– Dejame en Union Square, que tengo que comprar una cosa.
– ?Se puede saber por que quieres comprar una correa si no tienes perro?
– ?Es para una amiga!
– Dime una cosa: ?tiene perro, al menos?
– Tiene setenta y nueve anos, por si eso te tranquiliza.
– La verdad es que no mucho -suspiro Paul mientras paraba junto a la acera delante de los grandes almacenes Macy's.
– ?Donde quedamos para cenar? -pregunto Arthur, al bajar del coche.
– En Cliff House a las ocho. Haz un esfuerzo, porque la ultima vez no te significaste por tu buena educacion. Tienes una segunda oportunidad para dar buena impresion. Procura no meter la pata.
Arthur miro como se alejaba el cabriole, echo un vistazo al escaparate y entro por la puerta giratoria de los grandes almacenes.
El anestesista senalo la inflexion del trazo en el monitor. Comprobo de inmediato la saturacion sanguinea. El equipo observo el cambio que acababa de operarse en los rasgos del medico. Su instinto le habia puesto en guardia.
– ?Hemorragia? -pregunto.
– De momento no aparece en la imagen -dijo Fernstein, inclinandose hacia el monitor del doctor Peterson.
– ?Algo no marcha bien! -afirmo el anestesista.
– Hare otra eco -replico el especialista encargado de la imagen.
La atmosfera serena que reinaba en el quirofano desaparecio repentinamente.
– ?Se viene abajo! -replico con sequedad el doctor Cobbler, aumentando el flujo de oxigeno.
Lauren se sintio impotente. Miro a Fernstein y comprendio por la expresion del profesor que el momento era critico.
– Cojale la mano -le murmuro el medico.
– ?Que hacemos? -le pregunto Lalonde a Fernstein.
– ?Continuamos! Adam, ?que dice la ecografia?
– Poca cosa por ahora -contesto el medico.
– Tengo un principio de arritmia -indico Norma, al ver el parpadeo en el electrocardiografo.
Richard Lalonde golpeo rabiosamente el aparato con la palma de la mano.
– ?Diseccion de la arteria cerebral posterior! -ordeno secamente.
Todos los miembros del equipo se miraron. Lauren contuvo el aliento y cerro los ojos. Eran casi las cinco y media. Al cabo de un minuto, el tabique danado de la arteria que irrigaba la parte posterior del cerebro de Marcia se desgarro dos centimetros. Bajo la presion de la sangre que brotaba a chorros, el desgarro se amplio aun mas. La ola desencadenada por la herida abierta invadio la cavidad craneal. A pesar del drenaje que Fernstein implanto de inmediato, el nivel no dejo de aumentar en el interior del craneo, ahogando al cerebro a gran velocidad.
Cinco minutos despues, bajo la mirada impotente de cuatro medicos y varias enfermeras, Marcia dejo de respirar para siempre. La mano de la pequena, que Lauren retenia en la suya, se abrio como para liberar un ultimo aliento de vida oculto en la palma.
En silencio, el equipo salio del quirofano y se disperso por el pasillo. Nadie pudo hacer nada. El tumor, en su malignidad, habia escondido a los mas sofisticados aparatos de la medicina moderna el aneurisma de una pequena arteria en el cerebro de la nina.
Lauren se quedo sola, reteniendo aun aquellos deditos inertes. Norma se acerco y los separo de la mano de la joven neurocirujana.
– Vamonos.
– Se lo habia prometido -murmuro Lauren.
– Pues es el unico error que ha cometido hoy.
– ?Donde esta Fernstein? -pregunto.
– Debe de haber ido a hablar con los padres de la nina.
– Hubiera querido hacerlo yo.
– Creo que ya ha tenido suficientes emociones por hoy. Y si me permite un consejo, antes de volver a su casa, de un paseo por unos grandes almacenes.
– ?Para que?
– ?Para ver vida, vida a montones!
Lauren acaricio la frente de Marcia y cubrio los ojos de la nina con la sabana verde. Luego, abandono la sala.
Norma la vio alejarse por el pasillo. Sacudio la cabeza y apago los focos del quirofano. La estancia se sumio en la penumbra.
Arthur encontro lo que buscaba en la tercera planta de los grandes almacenes: una correa extensible que haria las delicias de la
Se alejo de la caja central, donde acababa de pagar su compra. Por el camino, una mujer que estaba eligiendo un pijama para hombre le dirigio una sonrisa. Arthur se la devolvio y fue hacia la escalera mecanica.
Ya en los peldanos, una mano delicada se poso sobre su hombro. Arthur se dio la vuelta y la mujer descendio un escalon para acercarse.
De todos sus lios amorosos, solo habia uno que lamentaba haber vivido…
– ?No me digas que no me has reconocido! -exclamo Carol-Ann.
– Perdoname, estaba en otra parte.
– Lo se, me entere de que vivias en Francia. ?Estas mejor? -pregunto su ex con aire compasivo.
– Si, ?por que?
– Tambien me entere de que esa chica por la que me dejaste… en fin, supe que te habias quedado viudo, que cosa mas triste…
– ?De que estas hablando? -replico Arthur, perplejo.
– Me encontre con Paul en un coctel el mes pasado. Lo siento muchisimo, de veras.
– Me ha encantado verte, pero tengo prisa -contesto Arthur.
Quiso bajar unos peldanos mas, pero Carol-Ann se aferro a su brazo y le mostro orgullosamente la sortija que brillaba en su dedo.
– La semana que viene celebramos nuestro primer ano de casados. ?Te acuerdas de Martin?
– No mucho -contesto Arthur, rodeando la baranda para coger la escalera que bajaba a la primera planta.
– ?No puede ser que te hayas olvidado de Martin! ?Era el capitan del equipo de hockey! -lo regano Carol-Ann, orgullosa.
– ?Ah, si, un tipo alto y rubio!
– Muy moreno.
– Moreno, pero alto.
– Muy alto.
– ?Lo ves? -dijo Arthur, mirandose la punta de los zapatos.
– Asi que ?sigues sin rehacer tu vida? -pregunto Carol-Ann con el mismo aire compasivo.
– ?Pues si! ?Visto y no visto, asi es la vida! -exclamo Arthur, cada vez mas exasperado.
– No me digas que un chico como tu sigue soltero.
– No, no te lo digo porque seguramente lo habras olvidado dentro de diez minutos y tampoco tiene gran importancia -mascullo Arthur.
Nueva baranda y nuevas esperanzas de que Carol-Ann tuviera otras compras que hacer en aquella planta, pero le siguio hasta la baja.
– Tengo un monton de amigas solteras. Si vienes a nuestra fiesta de aniversario, te presentare a la proxima