ?Puedo hablar con usted un momento?

– Si quiere venderme algo, no. -La puerta empezo a cerrarse-. No he hecho ningun pedido.

Kincaid se pregunto que podria vender el.

– No, es sobre Margaret, por favor.

Ella solto un bufido, pero dejo un minimo paso para Kincaid. Este observo con interes la guarida de la senora Wilson. Por lo visto, era tanto salon como cocina. Un pequeno sofa encajado entre los muebles, y un gran televisor en color reinaba en el lugar junto a la nevera.

La senora Wilson se sento en la mesa de formica y recogio un cigarrillo que habia dejado en el cenicero. Un periodico sensacionalista y una taza de te a medio beber eran las pruebas de las actividades vespertinas. No invito a Kincaid a sentarse.

– Esa chica se pasa la vida lloriqueando -pronuncio la senora Wilson con asco-. ?Que le pasa ahora? ?Otra vez por el novio?

?Novio? Aquella era una complicacion que no esperaba, pero explicaba la ilusion de Margaret al abrirle la puerta. Kincaid penso rapidamente. ?Que explicacion satisfaria a aquella arpia? Por los titulares del periodico: «Una madre de once anos reclama la custodia de su bebe», a la senora Wilson le gustaba el melodrama, pero contar la verdad parecia una traicion tanto a Margaret como a Jasmine. Improviso.

– Su tio. Es que murio ayer de repente, y Margaret se lo ha tomado muy mal.

La senora Wilson permanecio tan imperterrita como su tieso cabello con permanente.

– ?Figurese! -Miro a Kincaid con desconfianza-. ?Y usted que tiene que ver con eso?

– Soy amigo de la familia. Duncan Kincaid.

Le tendio la mano y la senora Wilson se digno a tocarle con sus dedos regordetes antes de recuperar su cigarrillo medio fumado.

– ?Y a mi que?

– Lleva desde ayer sin comer nada. He pensado que podria prepararle usted unos bocadillos… -Kincaid acompano la ultima frase con un arqueamiento de las cejas, maximo intento de persuasion del que fue capaz.

La senora Wilson abrio la boca para negarse, pero se detuvo y miro a Kincaid, reflexionando. Las ganas de cotillear se debatian con su natural inclinacion por hacer el minimo esfuerzo por los demas, y la malicia triunfo sobre la pereza.

– Bueno, a lo mejor algo tengo, pero no quiero que coja confianzas, sabe usted. -Se levanto de su asiento e indico con la cabeza la silla vacia-. Sientese. -Prosiguio por encima del hombro mientras abria la nevera-. ?El fallecido era hermano de su madre o de su padre?

– El hermano mas joven de su madre, en realidad no mucho mayor que Margaret -invento Kincaid-. Se querian mucho.

La senora Wilson hablaba dando la espalda a Kincaid mientras cortaba algo que el no podia ver.

– Ningun pariente ha venido a verla desde que esta aqui. Parece huerfana.

– Bueno, al menos tiene a su novio que la cuida -solto Kincaid.

– ?Ese! -La senora Wilson se volvio y miro fijamente a Kincaid con malicia-. Ese no ha cuidado a nadie mas que a si mismo en su vida, que se lo digo yo. Mas bien es un gorron. -Volvio a rebanar-. Todo en beneficio propio, de eso no hay duda. Y lo que no se es lo que ve en ella -levanto los ojos hacia el techo. Se seco las manos en el delantal y le presento a Kincaid un plato de bocadillos aplastados, pero de aspecto comestible, de jamon y tomate.

– ?Va bien asi?

– Ya lo creo, gracias.

Al acabar la tarea, la senora Wilson no parecia querer dejarle ir asi como asi. Encendio otro cigarrillo y apoyo la cadera en el borde de la mesa. Kincaid aparto la vista de sus muslos y volvio a acomodarse en la silla.

La senora Wilson siguio el hilo de sus pensamientos:

– Yo ya le he dicho a ella que no lo quiero por aqui, que no duerma. Me da mala fama a la casa, ?no le parece?

Kincaid supuso que era una pregunta retorica, pero respondio, reconciliador:

– No creo que nadie piense mal, senora Wilson.

La senora Wilson cambio un poco entonces, y se inclino hacia el, con complicidad.

– Ella se cree que no se lo que pasa, pero yo lo se. Le oigo bajar las escaleras a cualquier hora de la noche, como un ladron. Y tambien oigo las peleas -una pausa mientras inhalaba y mandaba una nube de humo en direccion a la cara de Kincaid-, bueno, sobre todo los gritos de el y los lloriqueos de ella de cordero degollado. ?Maldita tonta! -La senora Wilson lanzo una risa desdenosa-. Supongo que lo aguanta porque no cree poder encontrar nada mejor.

Que bruja tan caritativa, penso Kincaid, y le sonrio.

– Entonces no creo que le sea de mucho consuelo en un momento como este.

– Desde luego, no ha venido a consolarla. Desde… -La senora Wilson entorno los ojos, apuro el cigarrillo y lo tiro en el cenicero de lata-… desde el jueves, creo, por la tarde. Salio de un humor de perros. Casi tira la puerta abajo. Pero luego -se asento con todo su peso mientras pensaba y la mesa crujio en protesta-, el jueves por la noche es la Noche de las Mujeres en el pub y sali cuando cerraron. Si volvio mas tarde, estuvieron muy calladitos.

Kincaid decidio que, de momento, habia agotado la informacion de la senora Wilson y su propia paciencia. Se levanto y recogio los bocadillos.

– No quiero que se estropeen, mejor que vaya a ver como esta Margaret. Apreciara mucho su ayuda, senora Wilson. Ha sido muy amable.

– Ya ve -dijo ella, y agito los dedos, coqueta, en senal de despedida.

***

– Ha habido exito -dijo Kincaid cuando Margaret lo dejo pasar de nuevo. En su ausencia, habia hecho la cama y ordenado la ropa, se habia peinado y se habia puesto un poco de pintalabios rosa. Su sonrisa era menos desconfiada, y el penso que aquel rato a solas le habia devuelto cierta compostura.

Margaret abrio mucho los ojos al ver el plato de bocadillos.

– ?No puede ser! Lo maximo que hace es prestarme una bolsita de te.

– He apelado a sus mejores instintos.

– No sabia que tuviera -rio Margaret mientras le cogia la bandeja a Kincaid. Luego se quedo helada, con la cara trastornada por la angustia-. ?No le habra dicho que…?

– No. -Kincaid rescato el plato vacilante y lo dejo en la mesa-. He dicho un monton de mentiras. Has perdido a tu tio favorito, el hermano mas joven de tu madre, por si te pregunta.

– Pero si no tengo… -Su cara se ilumino-. Ah, claro. -Le sonrio-. Creo que hoy estoy un poco espesa. Gracias.

– En parte sera el hambre, supongo. Come algo. -La tetera electrica silbo. Dos tazones con sus bolsitas de te aguardaban al lado. Kincaid sirvio el te e instalo a Margaret en el sillon, levanto la ventana de guillotina y se apoyo en el alfeizar. Margaret empezo un bocadillo y el dijo:

– Seria mejor que me hablases de tu familia, despues de todas las horribles cosas que me he inventado.

– Woking -dijo Margaret con la boca llena de jamon y tomate. Trago y volvio a intentarlo-: Dorking, perdon, no me habia dado cuenta de que estaba tan hambrienta. -Mordio un trozo mas pequeno y mastico-. Soy de Dorking. Mi padre tiene un garaje. Yo le llevaba las cuentas, me ocupaba de muchas cosas.

A Kincaid no le costo imaginarla dirigiendo un mundo familiar, mas pequeno, aunque en Londres parecia muy vulnerable.

– ?Que paso?

Margaret se encogio de hombros y se seco las comisuras de los labios con un dedo.

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