– No, que yo recuerde, pero me referia a mi trabajo: nosotros tambien trabajamos sin tener en cuenta las horas.
– ?Y que hace su novio?
– Es la segunda vez que me pregunta si estoy soltera.
– Su corazon late mucho mas deprisa, preferiria hacerlo examinar por uno de mis colegas.
Arthur se arranco el brazalete del tensiometro y se puso en pie.
– ?Ahora es usted la que esta angustiada!
Queria irse a descansar. Manana todo iria bien. Prometio que se haria mirar la tension en los proximos dias y, si habia cualquier cosa anormal, lo consultaria de inmediato.
– ?Me lo promete? -insistio Lauren.
Arthur suplico al cielo que dejara de mirarlo de aquel modo. Si su corazon no estallaba en cualquier momento, la tomaria entre sus brazos para decirle que estaba loco por ella, que le resultaba imposible vivir en la misma ciudad sin que se hablaran. Se lo contaria todo, suponiendo que le diera tiempo a hacerlo antes de que ella llamara a seguridad y lo hiciera ingresar para siempre. Cogio su chaqueta, o mas bien lo que quedaba de ella, se nego a ponersela delante de ella y le dio las gracias. Estaba saliendo de la cabina cuando oyo que lo llamaba.
– ?Arthur?
Esta vez, sintio los latidos del corazon en el interior de la cabeza. Se dio la vuelta.
– Se llama asi, ?verdad?
– Si -articulo el con la boca totalmente seca.
– ?Su receta! -dijo Lauren, tendiendole la hoja rosa.
– Gracias -contesto Arthur, al tiempo que cogia el papel.
– Ya me las ha dado. Pongase la chaqueta: a esta hora la noche refresca, y su organismo ya ha tenido su dosis de agresiones por hoy.
Arthur se puso una manga con torpeza, y justo antes de fue se volvio y miro largamente a Lauren.
– ?Que pasa? -pregunto esta.
– Lleva un mochuelo en el bolsillo -le contesto con una sonrisa triste en los labios.
Luego abandono la cabina.
Cuando atravesaba el vestibulo, Betty lo llamo desde el otro lado del cristal. Arthur se acerco, atontado.
– Firme aqui y sera libre -le dijo, presentandole una gran libreta negra.
Arthur puso su rubrica en el registro de Urgencias.
– ?Esta seguro de que se encuentra bien? – quiso saber la enfermera jefe-. Parece mareado.
– Es bastante probable -contesto el, alejandose.
Mientras Arthur esperaba un taxi bajo la marquesina de Urgencias, en la garita donde Betty clasificaba las fichas de ingresos, Lauren lo miraba sin que el se diera cuenta.
– ?No crees que se le parece un poco?
– No se de quien estas hablando -contesto la enfermera, con la cabeza hundida en sus carpetas-. A veces me pregunto si trabajamos en un hospital o en una administracion.
– Ambas cosas, creo yo. Corre, mirale y dime que te parece. No esta nada mal, ?no?
Betty se levanto las gafas, echo un breve vistazo y volvio a sumergirse en sus papeles. Un vehiculo de la Yellow Cab Company acababa de detenerse, Arthur subio y el coche se alejo.
– ?Nada que ver! -dijo Betty.
– ?Has mirado dos segundos!
– SI, pero, es la centesima vez que me preguntas lo mismo, asi que ya estoy entrenada; ademas, ya te he dicho que tengo un don para recordar caras. Si ese fuera tu hombre te habria reconocido de inmediato: no era yo la que estaba en coma.
Lauren cogio una pila de hojas y ayudo a la enfermera clasificarlas.
– Hace un momento, mientras lo examinaba, he dudad de verdad.
– ?Por que no se lo has preguntado?
– Ya me veo diciendole a un paciente: «Mientras yo salia del coma, ?por casualidad no paso usted quince dias sentado a los pies de mi cama?»
Betty rio de buena gana.
– Creo que esta noche he vuelto a sonar con el Pero al despertarme, nunca consigo acordarme de sus rasgos.
– Si fuese el, lo habrias reconocido. Tienes a veinte «clientes» esperandote, deberias sacarte esas ideas de la cabeza e ir a trabajar. Y gira pagina, tienes a alguien en tu vida ?no es verdad?
– ?Pero estas segura de que no era el? -insistio Lauren en voz baja.
– ?Del todo!
– Hablame de el otra vez.
Betty abandono su monton de documentos y giro sobre su taburete.
– ?Que quieres que te diga?
– La verdad es que resulta increible -se sublevo Lauren-. Un departamento entero frecuento a ese hombre durante dos semanas y no consigo encontrar a una sola persona que sepa nada de el.
– Habra que pensar que era de naturaleza discreta -refunfuno Betty grapando un fajo de hojas de color de rosa.
– ?Y nadie se preguntaba que estaba haciendo aqui?
– A partir del momento en que tu madre toleraba su presencia, nosotros no teniamos por que meternos. ?Todo el mundo pensaba que era un amigo tuyo, o incluso tu novio! Y habia varias mujeres celosas en la planta. Mas de una te lo habria quitado encantada.
– Mama cree que era un paciente; Fernstein, que era un pariente, y tu, que era mi novio. Decididamente, nadie consigue ponerse de acuerdo.
Betty carraspeo y se levanto para coger una resmilla de papel. Se dejo caer las gafas sobre la nariz y miro a Lauren con aspecto grave.
– ?Tu tambien estabas ahi!
– ?Que intentais ocultarme entre todos?
Disimulando su incomodidad, la enfermera sumergio de nuevo la cabeza entre los papeles.
– ?Nada en absoluto! Se que puede parecer extrano, pero lo unico increible es que salieras adelante sin secuelas, y deberias dar gracias al cielo en lugar de empenarte en inventar misterios.
Betty golpeo la campanilla que tenia delante y llamo al numero 125. Puso una carpeta en las manos de Lauren y le hizo una sena para que volviera a su puesto.
– Mierda, soy yo el medico jefe aqui -protesto la joven, mientras entraba en la cabina numero 4.
Capitulo 7
El taxi dejo a Arthur delante de su casa. Busco las llaves sin exito y dudo antes de llamar a la senora Morrison porque no le oiria. Observo entonces que de un balcon bajaba un hilillo de agua, levanto la cabeza y vio que su vecina estaba regando las plantas. Le hizo una sena con la mano y la anciana se asusto al verlo en tan penoso estado. La puerta crepito al abrirse.
La senora Morrison, en el rellano y con las manos en las caderas, lo miraba circunspecta.
– ?Acaso sales con una boxeadora?
– No, ha sido un sidecar quien se ha enamorado de mi -dijo Arthur.
– ?Has tenido un accidente de moto?
– ?De peaton! Y para colmo, ni siquiera estaba cruzando la calle, me han atropellado delante de Macy's.
– ?Que estabas haciendo alli?
Puesto que la correa habia quedado sepultada bajo los cristales rotos del escaparate, prefirio no decirle nada