que colgaba de una percha se iba introduciendo en la vena de su brazo. Dos camilleros apoyados en la pared a cada lado del lecho velaban su sueno.
El nino se apodero de un periodico y comenzo a rasgar sus paginas, produciendo un ruido tan regular como irritante. Su madre no le prestaba atencion, aprovechando sin duda un precioso instante de descanso.
Paul miraba el reloj que habia colgado frente a el. Al fin, una enfermera se le acerco, pero prosiguio su camino hacia la maquina de bebidas y solo le dirigio una sonrisa de cortesia. Al ver que rebuscaba en los bolsillos de la bata tratando de encontrar unas monedas, Paul se levanto y avanzo hacia ella. Introdujo una moneda en la rendija y miro a la enfermera con aire interrogativo y con un dedo sobre las teclas de la maquina.
– ?Un Red Bull! -exclamo la mujer, sorprendida.
– ?Tan cansada esta? -pregunto Paul, marcando la serie de cifras que liberaria la bebida de su compartimento.
Empezo a girar un resorte y la lata avanzo hacia el cristal antes de caer en la cuneta. Paul la recupero y se la entrego a la enfermera.
– Aqui tiene su pocion energetica.
– ?Nancy! -dijo ella a modo de agradecimiento.
– Lo lleva escrito en la bata -contesto Paul, hurano.
– ?Algo va mal?
– ?Estoy esperando!
– ?A un medico?
– La hora de las visitas.
La enfermera consulto su reloj.
– ?A quien quiere ver?
– A Arthur…
Pero no le dio tiempo a pronunciar su apellido, pues Nancy lo interrumpio y le cogio del brazo para arrastrarle hacia el pasillo.
– Se a quien se refiere. ?Sigame! Yo lo acompano: las reglas solo tienen sentido si uno se las salta de vez en cuando.
Lo condujo hasta la puerta de la habitacion 307.
– Deberian haberle dejado en reanimacion hasta esta noche, pero el interno ha considerado que su estado es satisfactorio, asi que aqui lo tenemos. Nos lo hemos jugado a la pajita mas corta y he ganado yo.
Paul la miro desconcertado.
– ?Que ha ganado?
– ?Yo soy quien se ocupa de el! -dijo, guinandole el ojo.
Un armario, una silla de paja trenzada y una mesa con ruedas constituian el mobiliario de la estancia. Arthur estaba durmiendo con un tubo de oxigeno en las fosas nasales y un gota a gota en la vena del brazo. Tenia la cabeza inclinada a un lado y un vendaje rodeaba su craneo. Paul se aproximo a paso lento, conteniendo la emocion que lo embargaba.
Acerco la silla a la cama. Viendo a Arthur sumergido en aquel silencio, mil recuerdos y otros tantos momentos compartidos le vinieron a la memoria.
– ?Que aspecto tengo? -murmuro Arthur con los ojos cerrados.
Paul carraspeo.
– El de un maharaja despues de pillar una borrachera.
– ?Como estas tu?
– Voy tirando. ?Y tu?
– Me duele un poco la cabeza y estoy muy cansado -contesto Arthur, arrastrando la voz-. Te estropee la velada, ?no?
– Podria enfocarse desde este punto de vista, pero sobre todo me diste un susto de muerte.
– ?Deja de poner esa cara, Paul!
– ?Pero si tienes los ojos cerrados!
– Te veo de todas formas. Y basta ya de preocuparte, los medicos me han dicho que, una vez reabsorbido el hematoma, me recuperare enseguida. ?Ya veras!
Paul avanzo hacia la ventana. La vista daba a los jardines del hospital. Una pareja avanzaba a paso lento por un camino rodeado de macizos de flores. El hombre iba en bata y su mujer le ayudaba a caminar. Se sentaron en un banco, debajo de un tilo plateado. Paul permanecio con la mirada fija en el exterior.
– Todavia tengo demasiados defectos como para encontrar a la mujer de mi vida, aunque me gustaria cambiar, ?sabes?
– ?Que es lo que te gustaria cambiar?
– Este egoismo que me lleva a hablar de mi mismo cuando me encuentro junto a la cabecera de tu cama de hospital, por ejemplo. Querria ser como tu.
– ?Quieres decir que te gustaria llevar un turbante en la cabeza y tener una migrana de mil demonios?
– Conseguir abandonarme sin sentir el miedo en el estomago; vivir los defectos del otro como fragilidades sublimes.
– ?Estas hablando de amar?
– Algo parecido, si. Es tan increible lo que tu has hecho…
– ?Dejarme atropellar por un sidecar?
– Continuar amandola sin esperar nada. Alimentarte solo de lo que sentias por ella, respetar su libertad, conformarte con el hecho de que ella exista sin intentar verla otra vez, solo para protegerla.
– No es para protegerla, Paul. Sino para dejarle tiempo para realizarse. Si le hubiera dicho la verdad, si hubieramos vivido esta historia, la habria alejado de su propia vida.
– ?La esperaras todo ese tiempo?
– Mientras pueda.
La enfermera, que habia entrado sin que la oyeran, le hizo una sena a Paul indicandole que el tiempo reglamentario de visita tocaba a su fin. Arthur debia descansar. Por una vez, Paul no trato de discutir. Cuando llego al umbral de la puerta, se volvio y miro a Arthur.
– No me vuelvas a hacer otra jugarreta como esta.
– ?Paul?
– Si.
– Ella estaba esta noche, ?verdad?
– Descansa, ya hablaremos de eso mas tarde.
Paul se alejo hacia el pasillo con un gran peso sobre los hombros. Nancy lo alcanzo delante del ascensor. Entro en la cabina con el y pulso el boton de la segunda planta. Con la cabeza gacha, Nancy se miraba la punta de las sandalias.
– No esta usted tan mal, ?sabe?
– ?Porque no me ha visto vestido de cirujano!
– No, pero he oido su conversacion.
Y como Paul no parecia entender lo que ella intentaba decirle, lo miro fijamente a los ojos y anadio que le habria «gustado tener un amigo como el››. Cuando las puertas de la cabina se abrieron al rellano, ella se puso de puntillas y le planto un beso en la mejilla antes de desaparecer.
El profesor Fernstein habia dejado un mensaje en el contestador de Lauren. Queria verla lo antes posible. Se pasaria por su casa al terminar el dia. Sin dar ninguna otra explicacion, volvio a colgar.
– No se si estamos haciendo bien -dijo la senora Kline.
Fernstein se guardo el telefono movil.
– Es un poco tarde para cambiar nuestra linea de conducta, ?no le parece? Usted no puede arriesgarse a perderla una segunda vez; es lo que siempre me ha dicho, ?no?
– Ya no lo se. A lo mejor, si por fin le confesaramos la verdad, los dos nos liberariamos de un peso enorme.
– Admitirle una falta al otro para aplacar la propia conciencia es una hermosa idea, pero no es mas que egoismo. Usted es su madre, tiene motivos para temer que no la perdone. Yo no soporto la idea de que algun dia