– Muy bien. Solo puedo decirte que tendras noticias del rector.

7

Una vez que toma la resolucion de marcharse hay muy poca cosa que lo retenga. Vacia la nevera, cierra la casa y a mediodia se encuentra ya en plena autopista. Hace un alto en Oudtshoorn; en realidad ha salido con el alba, y a media manana esta cerca de su destino, la ciudad de Salem, en la carretera de Grahamstown a Kenton, en la provincia del Cabo Oriental.

La pequena hacienda de su hija se halla al final de una sinuosa pista de tierra, a unos cuantos kilometros de la ciudad: cinco hectareas de tierra, casi todas cultivables, un molino de viento que extrae agua de un pozo, establos y cobertizos, y una casona baja, amplia, pintada de amarillo, con el tejado de chapa de hierro ondulada y un porche. Una alambrada y algunos macizos de capuchinas y geranios senalan la linde de entrada; el resto es una explanada de tierra suelta y gravilla.

Hay una vieja furgoneta Volkswagen aparcada a la entrada; aparca tras ella. De la sombra del porche asoma Lucy a la luz del sol. Durante un momento el no la reconoce. Ha pasado un ano desde la ultima vez, y ella ha engordado. Ahora tiene las caderas y los pechos (busca la palabra mas adecuada) amplios. Descalza, comoda, sale a saludarlo con los brazos abiertos, y de hecho lo abraza y lo besa en la mejilla.

?Que maravilla de chica!, piensa al abrazarla; ?que grata bienvenida al final de un viaje tan largo!

La casona, que es grande, oscura e, incluso a mediodia, algo fria, data de la epoca de las familias numerosas, la epoca en que los invitados llegaban en carretas llenas. Hace ya seis anos que Lucy se instalo en ella cuando era miembro de una comuna, una tribu de jovenes que comerciaban con artesania de cuero y ceramica cocida al sol en Grahamstown, gente que entre las hortalizas cultivaba a escondidas esa variedad de marihuana que en Sudafrica llaman dagga. Al deshacerse la comuna e irse casi todos hacia New Bethesda, Lucy se quedo en la hacienda con su amiga Helen. Se habia enamorado del lugar, segun dijo; deseaba sacarle rendimiento. El la ayudo a comprarsela. Ahora, ahi la tiene, con su vestido de flores, descalza y todo, en una casa en la que reina el olor del pan recien hecho: ya no es una nina que juega. a ser granjera, sino una solida campesina, una boervrou.

– Voy a alojarte en la habitacion de Helen -dice-. El sol entra por la manana. No te haces a la idea de lo frias que han sido las mananas todo este invierno.

– ?Como esta Helen? -pregunta el. Helen es una mujer mas bien grandota, de aspecto triste, voz profunda y cutis feo, algo mayor que Lucy. Nunca ha sido capaz de entender que es lo que ha visto Lucy en ella; en su fuero interno desearia que Lucy encontrara a alguien mejor, o que alguien mejor la encontrara a ella.

– Helen vive en Johannesburgo desde abril. Aparte de la ayuda de algun lugareno, desde entonces estoy sola.

– Eso no me lo habias dicho. ?No te pone nerviosa vivir aqui sola?

Lucy se encoge de hombros.

– Bueno, estan los perros. Los perros todavia significan lo que significan. Cuantos mas perros, mayor la disuasion. Y, en todo caso, si alguien decidiera asaltar la casa, no veo por que iban a estar mejor dos personas que una sola.

– Caramba, eso es muy filosofico.

– Si. Cuando todo lo demas me falla, me pongo a filosofar.

– Pero al menos tendras un arma.

– Tengo un fusil. Voy a ensenartelo. Se lo compre a un vecino. Nunca lo he usado, pero lo tengo.

– Muy bien. Eso me gusta: una filosofa armada.

Los perros y el fusil; el pan en el horno y la cosecha a punto de medrar. Es curioso que su madre y el, los dos gente de ciudad, intelectuales, hayan engendrado este paso atras, a esta joven y recia colona. Pero tal vez no sean ellos quienes la hayan engendrado: tal vez en eso tenga mas que decir la historia misma.

Ella le ofrece un te. El tiene hambre: engulle dos rebanadas grandes de pan untadas de mermelada de pera, tambien hecha en casa. Ha de tener cuidado: nada es tan molesto para un hijo, o una hija, como el funcionamiento interno del cuerpo de su padre o de su madre.

Ella tampoco tiene las unas demasiado limpias. Suciedad del campo: es algo en el fondo honorable, supone.

Deshace la maleta en la habitacion de Helen. Los cajones estan vacios; en el enorme armario ropero solo cuelga un mono de trabajo de dril azul. Si Helen se ha ido, esta claro que no es por una breve temporada.

Lucy lo lleva a conocer la hacienda. Le recuerda que no malgaste el agua, que no contamine la fosa septica con residuos que no podria procesar. El se sabe la leccion, pero vuelve a escucharla atento como un chico bien educado. Ella le muestra despues las perreras. Cuando la visito la vez anterior solo habia una. Ahora son cinco, todas ellas bien construidas: una base de cemento, postes de acero inoxidable, puntales y una recia malla de aluminio, a la sombra de unos jovenes eucaliptos. Los perros se excitan nada mas verla: hay algunos doberman, pastores alemanes, ridgebacks de Rhodesia, bullterriers, rottweilers.

– A todos los usan como perros de vigilancia -dice-. Perros trabajadores. Pasan aqui breves temporadas: quince dias, una semana, a veces solo un fin de semana. Los perros de compania suelen venir durante las vacaciones de verano.

– ?Y gatos? ?No acoges gatos?

– No te rias. Estoy pensando en dedicarme tambien a los gatos, pero aun no lo tengo claro.

– ?Todavia montas el puesto en el mercado?

– Si, los sabados por la manana. Ya te llevare.

Asi se gana la vida: con los perros que aloja en las perreras y con las flores y las hortalizas que vende en el mercado. Nada podria ser mas simple.

– ?No se aburren los perros? -Senala un bulldog hembra de pelaje castano que esta solo en una jaula; con la cabeza apoyada entre las patas delanteras los mira detenidamente sin tomarse la molestia de ponerse en pie.

– ?Katy? La han abandonado. Los duenos me deben varios meses. No se que voy a hacer con ella. Supongo que intentare encontrarle un nuevo dueno. Esta un poco tristona, pero por lo demas no se encuentra mal. Todos los dias sale a hacer ejercicio. La llevo yo o la lleva Petrus. Forma parte de sus ocupaciones.

– ?Petrus?

– Ya lo conoceras. De un tiempo a esta parte es mi ayudante. En realidad, desde marzo es copropietario de las tierras. Todo un personaje.

Pasea con ella hasta mas alla del murete de adobe que forma la presa, donde una familia de patos surca las aguas con serenidad; van mas alla de las colmenas, hasta la huerta: arriates de flores y hortalizas de invierno… coliflores, patatas, remolacha, acelgas, cebollas. Visitan el molino de viento y la represa que se encuentra ya en la linde de la finca. En los ultimos dos anos ha llovido bastante y el nivel del agua del embalse ha subido.

Habla de todas esas cosas a sus anchas. Es una granjera de frontera, pero de nuevo cuno. En los viejos tiempos, ganado y maiz. Hoy dia, perros y narcisos. Cuanto mas cambian las cosas, mas identicas permanecen. La historia se repite, aunque con modestia. Tal vez la historia haya aprendido una leccion.

Vuelven bordeando un canal de riego. Los pies descalzos de Lucy se aferran a la tierra rojiza y dejan huellas claras, bien marcadas. Es una mujer de una sola pieza, engastada en su nueva vida. ?Bien! Si eso es lo que ha de dejar atras -esta hija, esta mujer-, no tiene de que avergonzarse.

– No hara falta que me entretengas -dice ya de vuelta en la casa-. Me he traido algunos libros. Solo necesito una silla y una mesa.

– ?Estas trabajando en algo en particular? -pregunta ella con recelo, pues su trabajo no es un asunto del que hablen a menudo.

– Tengo algo planeado. Algo sobre los ultimos anos de Byron. No sera un libro, o no lo sera en el sentido de los libros que he escrito hasta ahora. Mas bien sera algo para la escena. Los personajes hablan e incluso cantan.

– No sabia que aun tuvieras ambiciones de ese tipo.

– Me parecio que era el momento de darme ese lujo. Pero tambien hay algo mas. Todos queremos dejar algo

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