preciosa. ?Quien no lo habria estado en semejantes circunstancias? He seguido mentalmente cada momento de esos instantes magicos. Se que ahora eres feliz y parte de esa felicidad hace que yo tambien lo sea.

He decidido aceptar el puesto que me proponian. Salgo el viernes para instalarme en las montanas y organizar un nuevo centro. Me gustaria escribirte en el curso de los proximos meses, pero estare a dos dias de pista de lo que apenas se parece a nuestra civilizacion, y enviar y recibir cartas sera algo imposible. Sabes, estoy contenta con este nuevo desafio. Me llevare conmigo la nostalgia de las gentes de este pueblo, de esta casa que Juan me construyo y de los recuerdos que ya contenia. Habra que comenzar practicamente de cero, pero la confianza que me han demostrado es prueba del reconocimiento de mis colegas.

Buena suerte, Philip. Mas alla de todas mis ausencias y de todas mis faltas. Te amo fielmente desde siempre y para siempre.

Susan

P. D.: De todos modos, no olvides lo que te dije en el aeropuerto…

6

La lluvia resbalaba sobre la cubierta de madera. Instalado bajo la armadura del techo, iluminandose con la luz de una unica lampara, corregia sus ultimos esbozos. Al igual que cada fin de semana, Philip recuperaba el retraso acumulado durante cinco dias. Habia decorado su despacho inspirandose en el estilo Adirondacks. En la pared de la derecha se hallaba la biblioteca. En el lado izquierdo, dos grandes sillones de cuero usado, separados por un pequeno velador y una lampara de hierro forjado, daban al conjunto un aire hogareno. Colocada en el centro justo de la pieza, su blanca mesa de trabajo tenia la forma de un gran cubo de madera; seis personas podian sentarse comodamente a su alrededor. De vez en cuando levantaba la cabeza y posaba su mirada en los cristales de la ventana, que temblaban bajo la fuerza del viento.

Antes de volver a sus dibujos lanzo una mirada a la foto de Susan, que en un marco de vidrio descansaba sobre una de las estanterias. Habia pasado mucho tiempo desde el dia de su boda. En medio de la mesa destacaba la antigua caja que contenia todas sus cartas. Estaba cerrada con un candado, pero la llave siempre se encontraba sobre la tapa.

?Cuantos anos hacia que no se escribian? ?Siete, ocho, nueve quiza? En un rincon de la habitacion se hallaba la escalera que conducia al piso inferior, donde los dormitorios ya se borraban en la penumbra de aquel dia sin luz que estaba a punto de terminar. La escalera de madera blanca que estaba delante de la puerta de entrada dividia la planta baja en dos ambientes. Mary habia permanecido toda la tarde sentada a la gran mesa de la cocina americana y pasaba lentamente las paginas de una revista, dejando volar sus pensamientos. Desde alli veia a Thomas, su hijo de cinco anos, que estaba al otro lado de la puerta de corredera absorto en un juego. Luego dirigio la vista al reloj de pared que estaba colocado encima de la cocina de gas: eran las seis de la tarde. Cerro la revista, se levanto y comenzo a preparar la cena. Philip bajo de su despacho una media hora despues, como cada tarde, y le ayudo a terminar de poner la mesa. Despues de besarla, sus dos «hombres» se instalaron en el lugar acostumbrado. Thomas fue el mas hablador, y comento su ultima partida contra los extraterrestres que intentaban invadir la pantalla del televisor.

Al final de la cena, una vez mas Philip quiso ensenar a su hijo a jugar al ajedrez. Sin embargo el pequeno encontraba tonto que el alfil solo pudiese moverse en diagonal y, ademas, ?no seria mejor hacer avanzar todos los peones al mismo tiempo para atacar las torres del castillo? La tentativa concluyo en una partida de siete y medio. Luego, esa misma noche, cuando el nino estuviera arropado y le hubiese contado un cuento, Philip bajaria a decirle buenas noches a su mujer y volveria a su despacho. «Prefiero trabajar ahora un rato y manana tener tiempo para estar con vosotros», argumentaria con una sonrisa a Mary. Estaria a su lado «mas tarde», en el sueno y la ternura de sus brazos.

Dejo de llover tan solo al amanecer. Las aceras mojadas brillaban bajo la palida luz de la manana. Thomas ya se habia levantado y se dirigia al salon. Mary habia oido el ruido de los escalones de la entrada y se puso la bata, que habia dejado al pie de la cama. El nino ya estaba al pie de la escalera cuando sono el timbre y puso la mano sobre el pomo de la puerta para abrirla.

– Tom, ?te he dicho mil veces que no toques la puerta!

El nino se volvio y miro con fijeza a su madre. Ella bajo y llego a su lado, aparto a su hijo, que se coloco detras, y abrio la puerta. Una mujer vestida con un traje chaqueta azul marino, cuya seriedad contrastaba con la atmosfera de aquel domingo de otono, estaba en el descansillo, tan derecha como un palo.

Mary levanto la ceja izquierda. Cultivaba cuidadosamente esta expresion que desencadenaba las risas de su hijo y la sonrisa de su marido; esta mimica se habia vuelto un gesto habitual con el que expresar su asombro.

– ?Vive aqui el senor Nolton? -pregunto la desconocida.

– ?Y tambien la senora Nolton!

– Tendria que ver a su marido, me llamo…

– ?En domingo y antes de que pase el lechero! ?Que oportuno!

La mujer no intento terminar la frase ni tampoco disculparse por la temprana intrusion. Ella insistio, tenia que ver a Philip lo antes posible. Mary quiso saber que era lo que justificaba que tuviese que despertar a su marido en el unico dia de la semana que este podia descansar. Puesto que el «tengo que verle» no le parecio un motivo suficiente, la invito a que volviese a una hora mas propia.

La mujer lanzo una mirada furtiva al coche que se hallaba estacionado delante de la casa y reitero su peticion.

– Se que es muy temprano, pero hemos viajado toda la noche y nuestro avion sale dentro de pocas horas. No podemos esperar.

Entonces Mary presto atencion al vehiculo que estaba alli aparcado. Un hombre corpulento iba al volante. Habia otra mujer en la parte de delante, con la cabeza pegada a la ventanilla. Estaba muy lejos para que Mary lograra distinguir sus rasgos, incluso frunciendo los ojos. Sin embargo, le parecio que sus miradas se cruzaban. Habian bastado unos segundos de distraccion para que la intrusa intentase entrar en su casa; habia levantado la voz y llamaba a Philip a gritos. Mary le dio con la puerta en las narices.

– ?Que sucede?

Philip aparecio en lo alto de la escalera. Mary se dio la vuelta, sobresaltada.

– No lo se. Una loca que quiere hablar contigo -respondio irritada-, y que no quiere confesarme que es una de tus ex. ?A menos que no sea su companera, la que espera en el coche que esta enfrente de nuestra casa!

– No entiendo nada de lo que dices. ?Donde esta Thomas? -pregunto medio dormido al bajar por las escaleras.

– En el Senado. ?Da una conferencia esta manana!

Paso por delante de Mary bostezando, la beso en la frente y abrio la puerta. La mujer no se habia movido ni un milimetro.

– Perdon por haberle despertado asi, pero tengo absoluta necesidad de hablar con usted.

– La escucho -contesto el con un ademan seco.

– ?En privado! -anadio.

– Puede hablar con libertad delante de mi esposa.

– Tengo instrucciones muy precisas.

– ?Sobre que tema?

– Lo de «en privado» forma parte de ellas.

Philip lanzo una mirada interrogadora a Mary. Ella le contesto con uno

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