Tumbada en la litera de la celda de una comisaria de policia, Lauren se preguntaba como habia podido, en una noche, arruinar sus posibilidades de obtener el titulo de neurocirugia y perder siete anos de arduo trabajo.

Kali abandono la alfombra de lana. El dormitorio de la senora Kline le estaba vetado y la cristalera del balcon estaba entreabierta, asi que se colo por ella y asomo el hocico entre los barrotes de la barandilla. Siguio con la mirada una gaviota que planeaba a ras de las olas, olisqueo el aire fresco de primera hora de la manana y volvio a tumbarse en el salon.

Fernstein colgo el auricular en su soporte. La conversacion con el administrador del San Pedro se habia desarrollado segun lo previsto. Su colega ordenaria a Brisson que retirase su denuncia e ignoraria la sustraccion de la ambulancia; el, por su parte, no llevaria a cabo su amenaza de hacer intervenir a una comision que inspeccionara su servicio de Urgencias.

Y Paul recupero discretamente su coche del aparcamiento del Mission San Pedro, despues hizo un alto en una panaderia francesa de Sutter Street, y ahora conducia en direccion a Pacific Heights.

Aparco delante del edificio donde vivia una vieja dama de un encanto arrebatador. La noche anterior, habia salvado la vida de su mejor amigo. La senora Morrison estaba paseando a Pablo. Paul bajo del coche y la invito a compartir unos cruasanes calientes y ciertas noticias tranquilizadoras sobre Arthur.

Una enfermera entro sin hacer ruido en la sala 102 del servicio de reanimacion. Arthur estaba durmiendo. Cambio la bolsa que recogia las ultimas secreciones del hematoma y comprobo las constantes vitales del paciente. Satisfecha, apunto sus conclusiones en una hoja de color de rosa que guardo en la carpeta de Arthur.

Norma llamo a la puerta del despacho. Fernstein cogio del brazo a la mas veterana de las enfermeras y se la llevo al pasillo. Era la primera vez que se permitia un gesto de complicidad dentro del recinto hospitalario.

– Tengo una idea -dijo-. Vayamos a desayunar a orillas del oceano y luego a la playa a echar una cabezadita.

– ?No trabajas hoy?

– Ya he cumplido mi cupo esta noche, me tomo el dia libre.

– Tengo que informar a personal de que yo cojo el mio.

– Acabo de hacerlo en tu lugar.

Las puertas del ascensor se abrieron ante ellos. Dos anestesistas y un cirujano ortopedico saludaron al profesor que, contrariamente a lo que habia pensado Norma, no aparto su brazo al entrar en la cabina.

A las diez de la manana, un agente de policia entro en la celda donde Lauren se habia dormido. El doctor Brisson habia retirado la denuncia. El Mission San Pedro Hospital no deseaba perseguirla por «llevarse» una de sus ambulancias.

Una grua habia remolcado el Triumph hasta el aparcamiento de la comisaria. Lauren solo tenia que liquidar la factura del transporte y seria libre de volver a su casa.

En la acera, frente a comisaria, el sol deslumbraba. A su alrededor, la ciudad parecia haber cobrado vida y, sin embargo, Lauren se sentia extranamente sola. Subio al Triumph y continuo su camino alli donde lo habia dejado la noche anterior.

– ?Podre hacerle una visita? -pregunto la senora Morrison mientras acompanaba a Paul al otro extremo del rellano.

– Le dire algo en cuanto lo haya visto.

– Pase mejor a verme -dijo ella, colgandose del brazo de Paul-. Preparare una caja con galletitas para que manana se las lleve.

Rose volvio a entrar en su casa, cogio la copia de las llaves del apartamento de Arthur y fue a regarle las plantas.

Echaba mucho de menos a su vecino. Ante su sorpresa, Pablo decidio acompanarla.

Norma y el profesor Fernstein estaban tumbados en la arena de Baker Beach. El le cogio una mano mientras contemplaba una gaviota que revoloteaba en el cielo. El ave desplego las alas y jugo con las corrientes ascendentes.

– ?Que es lo que tanto te preocupa? -pregunto Norma.

– Nada -contesto Fernstein.

– Haras muchas otras cosas cuando dejes el hospital: viajaras, daras conferencias, y ademas te ocuparas del jardin, ?no es eso lo que hacen los jubilados?

– ?Me estas tomando el pelo?

Fernstein se volvio a mirarla fijamente.

– ?Me estas contando las arrugas? -le pregunto ella.

– ?Sabes? No he ejercido cuarenta anos como neurocirujano para acabar mi vida cortando tuyas y buganvillas. Pero tu idea de las conferencias y los viajes me ha gustado bastante, a condicion de que me acompanes.

– ?Hasta tal punto temes la jubilacion que me propones algo semejante?

– No, nada de eso; soy yo quien ha adelantado mi retiro. Me gustaria recuperar el tiempo perdido, desearia que te quedara algo de nosotros.

Norma se enderezo y miro tiernamente al hombre que amaba.

– Wallace Fernstein, ?por que te empenas en rechazar ese tratamiento? ?Por que no intentarlo al menos?

– Te lo suplico, Norma, no vuelvas a sacar este tema. Hagamos los viajes y olvidemonos de las conferencias. El dia en que el «cangrejo» haya dado buena cuenta de mi, me entierras donde te he pedido. Quiero morir estando de vacaciones, no en el escenario donde he operado toda mi vida, y menos aun en el lado de los espectadores.

Norma beso en la boca al viejo profesor. Tumbados los dos en esa playa, eran como dos viejos y magnificos amantes.

Lauren cerro la puerta de su apartamento. Kali no estaba alli para hacerle carantonas. La lucecita del contestador estaba parpadeando y ella lo activo, aunque no escucho hasta el final el mensaje que le habia dejado su madre. Fue al dormitorio con vistas a la bahia y cogio el telefono movil. Una gaviota llegada directamente de Baker Beach fue a posarse en el poste telegrafico que se erguia delante de su ventana. El ave inclino la cabeza a un lado, como para verla mejor, agito las alas y remonto el vuelo. Lauren marco el numero de Fernstein, le salio el contestador y volvio a colgar. Llamo al Memorial, se nego a identificarse y dijo que queria hablar con el interno de guardia. Deseaba obtener informacion sobre un paciente al que habian operado esa noche. El neurologo de servicio estaba efectuando sus visitas, asi que dejo su numero para que la llamase.

Paul llevaba mas de una hora esperando, sentado en una silla junto a la pared de la sala de espera. Solo se autorizaban las visitas a partir de la una del mediodia.

Una mujer con la cabeza vendada estrechaba entre sus brazos un sobre con radiografias, como quien guarda un tesoro.

Un nino revoltoso jugaba sobre la alfombra, moviendo un coche pequeno por los motivos rectangulares de color naranja y violeta.

Un anciano de aspecto elegante, con las manos cruzadas a la espalda, observaba, atento, algunas reproducciones de acuarelas que estaban colgadas en las paredes. De no ser por el caracteristico olor a hospital, uno podria haberselo imaginado visitando un museo.

En el pasillo, una joven envuelta en una sabana dormia en una camilla, mientras el liquido de un gota a gota

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