Betty empujo la camilla hacia el pasillo y el doctor Philipp Stern la siguio arrastrando el carro de reanimacion.

– ?Que ha pasado? -pregunto-. Todo era normal.

– ?Si todo fuese normal estaria en su casa y consciente! Esta manana estaba sonoliento y he preferido someterlo a observacion encefalica, que es el trabajo de la enfermera, pero saber lo que ha pasado es tarea del medico.

Las ruedas de la camilla giraban a toda velocidad; las puertas del ascensor estaban a punto de cerrarse cuando Betty grito.

– ?Esperen, es una urgencia!

Un interno retuvo los batientes metalicos, Betty se metio en la cabina y el doctor Stern hizo girar el carro de reanimacion para hacerse un hueco.

– ?Que clase de urgencia? -interrogo el medico, curioso.

Betty lo miro de arriba abajo y contesto: -De esa clase que uno necesita una cama -y pulso el boton de la quinta planta.

Mientras la cabina se elevaba, quiso coger el telefono movil que llevaba en el fondo del bolsillo de la bata, pero entonces se abrieron las puertas en la planta del Servicio de Neurologia. Empujo con todas sus fuerzas la camilla hacia la cabina situada en el otro extremo del pasillo. Granelli la esperaba en la entrada de la sala de preoperatorio. Se inclino sobre el paciente.

– Nos conocemos, ?verdad?

Y como Arthur no contestara, Granelli miro a Betty.

– Lo conozco, ?no?

– Reduccion de un hematoma subdural fulgurante el lunes pasado.

– Ah, en ese caso tenemos un problemilla. ?Esta avisado Fernstein?

– ?Ya vuelve a estar aqui! – dijo el cirujano, entrando a su vez-. Supongo que no vamos a tener que operarle todas las semanas.

– ?Operele de una vez por todas! -gruno Betty, abandonando el lugar.

Corrio al pasillo y bajo a toda prisa a la planta de Urgencias.

El timbre del telefono arranco a Lauren del sueno. Busco el auricular a tientas.

– ?Por fin! – dijo la voz de Betty-. Es la tercera vez que llamo, ?donde estabas?

– ?Que hora es?

– Fernstein me va a matar si se entera de que te he avisado.

Lauren se incorporo en el sofa y Betty le explico que habia tenido que subir a cirugia al paciente de la 307, al que ella habia operado recientemente. El corazon de Lauren empezo a latir a mil por hora.

– ?Pero por que le habeis dejado salir tan pronto? -pregunto, encolerizada.

– ?De que estas hablando? -interrogo Betty.

– ?No tendriais que haberle autorizado a salir del hospital esta manana, y sabes muy bien de que estoy hablando, tu le has dado mi direccion!

– ?Has bebido?

– Un poquito de nada, ?por que?

– ?Que me estas contando? No he dejado de ocuparme de tu paciente, ni siquiera se ha levantado de la cama. ?Ademas, yo no le he dicho nada en absoluto!

– ?Pero si he almorzado con el!

Hubo un momento de silencio y Betty carraspeo.

– ?Lo sabia, no tendria que haberte avisado!

– Por supuesto que si, ?por que dices eso?

– Porque, conociendote como te conozco, te presentaras aqui en media hora y borracha perdida no vas a servir de nada.

Lauren miro la botella que habia dejado sobre la encimera de la cocina; solo faltaba el contenido de un vaso grande de vino, nada mas.

– Betty el paciente del que me estas hablando, ?es…?

– ?Si! ?Y si me dices que has desayunado con el cuando se encuentra bajo observacion desde esta manana, te hospitalizo en cuanto llegues aqui, y no en su habitacion!

Betty colgo. Lauren miro alrededor. El sofa no estaba en el mismo sitio y cuando vio los libros amontonados al pie de la biblioteca, creyo que alguien habia entrado a robar en su apartamento. Se nego a abandonarse a la absurda sensacion que la invadia. Habia una explicacion racional para lo que estaba viviendo, solo habia que encontrarla. Siempre habia una. Al levantarse, piso el vaso vacio y se hizo un profundo corte en el talon. Su sangre roja mancho la alfombra de coco.

– Solo me faltaba esto.

Fue brincando sobre una sola pierna hasta el cuarto de bano, pero no salia agua del grifo. Metio el pie en la banera, tendio el brazo hacia el botiquin, cogio el frasco de alcohol y lo vacio sobre la herida. Sintio un dolor enorme, respiro hondo para ahuyentar el vertigo y retiro uno por uno los pedazos de vidrio que tenia incrustados en la carne. Curar a otros era una cosa, pero intervenir en el propio cuerpo era otra. Transcurrieron diez minutos sin que lograse contener la hemorragia. Miro el corte de nuevo; una simple compresion no bastaria para volver a cerrar los bordes: habria que suturar. Se levanto y desplazo todos los frascos de una estanteria en busca de un paquete de gasas esterilizadas, pero no habia. Se enrollo el tobillo con una toalla de bano, hizo un nudo que apreto lo mejor que pudo y salio a la pata coja en direccion al ropero.

– ?Duerme como un angelito! -dijo Granelli.

Fernstein consulto las imagenes de la resonancia magnetica.

– Temia que se tratase de esa pequena anomalia que no opere, pero no es el caso; el cerebro ha supurado, le retiramos el drenaje demasiado pronto. Es una pequena superpresion intracraneal, le aplico una nueva via de extraccion y todo deberia volver a su sitio. Pongale una hora de anestesia.

– Con mucho gusto, estimado colega -replico Granelli, de un humor excelente.

– Esperaba darle el alta el lunes, pero tendremos que prolongar su estancia al menos una semana y eso no me acaba de gustar -protesto Fernstein, practicando una incision.

– ?Y por que? -pregunto Granelli, mientras comprobaba las constantes vitales en los monitores.

– Tengo mis motivos -dijo el viejo profesor.

Ponerse los vaqueros no fue una tarea sencilla. Con un jersey, un pie calzado y el otro desnudo, Lauren cerro la puerta del apartamento. De pronto, la escalera le parecio de lo mas hostil. En el segundo piso, el dolor se hizo demasiado vivo como para mantenerse erguida. Se sento en los escalones y se dejo caer como por la pendiente de una jornada caotica. Cojeo hasta el coche y acciono el mando a distancia del garaje. Bajo un cielo tormentoso, el viejo Triumph circulo en direccion al San Francisco Memorial Hospital. Cada vez que necesitaba cambiar de marcha, el dolor era tan punzante que casi le hacia perder la conciencia. Bajo la ventanilla en busca de un poco de aire fresco.

El Saab de Paul descendia por California Street a toda velocidad. Desde que salieron del restaurante, no habia pronunciado ni una palabra. Onega apoyo la mano en su pierna y le acaricio suavemente el muslo.

– No te preocupes, no puede ser tan grave.

Paul no contesto, giro en Market Street y subio hacia la calle Veinte. Estaban cenando en lo alto de la torre del Bank of America cuando sono el movil de Paul. Una enfermera le advirtio que el estado de salud de Arthur Ashby habia empeorado; el paciente no se encontraba en condiciones de soportar la intervencion a la que debian someterlo. Como Paul figuraba en su ficha de admision, debia presentarse alli lo antes posible y firmar la autorizacion para la intervencion quirurgica. Dio su conformidad por telefono y, despues de abandonar precipitadamente el restaurante, corrio a traves de la noche en compania de Onega.

El Triumph aparco bajo la marquesina de Urgencias. Un agente de seguridad se acerco a la puerta para indicar a la conductora que no podia estacionar en aquel sitio. Lauren apenas tuvo tiempo de responder que era

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