– ?
– ?Por que?
– No lo puedes entender.
Lauren se arrodillo.
– ?Puedo venir debajo de la cama contigo?
– Si no te da miedo la oscuridad…
La pequena se aparto y dejo que Lauren se metiera debajo del somier.
– ?Puedo llevarmelo ahi arriba?
– No; es un reglamento estupido, pero no se admiten animales en las salas de operaciones; aunque eso cambiara algun dia, no te preocupes.
El dia se anunciaba radiante y Arthur prefirio caminar hasta el estudio de arquitectura de Jackson Street. Paul lo esperaba en la calle.
– ?Y bien? -le pregunto, al tiempo que su rostro risueno aparecia por la puerta entreabierta.
– ?Y bien, que? -contesto Arthur, pulsando el boton de la maquina de cafe.
– ?Cuanto rato le llevo al perro?
– ?Veinte minutos!
– ?Que envidia me dan tus veladas, colega! Hable por telefono con nuestras amigas de Carmel, han vuelto y estan dispuestas a cenar con nosotros esta noche. Traete al chucho si te da miedo aburrirte.
Paul dio unos golpecitos en la esfera de su reloj; era hora de irse. Tenian una cita en el estudio con un cliente importante.
Lauren entro en la cabina de esterilizacion. Con los brazos extendidos, se puso la bata que le presentaba una enfermera. Una vez pasadas las mangas, se ato los cordones a la espalda y avanzo hacia la pila de acero. Nerviosa, la joven neurocirujana se lavo minuciosamente las manos. Despues de secarselas, la enfermera le rocio las palmas con talco y abrio unos guantes esteriles que Lauren se puso enseguida. Con el casquete azul claro en la cabeza y la mascarilla en la boca, respiro hondo y entro en el quirofano.
Detras del panel de control, Adam Peterson, especialista en neuroimagen funcional, controlaba el buen funcionamiento del ecografo preoperatorio. Las imagenes de IRM del cerebro de Marcia ya estaban en el aparato. Comparandolas con las que se fueran haciendo en tiempo real con el ecografo, el ordenador podria establecer con precision la porcion de tumor a extirpar en el curso de la operacion.
Durante el proceso, el ecografo de Adam entregaria nuevas imagenes, revisadas, del cerebro de la pequena. El profesor Fernstein entro unos minutos despues, acompanado por su colega, el doctor Richard Lalonde, que se habia desplazado desde Montreal.
El doctor Lalonde saludo al equipo, se instalo detras del aparato de neuronavegacion y cogio las dos asas. Sabiamente manipulados por el cirujano, los brazos mecanicos conectados al ordenador principal cortarian al milimetro la masa tumoral. A lo largo de toda la intervencion, la precision quirurgica seria esencial. Una desviacion infima en la trayectoria podia privar a Marcia del habla o de la capacidad de deambulacion. Y, al reves, un exceso de prudencia haria inutil la operacion. Silenciosa y concentrada, Lauren recordaba cada detalle del procedimiento que no tardaria en empezar y para el que llevaba varias semanas preparandose.
La camilla con Marcia llego por fin al quirofano. Las enfermeras la trasladaron con sumo cuidado a la mesa de operaciones y colgaron de una pertiga la bolsa del gotero que llevaba en la vena del brazo.
Norma, la mas veterana de las enfermeras del hospital, le explico a Marcia que acababa de adoptar a un cachorro de panda.
– ?Y como se lo ha traido aqui? ?Esta permitido? -pregunto la nina.
– No -contesto Norma, riendose-. Se va a quedar en su casa, en China, pero nosotros hacemos donaciones para que lo cuiden hasta que puedan destetarle.
Norma anadio que aun no habia encontrado un nombre para el animal; ?que nombre habia que ponerle a un panda? Mientras la pequena reflexionaba sobre la pregunta, Norma conecto al electrocardiografo los parches que llevaba adheridos al torax, y el anestesista le pincho el indice con una aguja minuscula. Esta sonda le permitiria controlar en tiempo real la saturacion de los gases sanguineos. Aplico una inyeccion a la bolsa del gotero y le aseguro a Marcia que podria pensar en el nombre del panda despues de la operacion: ahora tenia que contar hasta diez. El anestesico descendio a lo largo del cateter y penetro en la vena. Marcia se durmio entre el dos y el tres. El anestesista comprobo de inmediato las constantes vitales en los diferentes monitores. Norma ajusto un aro a la frente de Marcia con el fin de evitar cualquier movimiento de la cabeza.
Como si fuera un experimentado director de orquesta, el profesor Fernstein echo un rapido vistazo a todo su equipo. Desde su puesto, cada uno de los miembros contesto que estaba listo. Fernstein dio la senal al doctor Lalonde y este empezo a manipular las asas del aparato de neuronavegacion, bajo la mirada atenta de Lauren.
La incision inicial se practico a las 9 h. y 27 minutos. Acababa de empezar un viaje de doce horas a las regiones mas profundas del cerebro de una nina.
El proyecto de Arthur y Paul complacio, al parecer, a sus clientes. Los directores del consorcio por el que concursaban para la creacion de una nueva sede social se habian reunido alrededor de la gran mesa de caoba de la sala de juntas. Despues de que Arthur se pasara la manana detallando las perspectivas del futuro vestibulo, de los espacios de reunion y de las zonas comunes, Paul tomo el relevo a mediodia para comentar los dibujos y los cuadros que se proyectaban en una pantalla a su espalda. Cuando el reloj de pared de la sala marco las cuatro de la tarde, el presidente de la sesion agradecio a los dos arquitectos el trabajo que habian realizado. Los miembros del directorio se reunirian antes del fin de semana para decidir cual de los dos proyectos finalistas obtendria el contrato.
Arthur y Paul se levantaron y saludaron a sus anfitriones antes de marcharse. En el ascensor, Paul bostezo largo rato.
– Creo que nos ha salido bien, ?no?
– Seguramente -contesto Arthur en voz baja.
– ?Te preocupa algo? -le pregunto su amigo.
– ?Crees que en Macy's venderan correas extensibles?
Paul levanto los ojos y los brazos al cielo. La campanilla sono y las puertas de la cabina se abrieron en el sotano tercero del aparcamiento.
Antes de sentarse al volante, Paul hizo algunas flexiones.
– Estoy hecho polvo -dijo-. Los dias como este son demasiado agotadores.
Arthur entro en el coche sin hacer ningun comentario.
El ritmo cardiaco de Marcia era estable. Fernstein pidio un incremento progresivo de anestesia. Una segunda serie de ecografias confirmo que la extirpacion seguia su curso normal. Milimetro a milimetro, los brazos electronicos, manipulados por el doctor Lalonde, cortaban el tumor situado en el lobulo occipital del cerebro de la nina e iban remontando capas hacia la superficie. Transcurridas cuatro horas, el medico levanto la cabeza.
– ?Relevo! -pidio el cirujano, cuyos ojos habian alcanzado el umbral limite de la fatiga.
Fernstein le hizo una sena a Lauren para que se sentara ante el aparato. La joven tuvo un instante de vacilacion, pero hallo las fuerzas que le faltaban en la mirada tranquilizadora de su profesor. Habia repetido esos gestos mil veces en simulaciones, pero hoy una vida dependia de su actuacion.
En cuanto se puso al mando, los nervios desaparecieron. Estaba radiante porque con el extremo de aquellas pinzas la joven acariciaba un sueno.
Las manejaba a la perfeccion y con una habilidad absoluta. El equipo observaba su actuacion y Norma leyo en la mirada del profesor lo orgulloso que se sentia de su alumna.
Lauren opero sin descanso durante tres horas. Cuando ya deseaba que la reemplazaran, el ordenador indico que la extirpacion estaba realizada en un setenta y seis por ciento. Lalonde volvio a su sitio y, con un guino, felicito a su joven colega.
– Te dejo en el despacho y me voy a casa volando.