Lauren estaba hecha un ovillo en el sofa, en albornoz y con gruesos calcetines de lana. Abandono la lectura para seguir con una mirada divertida a
Unos minutos mas tarde,
La operacion del dia siguiente la tenia inquieta, pues presentia que Fernstein la pondria al mando. Desde que habia decidido retirarse a finales de ano, el viejo profesor la solicitaba cada vez mas, como si quisiera acelerar su formacion. Cuando volvio a casa, Lauren releyo sus notas una y otra vez a la luz de la lampara de cabecera.
La senora Morrison disfrutaba de la velada. En la cocina, secaba los platos que Arthur iba lavando.
– ?Puedo hacerte una pregunta?
– Todas las que quiera.
– A ti no te gusta el karate, y no me digas que un joven como tu solo ha encontrado a una anciana de ochenta anos para compartir el domingo por la noche.
– Eso no es una pregunta, es una afirmacion, senora Morrison.
La anciana puso una mano sobre la de Arthur e hizo una mueca.
– ?Claro que es una pregunta! Esta implicita y tu la has entendido muy bien. Y basta ya de senora Morrison: ?llamame Rose!
– Me ha gustado pasar esta velada del domingo en su compania, ?responde eso a su pregunta implicita?
– ?Hijo mio, tienes la mirada de alguien que se esconde al abrigo de la soledad!
Arthur se quedo mirando a la senora Morrison.
– ?Quiere que saque a pasear al perro?
– ?Es una amenaza o una proposicion? -replico Rose.
– ?Ambas cosas!
La senora Morrison fue a despertar a
– ?Por que le puso ese nombre? -pregunto Arthur en el umbral de la puerta.
La anciana le confeso al oido que era el nombre de pila de su mejor amante.
– Yo tenia treinta y ocho anos y el cinco menos, o quiza diez. A mi edad, empieza a fallar la memoria cuando conviene. Era un cubano sublime. Bailaba como un dios y era bastante mas despierto que este
– La creo de todo corazon -dijo Arthur, tirando de la correa del perrito, que frenaba con las cuatro patas su avance por el pasillo.
– ?Ay, La Habana! -suspiro la senora Morrison, volviendo a cerrar su puerta.
Arthur y
– ?Que tal la velada? -pregunto Paul.
– Excelente.
– ?Que estas haciendo?
– Oye, Paul, ?cuanto tiempo puede quedarse un perro olisqueando la base de un arbol?
– Voy a colgar -contesto Paul, perplejo-, y me voy a la cama rapidamente antes de que me hagas otra pregunta.
A dos edificios de distancia, en el ultimo piso de una casita victoriana que daba a Green Street, se apago la luz del dormitorio de una joven neurocirujana.
Capitulo 5
El despertador de la mesilla de noche arranco a Lauren de un sueno tan profundo que le resulto doloroso abrir los ojos. El cansancio acumulado a lo largo de aquel ano la sumergia, algunas mananas, en el humor gris de las primeras horas del dia. Todavia no eran las siete cuando dejo el Triumph en el aparcamiento del hospital. Diez minutos mas tarde, abandono la planta baja de Urgencias y se presento en la habitacion 307. Un monito descansaba bajo el cuello protector de una jirafa. Un poco mas alla, un osito blanco velaba por ellos. Los animales de Marcia aun estaban durmiendo en la repisa de la ventana. Lauren miro los dibujos colgados en la pared, unos dibujos muy habiles para ser de una nina que desde hacia meses solo veia de memoria.
Lauren se sento en la cama y acaricio la frente de Marcia, que se desperto.
– Cu-cu -dijo Lauren-. Hoy es el gran dia.
– Aun no -contesto Marcia, levantando los parpados-. De momento aun es de noche.
– No por mucho tiempo, carino, no por mucho tiempo. Enseguida vendran a buscarte y te prepararan.
– ?Te quedas conmigo? -pregunto Marcia, inquieta.
– Yo tambien tengo que ir a prepararme, nos encontraremos en la entrada del quirofano.
– ?Eres tu quien va a operarme?
– Yo ayudare al profesor Fernstein, el de la voz muy grave, como tu dices.
– ?Tienes miedo? -quiso saber la pequena.
– Te me has adelantado: iba a hacerte la misma pregunta.
La nina dijo que ella no tenia miedo, pues confiaba.
– Ahora me voy arriba, nos veremos enseguida.
– Esta noche habre ganado mi apuesta.
– ?Que has apostado?
– Adivine el color de tus ojos y lo escribi en un papel; esta doblado en el cajon de mi mesilla de noche, lo abriremos las dos juntas despues de la operacion.
– Te lo prometo -dijo Lauren mientras se iba. Marcia se agacho, ignorando totalmente la presencia de Lauren, que permanecia en el umbral de la puerta mirandola en silencio, y se deslizo debajo de la cama.
– Se muy bien que estas escondido en alguna parte, pero no hay ningun motivo para tener miedo -dijo la pequena. Su mano palpaba el suelo, en busca de un peluche. Sus dedos rozaron el pelaje del mochuelo y lo coloco frente a ella.
– Tienes que salir de aqui, no hay ningun motivo para temer la luz -dijo-. Si confias en mi, yo te ensenare los colores; confias en mi, ?verdad? A cada uno le llega su turno, ?crees que a mi no me daba miedo la oscuridad? Es dificil describir la luz del dia, ?sabes? Es bonito y ya esta. Yo prefiero el verde, pero el rojo tambien me gusta mucho, los colores tienen olores, asi es como se los reconoce; espera, no te muevas, te lo voy a ensenar.
La pequena salio de su escondite y se dirigio lo mejor que pudo a la mesita de noche. Cogio un platito y un vaso que tenia escondidos alli. Una vez instalada de nuevo debajo del somier, le mostro orgullosamente una fresa y dijo, con voz resuelta: -Este es el rojo, y este es el verde -anadio, avanzando el vaso con menta.
– ?Ves que bien huelen los colores? Si quieres, puedes probarlos; a mi no me dejan, es por la operacion: debo tener el estomago vacio.
Lauren avanzo hacia la cama.
– ?Con quien estas hablando? -le pregunto a Marcia.
– Ya sabia que estabas ahi. Estoy hablando con un amigo, pero no te lo puedo ensenar: se esconde todo el tiempo porque le da miedo la luz y las personas tambien.
– ?Como se llama?