siquiera un nombre (aunque Bev Shaw lo llama Driepoot aludiendo a su defecto); no obstante, es sensible al generoso afecto que emana del perro y que se dirige a el. De manera arbitraria e incondicionalmente es el quien ha sido adoptado; el perro daria la vida por el, y eso lo sabe.

Al perro lo fascina el sonido del banjo. Cuando pulsa las cuerdas, el perro se yergue, ladea la cabeza, escucha. Cuando toca la linea de Teresa, y cuando tararea esa linea melodica y comienza a henchirse de sentimiento (es como si se le engordase la laringe: siente el palpito de la sangre en el cuello), el perro abre y cierra la boca y parece a punto de ponerse a cantar, o a aullar.

?Sera capaz de atreverse a eso: introducir a un perro en la opera, permitirle que devane su propio lamento y que lo lance al cielo entre las estrofas de Teresa, perdidamente enamorada? ?Por que no? ?Seguro que en una obra que jamas se representara esta permitido todo?

Los sabados por la manana, previo acuerdo, acude a Donkin Square a echarle una mano a Lucy con su puesto en el mercado. Despues la invita a comer.

Lucy se mueve cada vez con mayor lentitud. Ha comenzado a tener esa mirada absorta y placida. No es que se le note el embarazo, pero si el empieza a advertir las senales, ?cuanto ha de pasar hasta que las hijas de Grahamstown, con sus ojos de aguila, las capten tambien?

– ?Que tal le va a Petrus? -pregunta.

– Ha terminado la casa, pero aun falta por rematar el tejado y la fontaneria. Ya ha comenzado la mudanza.

– ?Y el nino? ?No lo esperaban para ahora?

– Si, para la semana que viene. Todo muy bien sincronizado.

– ?Ha seguido insinuandose? -?Insinuandose?

– Si, contigo. Hacia el lugar que ocupas dentro de sus planes.

– Pues no.

– Tal vez las cosas cambien una vez que el nino… -Hace un gesto sumamente tenue hacia su hija, hacia el cuerpo de su hija-. Una vez que nazca. A fin de cuentas sera un hijo de esta tierra. Eso no habra quien lo niegue.

Se abre un largo silencio entre ambos. -?Ya has empezado a quererlo?

Aunque las palabras sean suyas y hayan salido de sus labios, a el mismo lo sorprenden.

– ?Al nino? No. ?Como podria quererlo? De todos modos lo querre. El amor crecera con el tiempo. Para eso podemos fiarnos de la Madre Naturaleza. Estoy decidida a ser una buena madre, David. Una buena madre y una buena persona. Tu tambien deberias tratar de ser buena persona.

– Sospecho que ya es demasiado tarde para mi. Yo no soy mas que un veterano en prision que termina de cumplir su condena. Pero tu has de seguir adelante. Tu vas por buen camino, y llevas un buen trecho recorrido.

Una buena persona. No es una mala resolucion que tomar, y menos en tiempos tan oscuros.

Por un acuerdo tacito, de momento no acude a la granja de su hija. No obstante, un dia laborable decide dar un paseo en camioneta por la carretera de Kenton. Deja la camioneta en el cruce y sigue el resto del camino a pie, y no por el camino, sino atravesando los prados.

Desde el ultimo altozano alcanza a ver la granja: la casona antigua y tan recia como siempre, los establos, la casa nueva de Petrus, la presa sobre la que acierta a entrever unas manchas que han de ser los patos, y otras de mayor tamano que sin duda seran los gansos silvestres, los visitantes que ano tras ano, desde tan lejos, vienen a ver a Lucy.

A esa distancia los arriates de flores son masas de colores solidos: magenta, carmesi, azul ceniza. La estacion en que florecen. Las abejas deben de estar en el septimo cielo.

De Petrus no ve ni rastro, ni tampoco de su mujer, ni del cachorro de chacal que corretea con ellos. Lucy en cambio si esta faenando entre las flores. Cuando empieza a bajar por la ladera tambien vislumbra al bulldog, una mancha de color leonado en el sendero, al lado de ella.

Llega a la verja y se detiene. Lucy, de espaldas a el, todavia no lo ha visto. Lleva un vestido veraniego azul claro, botas y un sombrero de paja de ala ancha. Cuando se inclina a recortar una rama, a atar otra, a quitar una mala hierba del arriate, le ve la piel lechosa y recorrida por venas azuladas, los tendones anchos y vulnerables que le marcan las corvas: la parte menos bella del cuerpo de una mujer, la menos expresiva y, por consiguiente, tal vez la que mayor ternura suscita.

Lucy se endereza, se estira, vuelve a agacharse. Faenas del campo, tareas de campesinos, inmemoriales. Su hija se va convirtiendo en una campesina.

Sigue sin estar al tanto de su presencia. En cuanto al perro, diriase que el perro esta roncando.

Pues si: una vez fue un minusculo renacuajo dentro del cuerpo de su madre, y ahora esta ahi delante, una mujer solida y de existencia solida, mas solida de lo que nunca ha sido. Con un poco de suerte aguantara mucho mas que el, hasta mucho despues de que muera, y es de suponer que seguira dedicandose a sus tareas cotidianas entre los arriates de flores. Y de su interior su voluntad habra dado pie a otra existencia, que con suerte sera igual de solida, igual de duradera. Y asi habran de continuar las cosas, una cadena de existencias en la que su parte, su aportacion, ira inexorablemente a menos hasta terminar por caer en el olvido.

Un abuelo. Un Jose. ?Quien lo hubiera dicho! ?A que bella moza puede contar con engatusar a base de arrumacos, cual se mostrara dispuesta a irse a la cama con un abuelo?

Dice su nombre con voz queda.

– ?Lucy!

Ella no lo oye.

?Que traera consigo el hecho de ser abuelo? En calidad de padre no ha sido gran cosa, a pesar de haberlo intentado con mas ahinco que la mayoria. En calidad de abuelo seguramente quedara tambien por debajo de la media. Carece de las virtudes de los viejos: ecuanimidad, afabilidad, paciencia. Pero tal vez lleguen esas virtudes tal como otras desaparecen: la virtud de la pasion, por ejemplo. Tendra que echar un nuevo vistazo a Victor Hugo, el poeta que mejor ha plasmado la condicion del abuelo. Puede que en el consiga aprender alguna cosa.

Deja de soplar el viento. Hay un instante de calma absoluta que hubiera querido prolongar por siempre: la suavidad del sol, la quietud de la tarde, el ajetreo de las abejas en un campo repleto de flores; en el centro, la imagen de una mujer joven, das ewig Weibliche, incipientemente prenada, protegida del sol por un sombrero de paja. Una escena casi perfecta para un Sargent o un Bonnard. Los dos eran chicos de ciudad, como el, pero incluso los chicos de ciudad saben reconocer la belleza cuando se la encuentran delante, y pueden quedarse sin aliento.

Lo cierto es que el nunca ha tenido una gran sensibilidad para la vida rural, a pesar de lo mucho que ha leido a Wordsworth. Nunca ha tenido una gran sensibilidad para otra cosa que las chicas guapas, ?y adonde le ha llevado eso?

?Es ya demasiado tarde para educar su sensibilidad? Carraspea.

– Lucy -dice en voz mas alta.

Se rompe el hechizo. Lucy se yergue, se da casi la vuelta, sonrie.

– Ah, hola -dice-. No te habia oido.

Katy alza la cabeza y mira, miope, hacia donde el se encuentra.

Atraviesa la verja. Katy se acerca y le olisquea los zapatos.

– ?Y la camioneta? -pregunta Lucy. Esta colorada por el esfuerzo, y tal vez algo quemada por el sol. De repente parece la imagen misma de la salud.

– La aparque mas abajo y di un paseo. -?Quieres venir a tomar un te?

Hace la invitacion como si fuera una visita. Esta bien.

Una visita, una visitacion: un nuevo arranque, un nuevo punto de partida.

Vuelve a ser domingo. Bev Shaw y el estan de lleno en una de sus sesiones de Losung. Uno por uno, el lleva primero a los gatos y luego a los perros: los viejos, los ciegos, los tullidos, los impedidos, los tarados… pero tambien a los jovenes, a los sanos: a todos aquellos a los que les ha llegado la hora. Uno por uno Bev los toca, les habla, los acaricia, los consuela y los despacha, y se aparta un poco a contemplar como sella el los restos en un sudario de plastico.

Bev y el no cruzan palabra. El ha aprendido a estas alturas, gracias a ella, a concentrar toda su atencion en el

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