– ?Una posibilidad de dos!

– Creo que he hecho algo mal -murmuro la madre de Lauren.

La anciana se inclino sobre su periodico y escucho atentamente lo que la senora Kline tanto necesitaba confesar.

– ?Esta muy feo lo de las flores! ?Y por que se niega a que vea a ese joven?

– Porque se arriesga a despertar un pasado que puede hacernos dano a las dos.

La anciana volvio a sumergirse en su periodico, el tiempo necesario para reflexionar, y lo volvio a dejar sobre el banco.

– No se de que esta hablando, pero no se protege a una persona con una mentira.

– Lo lamento -dijo la senora Kline-, le estoy hablando de cosas que no puede comprender.

Rose Morrison tenia todo el tiempo del mundo para comprender. La madre de Lauren dudo, pero despues de todo, ?que riesgo corria confiandose a aquella desconocida?

Las ganas de ahuyentar la soledad fueron mas fuertes, se tranquilizo y le conto la historia de un hombre que habia raptado a una joven para salvarla, mientras que su propia madre habia renunciado.

– Este joven, ?no tendria un abuelo soltero, por casualidad?

– Cuando me devolvio las llaves del apartamento, no volvi a tener noticias de el.

– ?Desaparecio, sin mas?

– Digamos que nosotros lo empujamos un poco.

– ?Nosotros?

– Un neurocirujano reputado se encargo de explicarle hasta que punto la salud de mi hija era fragil. Supo encontrar mil razones para convencerlo de que se alejara de ella.

– Asi que, ante tantas pruebas, ese hombre se esfumo.

La madre de Lauren lanzo un suspiro.

– Si.

– ?Yo creia que los tenia mejor puestos! – replico la anciana-. Ya ve que, cuando estan locos de amor, los hombres pierden gran parte de su capacidad. ?Y lo que decia ese profesor era sincero?

– A decir verdad, no tengo la menor idea. Lauren se recupero muy deprisa, en cuestion de meses volvio a ser la de siempre.

– ?Cree que es demasiado tarde para hablar con su hija?

– Me hago esta pregunta todos los dias, y no logro imaginarme su reaccion.

– He visto muchas vidas arruinadas por secretos de familia. Yo no he tenido hijos, y a pesar de lo que ha dicho antes para darme una leccion, no sabe hasta que punto lo he echado de menos. Pero me enamoraba demasiado a menudo para ser capaz de tenerlos; en fin, esta era mi excusa para no enfrentarme a mi egoismo. Comprendo sus reticencias, aunque estoy convencida de que se equivoca. El amor esta hecho de tolerancia, es lo que le da su fuerza.

– Me gustaria tanto que tuviera usted razon…

– Una deja a un hombre y cree haberlo olvidado… hasta que un recuerdo nos hace pensar en el otra vez. ?Como imaginar entonces que podamos deshacernos del amor que nos une a nuestros padres? Perdemos un tiempo absurdo sin decirles que los queremos, para acabar dandonos cuenta, despues de su muerte, de cuanto los echamos de menos.

La anciana se inclino hacia la senora Kline.

– Si ese joven salvo a su hija, usted esta en deuda con el. Asi que vaya a su encuentro.

Y Rose volvio a sumergirse en la lectura. La senora Kline espero unos instantes, saludo a su vecina de banco, llamo a Kali y se alejo por la avenida del parque.

Al regresar, recupero el ramo de flores al pie de la escalera. El apartamento estaba desierto. Dispuso las peonias en un jarron que dejo sobre la mesa baja y cerro la puerta tras de si.

Los dias de la semana transcurrian con la regularidad de un metronomo. Cada manana, Lauren iba a dar un largo paseo bajo los arboles del parque del Presidio. Solia caminar hasta la playa que bordeaba la orilla del Pacifico. Entonces se instalaba en la arena y se sumergia en la tesis, a la que volvia todas las noches.

El inspector Pilguez habia acabado adaptandose a los horarios de Nathalia. Todos los mediodias compartian una comida en la que conjugaban el almuerzo para uno y el desayuno para el otro.

En medio de una jornada interrumpida por reuniones con el departamento de estudios y visitas a la obra, Paul se reunio con Onega, que lo esperaba en un banco al final de un malecon, frente a la bahia.

La senora Morrison llevaba a Pablo a aprovechar las hermosas tardes de verano en el parquecito proximo a su casa.

A veces se cruzaba con la senora Kline y un dia reconocio a Lauren por el perro que la seguia. Aquel jueves tan soleado estuvo tentada de abordarla, pero finalmente renuncio a distraer a la joven de su lectura. Cuando Lauren abandono la avenida central, la siguio con mirada curiosa.

A primera hora de la tarde, Pilguez siempre dejaba a Nathalia delante de la comisaria.

Justo antes de encontrarse con Onega para cenar, Paul le hacia una visita a su amigo; le presentaba esbozos de proyectos que Arthur corregia con un par de lineas a lapiz o enmendaba con algunas anotaciones sobre la eleccion de materiales y tonalidades.

Aquel viernes, Fernstein se felicito por el estado de salud de su paciente. Le haria otro escaner de control en cuanto tuviera un hueco libre y si, tal como pensaba que ocurriria, todo era normal, firmaria el alta. Ya nada justificaba que estuviera ocupando una cama de hospital. Despues, tendria que ser sensato durante un tiempo, pero la vida no tardaria en recuperar su curso normal. Arthur le agradecio todos los cuidados que le habia dispensado.

Hacia rato que Paul se habia marchado. En los pasillos ya no retumbaban los pasos tumultuosos del dia y el hospital habia recuperado su atuendo nocturno. Arthur encendio el televisor, colocado sobre una mesita delante de la cama.

Abrio el cajon de la mesilla de noche y saco el telefono movil. Con la mirada perdida en sus propios pensamientos, hizo desfilar los nombres de su agenda y renuncio a molestar a su mejor amigo. El telefono se le escapo lentamente de la mano y cayo sobre las sabanas, mientras su cabeza se deslizaba sobre la almohada.

La puerta se entreabrio y una interna entro en la habitacion. Se dirigio enseguida a los pies de la cama y consulto su historial. Arthur abrio los ojos y la miro, silencioso; parecia muy concentrada.

– ?Algun problema? -dijo.

– No -contesto Lauren, levantando la cabeza.

– ?Que esta haciendo aqui? -le pregunto, estupefacto.

– No hable tan alto -susurro Lauren.

– ?Por que habla en voz baja?

– Tengo mis motivos.

– ?Secretos?

– ?Si!

– Pues tengo que confesarle, aunque sea en voz baja, que me alegro de verla.

– Yo tambien, bueno, quiero decir que me alegro de que se encuentre mejor. Lamento muchisimo no haber diagnosticado la hemorragia en el primer reconocimiento.

– No tiene nada que reprocharse. Creo que yo facilite mucho la tarea -dijo Arthur.

– ?Tenia tanta prisa por marcharse!

– ?Esta obsesion por el trabajo me acabara matando!

– Es arquitecto, ?verdad?

– ?Asi es!

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