La ceremonia sera en Montclair el 2 de julio. Ven, te lo ruego. Es dentro de seis meses y tienes tiempo de sobra para arreglarlo todo y asistir. Esta vez no tienes excusas ni pretextos. Necesito que estes a mi lado. Eres lo mas valioso que tengo. Cuento contigo. Te beso y te amo.
Philip
Doblo cuidadosamente la hoja de papel y se la guardo en el bolsillo de su blusa. Levanto la cara hacia el cielo y sus labios se pusieron blancos de la fuerza con que los apretaba. Siguio caminando por la calle y entro en la guarderia.
Una vez mas Susan revolvia su unico armario para elegir las blusas y faldas que se llevaria a Montclair. Al menos era el vigesimo modelo de pajarita que el vendedor mostraba a Philip.
Ella cerraba tras de si la puerta de su casa. Detras de el se cerraba la del sastre: en la gran caja de carton que llevaba en sus brazos iba su traje de boda.
Un campesino la conducia al aeropuerto en el que subiria al pequeno avion con destino a Tegucigalpa, y no importaba que sus alas fuesen rojas y blancas; bajo los puentes de Honduras habia corrido mucha agua. Quien lo llevaba al peluquero era Jonathan, su companero de trabajo, promovido a la categoria de asistente de ceremonia.
Por la ventanilla del avion ella veia como el rio brillaba a lo lejos. Por la ventanilla del Buick, el veia a los viandantes que deambulaban por las calles de Montclair.
El recorria las naves de la iglesia con un paso nervioso, a la espera de que alguien acudiera a confirmarle que todo estaba en orden para el dia siguiente. Ella paseaba arriba y abajo por la terminal del aeropuerto de Tegucigalpa, a la espera de embarcar en un Boeing que despegaria hacia Florida con cuatro horas de retraso.
Segun la tradicion, no paso la noche anterior a la boda en compania de Mary. Jonathan lo dejo en el gran hotel donde sus padres habian reservado una suite para el. Ella habia ocupado su asiento en el avion y el aparato atravesaba ya la capa de nubes.
En el avion, ella comia la cena que le dieron. El queria acostarse pronto y cenaba frugalmente, sentado sobre la cama.
Ella llegaba a Miami y se estiraba sobre los bancos de la terminal de la Eastern Airlines, con la mano enrollada en la correa de su gran bolsa color caqui. El apagaba la luz e intentaba conciliar el sueno. La ultima conexion ya habia salido y ella se dormia.
Al amanecer, ella entro en los lavabos del aeropuerto y se coloco delante del gran espejo. Se mojo la cara con agua e intento arreglarse un poco.
El se cepillo los dientes delante del espejo, se lavo la cara y puso sus cabellos en orden, frotandose la cabeza.
Ella lanzo una ultima ojeada a su figura y abandono el lugar haciendo un gesto dubitativo. El salio de su habitacion y se dirigio a los ascensores.
Ella se dirigio a la cafeteria y pidio una cafe. El se encontro con sus amigos en el bufe del hotel.
Ella eligio un bollo. El coloco uno en su plato.
A media manana el subio a su habitacion para comenzar a prepararse. Susan entrego su carta de embarque a la azafata.
– ?No hay peluqueria a bordo?
– Disculpeme, ?decia?
– Mireme: ?En cuanto baje del avion tengo que asistir a una boda y me haran entrar por la puerta de servicio!
– Tendria que continuar, senorita. Esta obstruyendo el paso de los demas pasajeros.
Ella se encogio de hombros y subio por la escalerilla. El cogio la percha del armario y quito la bolsa de plastico que protegia el esmoquin; de una caja de carton blanco saco la camisa y la desdoblo. Ella se adormilo en su asiento, con el rostro pegado a la ventanilla.
Cuando todas las piezas que componian su traje estuvieron dispuestas en orden sobre el edredon, entro en el cuarto de bano. Ella se levanto y se dirigio a la parte posterior del aparato.
El busco su maquinilla de afeitar, extendio un poco de espuma sobre su barbilla, dibujando con el indice el contorno de la boca, y saco la lengua a su reflejo en el espejo. En los lavabos, ella se paso el dedo por los parpados, abrio la bolsa de aseo y se maquillo. El auxiliar de vuelo anuncio por el altavoz que el descenso a Newark habia comenzado y ella miro su reloj: llegaba tarde. Escoltado por los testigos, el subio a la limusina negra que le esperaba delante del hotel.
La cinta de los equipajes le devolvio su gran bolsa, cuya correa colgo del hombro. Ella caminaba en direccion a la salida. El acababa de llegar a la entrada de la iglesia, y saludaba y daba la mano al mismo tiempo que subia los escalones.
Ella paso por delante de la cafeteria, se dio la vuelta y, con los ojos humedos, miro fijamente la pequena mesa situada junto al ventanal. El franqueo el umbral de las grandes puertas y, bajo la boveda de piedra, contemplo la nave.
El comenzo a caminar a paso lento y miro a los lados por entre los invitados que se iban levantando, pero no la vio. Ella lanzo la bolsa sobre el asiento trasero de un taxi que acababa de estacionar junto a la acera; en un cuarto de hora estaria en Montclair.
Todos los invitados se dieron la vuelta al escuchar las primeras notas del organo. Mary aparecio cogida del brazo de su padre bajo la luz diafana de la entrada. Avanzaba hacia el coro, sin que los rasgos de su rostro traicionasen la emocion. Ambos se contemplaron con fijeza, como si entre ambas miradas hubiese un hilo tendido. Las pesadas puertas se cerraron. Cuando Mary llego a su lado, el echo una ojeada a los asistentes en busca de un rostro que seguia sin encontrar.
El taxi se detuvo delante de la entrada desierta. ?Existe una suerte de magia que hace que las aceras queden vacias en torno a los lugares de culto durante los entierros y las bodas? El cansancio del viaje la habia vuelto torpe y tenia la sensacion de que los escalones se hundian bajo sus pies. Ella empujo suavemente una puerta lateral, entro en la iglesia y dejo resbalar su bolsa al pie de una imagen.
Sorprendida ante la vision de los dos seres que estaban de pie frente al altar, avanzo lentamente por la nave de la derecha, deteniendose en cada pilar. Cuando llego a la mitad de la nave los canticos se interrumpieron para dar paso a un silencio recogido. Estupefacta, ella observaba. El sacerdote reanudo la liturgia y ella su camino. Avanzo hasta la ultima columna, desde donde veia a Philip de perfil. De Mary solo podia ver la curva de la espalda y la sedosa cola del vestido de novia. Cuando el oficiante los unio, los ojos de Susan se inundaron de lagrimas. Retrocedio con paso silencioso, guiandose en su retirada con la mano izquierda, que rozaba torpemente los respaldos de los bancos. Recogio la bolsa que habia dejado a los pies del arcangel san Gabriel y salio de la iglesia, bajo los escalones y se metio apresuradamente en el taxi. Abrio la ventanilla y contemplo las puertas de la iglesia. Entre sollozos contenidos, murmuro en voz baja al mismo tiempo que el sacerdote: «Si alguno de los presentes tiene una razon para oponerse a esta union, que hable ahora o calle para siempre…».
El taxi arranco.
Inclinada sobre la bandeja del avion que la conducia de vuelta a Honduras, escribio una carta.
2 julio de 1979
Querido Philip:
Se lo mucho que debes de sentir el que no pudiera estar a tu lado el dia de tu boda. Esta vez no habia ni excusa ni pretexto, te lo juro. Hice todo lo posible para asistir, pero en el ultimo momento una lamentable tormenta me impidio viajar. Con el pensamiento he estado contigo durante toda la ceremonia. Debias de estar guapisimo con tu esmoquin, y estoy segura de que tu mujer tambien estaba