Robin Cook

Cromosoma 6

La misteriosa desaparicion del cadaver de un conocido mafioso y su hallazgo posterior -decapitado y con el cuerpo casi irreconocible-, llevan al doctor Jack Stapleton a emprender una investigacion de la que nadie saldra indemne. En efecto, el abominable ultraje de que ha sido objeto el cadaver es la punta del iceberg de un tenebroso programa de manipulacion genetica cuyo epicentro se halla en Guinea Ecuatorial, adonde Stapleton viaja acompanado por dos intrepidas doctoras y su atractiva novia. Al extremo del laberinto, encontraran un complot de siniestros intereses cuyo unico fin es enriquecerse, aun a costa de provocar un desastre genetico de proporciones devastadoras.

Titulo de la edicion original: Chromosome 6

Traduccion de Ma Eugenia Ciocchini

Para Audrey y Barbara, gracias por ser unas madres maravillosas

Matthew J. Bankowsky, director de virologia clinica, medicina molecular y desarrollo de la investigacion, Laboratorios DSI.

Joe Cox, doctor en derecho, especialista en derecho fiscal y corporativo.

John Gilatto, doctor en veterinaria, profesor adjunto de patologia veterinaria, Facultad de Veterinaria de la Universidad de Tufts

Jacki Lee, doctor en medicina, jefe del Instituto Forense de Queens, Nueva York

Matts Linden. Piloto comandante de American Air Lines.

Prologo

GUlNEA ECUATORlAL

Coco Beach

3 de marzo de l997, 15.30 horas.

Cogo, Guinea Ecuatorial

Dado que poseia un titulo en biologia molecular, otorgado por el MIT y obtenido mediante una estrecha colaboracion con el Hospital General de Massachusetts, Kevin Marshall se sentia profundamente avergonzado de su aprension a los procedimientos medicos. Aunque jamas lo habria reconocido publicamente, someterse a un simple analisis de sangre o ponerse una vacuna constituian un autentico calvario para el. Las agujas eran su bete noire particular. La sola vision de estos artilugios hacia que su ancha frente se perlara de sudor. En una ocasion, durante sus anos de estudiante, llego al extremo de desmayarse cuando lo vacunaron contra la rubeola.

A sus treinta y cuatro anos, tras un largo periodo de investigacion en biomedicina, parte de ella llevada a cabo con animales vivos, deberia haber superado la fobia, pero lo cierto es que no lo habia conseguido. Y esa era la razon de que en esos momentos no se encontrara ni en el quirofano 1A ni en el 1B. Habia preferido permanecer en la sala de asepsia intermedia; y alli estaba ahora, inclinado sobre la pila de desinfeccion, una posicion privilegiada que le permitia mirar a traves de las ventanillas circulares de los dos quirofanos… hasta que sentia la necesidad de desviar la mirada.

Los dos pacientes llevaban unos quince minutos en sus respectivas salas, donde los preparaban para sendas operaciones. Los dos equipos de cirugia conversaban en voz baja en un aparte. Con los gorros y los guantes puestos, estaban preparados para comenzar.

No se habia oido gran cosa dentro de los quirofanos, excepto las palabras de rigor entre el anestesiologo y los dos tecnicos anestesistas mientras administraban la anestesia general a los dos pacientes. El anestesiologo iba y venia de un quirofano a otro, para supervisar las operaciones y estar a mano si se presentaba algun problema.

Pero no habian surgido problemas; al menos por el momento. Sin embargo, Kevin estaba nervioso. Para su sorpresa, no lo embargaba la misma sensacion de triunfo que habia experimentado durante los tres procedimientos previos, cuando se habia regocijado ante el poder de la ciencia y de su propia creatividad.

En lugar de jubilo, Kevin sentia una incipiente inquietud.

Su malestar habia empezado a gestarse casi una semana antes, pero ahora, mientras observaba a aquellos pacientes y reflexionaba sobre sus respectivos pronosticos, la inquietud adquiria una desconcertante intensidad. El efecto era semejante al que le producia pensar en agujas: tenia la frente empapada en sudor y le temblaban las piernas. Tuvo que cogerse a la pila para mantener el equilibrio.

La puerta del quirofano 1A se abrio de subito, sobresaltandolo, y aparecio una mujer con ojos de color azul palido, enmarcados por la mascarilla y el gorro. Kevin la reconocio de inmediato: era Candace Brickmann, una de las enfermeras de cirugia.

– Ya hemos instaurado una via intravenosa y los pacientes estan anestesiados -dijo Candace-. ?Esta seguro de que no quiere entrar? Veria mucho mejor.

– Gracias, pero estoy bien aqui-respondio Kevin.

– Como quiera.

La puerta se cerro tras ella, que volvio a entrar en uno de los quirofanos. Kevin observo que se dirigia con paso presuroso hacia los cirujanos y les decia algo. A modo de respuesta, ellos se volvieron hacia el y le hicieron una senal con los pulgares levantados. Kevin devolvio el gesto con timidez.

Los cirujanos reanudaron la conversacion, pero el sintio que aquel breve intercambio mudo con ellos habia reforzado su sensacion de complicidad. Solto la pila y dio un paso atras. Ahora su inquietud rayaba en el panico. ?Que habia hecho?

Dio media vuelta y salio de la sala de asepsia y luego de la zona de quirofanos. Una corriente de aire lo siguio cuando abandono la zona de asepsia de los quirofanos y entro en su resplandeciente laboratorio de aire futurista. Respiraba agitadamente, como si acabara de hacer un esfuerzo fisico.

Cualquier otro dia, el solo hecho de entrar en su territorio lo habria llenado de una expectacion similar a la que lo embargaba cuando pensaba en los descubrimientos que esperaba de sus manos magicas. La serie de estancias que componian el laboratorio vibraban literalmente con los instrumentos de alta tecnologia con los que siempre habia sonado.

Ahora esas complicadas maquinas estaban a su disposicion noche y dia. Con aire distraido, acaricio las cubiertas de acero inoxidable, rozando inadvertidamente los mandos analogicos y los indicadores digitales mientras se dirigia a su despacho. Toco el aparato que usaba para determinar la secuencia de ADN, de ciento cincuenta mil dolares, y el auto analizador hematologico de quinientos mil dolares, rodeado por una marana de cables que lo asemejaban a una gigantesca anemona de mar. Echo un vistazo a la maquina de PCR, cuyas luces rojas parpadeaban como lejanos quasares anunciando las sucesivas duplicaciones de la cadena de ADN. Era un entorno que anteriormente llenaba a Kevin de esperanza y emocion. Pero ahora, cada tubo de microcentrifugacion y cada frasco con cultivo de tejidos le parecian mudos recordatorios del terrible palpito que lo atormentaba.

Se acerco a su escritorio y estudio el brazo corto del cromosoma 6 en el mapa genetico. La zona que mas le interesaba estaba resaltada en rojo; era el complejo mayor de histocompatibilidad. El problema era que dicho

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