– No estoy seguro de que vaya a aguantar mucho mas -dijo Paul con la palangana en la mano.

La enfermera Cybile sostenia a Arthur por los hombros para que no se cayera de la mesa de exploracion.

– ?Va a venir ya el capullo del medico o tendre que ir a buscarlo con un bate de beisbol? -revento Paul.

En la ultima planta del Mission San Pedro Hospital, sentado en una silla en la oscuridad de la habitacion de un enfermo, el interno Brisson mantenia una conversacion telefonica con su novia que habia decidido dejarle y lo llamaba desde la casa de el, detallando la lista de incompatibilidades que no les dejaban otra salida que separarse. El joven doctor Brisson se negaba a escuchar que era un egoista y un arribista y Vera Zlicker, por su parte, se negaba a confesarle que su ex novio la estaba esperando abajo en el coche, mientras ella hacia la maleta. Ademas, esa conversacion no podian mantenerla en una habitacion de hospital, su ruptura habria carecido de intimidad, concluyo ella. Brisson acerco el movil al monitor para que Vera oyera los pitidos debiles y regulares del corazon de su paciente. Con un hilo de voz, preciso que, dado su estado, no habia peligro de que les molestara.

Mientras se preguntaba si la camiseta que estaba doblando era suya, Vera hizo una breve pausa. Le resultaba muy dificil concentrarse en dos temas al mismo tiempo. Brisson creyo que ella dudaba por fin, pero entonces Vera pregunto si no era una imprudencia seguir con la conversacion, porque siempre le habian dicho que los telefonos moviles interfieren en los aparatos medicos. El interno vocifero que, en ese momento, le importaba un bledo y le ordeno a su ya ex novia que tuviera la cortesia de esperar a que terminase la guardia, al dia siguiente por la manana. Exasperado, Brisson apago el busca que sonaba en su bolsillo por tercera vez. En el otro extremo de la linea telefonica, Vera acababa de colgar.

Una vena situada en la parte posterior del cerebro habia sufrido el impacto de los cristales rotos del escaparate. En el transcurso de las tres primeras horas que siguieron al accidente, una cantidad minima de sangre habia brotado del vaso danado, pero a ultima hora de la tarde la hemorragia provoco las primeras anomalias en el equilibrio y en la vision. Los mil miligramos de aspirina ingeridos por via sublingual modificaron la situacion significativamente. Diez minutos fueron suficientes para que las moleculas de acido acetilsalicilico fluidificaran la sangre con la que se estaban mezclando. A traves de la herida, el liquido se expandio por el cerebro como un rio que se desborda de su lecho. Cuando Arthur se dirigia al hospital, la hemorragia ya no hallo terreno por el que avanzar bajo la boveda del craneo, asi que empezo a comprimir las meninges.

La primera de las tres membranas que recubren el encefalo reacciono de inmediato. Creyendo que se trataba de una infeccion, ejercio el papel que tenia asignado. Pasadas las diez de la noche, se inflamo para tratar de contener al agresor. En cuestion de horas, el hematoma que se estaba formando habria comprimido el cerebro lo suficiente para detener las funciones vitales. Arthur se sumia en la inconsciencia. Paul llamo a la enfermera y ella le rogo que tuviera a bien esperar en su sillon: el interno de guardia era muy estricto respecto al reglamento.

Paul no tenia derecho a permanecer de este lado del cristal.

No lejos de alli, las puertas del ascensor se abrieron al vestibulo de Urgencias de otro hospital. Lauren avanzo hasta la garita de recepcion y cogio una nueva carpeta de manos de Betty.

El hombre, de cuarenta y cinco anos, habia llegado con una herida profunda en el abdomen, consecuencia de un navajazo desafortunado. Justo despues de su ingreso, su saturacion habia caido por debajo del umbral critico, signo de una hemorragia importante. Su corazon mostraba signos de fibrilacion inminente y Lauren decidio intervenirlo antes de que fuera demasiado tarde. Practico una incision generosa para poder obturar la vena que sangraba en abundancia. Sin embargo, el arma blanca, al retirarse, habia causado otros destrozos. En cuanto consiguio remontar la presion sanguinea del herido, exploro por debajo de la primera herida.

Lauren tuvo que hundir la mano en el vientre del hombre y, con el pulgar y el indice, presiono parte del intestino delgado para detener la hemorragia principal. La maniobra fue habil y la presion continuo subiendo. Betty dejo el desfibrilador y aumento el flujo de la perfusion. Lauren se encontraba en una postura poco confortable de la cual le resultaba imposible liberarse, pues la presion que ejercia era vital.

Cuando llego el equipo de cirujanos, cinco minutos despues, Lauren los acompano al quirofano con la mano todavia en el abdomen del paciente.

Veinte minutos despues, el cirujano jefe le comunico que podia retirar la mano y dejarlos terminar: habia logrado contener la hemorragia. Lauren volvio al vestibulo de Urgencias con la muneca entumecida. Alli, el trafico de pacientes continuaba sin tregua.

Brisson entro en la cabina. Leyo el historial y observo que las constantes vitales de Arthur eran estables. Solo la somnolencia podia resultar preocupante. Desobedeciendo las consignas de la enfermera, Paul interpelo al interno en cuanto este salio de la cabina de exploracion.

El medico de guardia le rogo de inmediato que fuese a esperar en la zona reservada para los acompanantes. Paul replico que en ese hospital desertico no sucederia nada porque el sobrepasara unos metros una linea amarilla trazada sobre un suelo, por otra parte, bastante deslucido. Brisson hincho el pecho y le dijo, con tono autoritario, que si queria que hablasen, se mantuviera al otro lado de la linea en cuestion.

Dudando entre estrangular al interno ahi mismo o esperar a conocer el diagnostico, Paul obedecio. Satisfecho, el joven medico senalo que, de momento, no podia decir nada. Enviaria a Arthur a radiologia lo antes posible. Paul menciono el escaner, pero el hospital no disponia de tales aparatos. El doctor Brisson lo tranquilizo lo mejor que pudo: si las placas radiograficas dejaban entrever el menor problema, transferiria a Arthur a un centro mas especializado a la manana siguiente.

Paul pregunto por que no lo hacia ahora, pero el medico no lo creia oportuno. Desde su ingreso en el Mission San Pedro Hospital, Arthur estaba bajo su responsabilidad. Paul, entonces, penso donde podria ocultar el cuerpo del interno despues de estrangularlo.

Brisson dio media vuelta y subio a otra planta. Iba a buscar un aparato de radiografias portatil. Cuando desaparecio, Paul entro en el box y sacudio a Arthur.

– No te duermas, no debes dejarte llevar, ?me oyes?

Arthur levanto los parpados; tenia la mirada vidriosa y…

– Paul, ?recuerdas el dia exacto en que termino nuestra adolescencia?

– No es muy dificil: ?fue hace dos dias! Estas mejor, ahora deberias descansar.

– Cuando volvimos del internado, ya nada estaba en su sitio y dijiste: «Llega un dia en que la casa de uno ya no es donde crecio». Yo queria volver atras, pero tu no.

– Conserva las fuerzas, ya tendremos tiempo de hablar de todo eso mas tarde.

Paul miro a Arthur, cogio una toalla y abrio el agua del grifo del lavabo. Una vez escurrida, la coloco sobre la frente de su amigo. Arthur parecio aliviado.

– Hoy he hablado con ella. Durante todo este tiempo, algo en mi interior me decia que tal vez estuviera alimentando una ilusion. Que ella era un refugio, una forma de estar tranquilo, porque deseando alcanzar lo inaccesible no se corre ningun riesgo.

– Fui yo quien te dijo eso el fin de semana, cretino; pero ahora olvidate de mis necedades filosoficas, solo estaba enfadado.

– ?Y que es lo que te hacia enfadar?

– Que ya no pudieramos ser felices al mismo tiempo.

– Para mi, eso es envejecer.

– Esta bien envejecer, ?sabes? Es una gran suerte. Voy a confiarte un secreto: cuando miro a personas ancianas, a menudo las envidio.

– ?Por su vejez?

– ?Por haber llegado a ella, por haber vivido hasta entonces!

Paul miro el tensiometro: la presion sanguinea habia vuelto a bajar. Apreto los punos, convencido de que habia que actuar. Ese matasanos estaba a punto de acabar con lo mas preciado que tenia en el mundo, el amigo que constituia su unica familia.

– Incluso si no salgo de esta, no le digas nada a Lauren.

– Si es para decir estas chorradas, mejor ahorrate las palabras.

Arthur ladeo la cabeza y perdio el conocimiento. Eran las dos menos cuarto y, en el reloj de la cabina de

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