tiempo que necesita un caballo para tragarse una brazada de heno.
Sten Widen vacio la botella y encendio otro cigarro.
– Estaras bromeando, ?no? -pregunto-. ?Has venido hasta aqui para preguntarme cuanto tarda un caballo en comerse una brazada de heno?
– En realidad habia pensado pedirte que fueras a ver al caballo -dijo Kurt Wallander tras decidirse deprisa.
Noto que se estaba enfadando.
– No tengo tiempo -respondio Sten Widen-. El herrero viene hoy. Tengo dieciseis caballos que necesitan una inyeccion de vitaminas.
– ?Manana?
Sten Widen lo miro con ojos brillantes.
– ?Hay remuneracion? -pregunto.
– Se te pagara.
Sten Widen escribio su numero de telefono en un papel sucio.
– Quizas -dijo-. Llamame manana por la manana.
Cuando salieron al patio, Kurt Wallander noto que el viento habia arreciado.
La chica se acercaba montando a caballo.
– Bonito caballo -comento.
–
Se separaron junto al coche.
– ?Sabes como se murio mi viejo? -pregunto Sten Widen de repente.
– No.
– Fue tambaleandose hasta las ruinas del castillo una noche de otono. Solia sentarse alli arriba a beber. Despues tropezo, cayo en el foso y se ahogo. Hay tantas algas alli que no se puede ver nada. Pero su gorra salio a flote. En la visera ponia VIVA LA VIDA. Era propaganda de una agencia que vendia viajes de sexo a Bangkok.
– Me he alegrado de verte -dijo Kurt Wallander-. Te llamo manana.
– Haz lo que quieras -repuso Sten Widen y se fue hacia la cuadra.
Kurt Wallander se marcho. Por el retrovisor pudo ver a Sten Widen hablando con la chica que montaba a caballo. «?Por que he venido?», penso de nuevo.
«Una vez, hace mucho tiempo, eramos amigos. Compartiamos un sueno imposible. Cuando el sueno revento como un globo, ya no quedaba nada. Posiblemente era verdad que los dos amabamos la opera. Pero ?no serian tambien imaginaciones nuestras?»
Condujo rapidamente, como si dejara que su irritacion pisara el pedal del acelerador.
En el momento en que frenaba delante de la senal de stop junto a la carretera principal, oyo el telefono movil. La conexion era tan mala que casi no pudo distinguir la voz de Hanson.
– Es mejor que vengas -grito Hanson-. ?Me oyes?
– ?Que ha pasado? -grito Wallander a su vez.
– Aqui hay un campesino de Hagestad diciendo que sabe quien los mato -chillo Hanson.
Kurt Wallander noto que se le aceleraba el corazon.
– ?Quien? -interrogo-. ?Quien?
La comunicacion se corto de golpe. En el auricular solo se oian silbidos y pitidos.
– Cono -dijo en voz alta.
Volvio a Ystad. «Demasiado rapido», penso. «Si hoy Noren y Peters tuvieran control de velocidad, me habrian pillado bien.»
En la bajada que llevaba al centro de la ciudad el motor empezo a protestar.
Se habia quedado sin gasolina.
El piloto obviamente habia dejado de funcionar y no le habia avisado.
Llego justo a la gasolinera de enfrente del hospital antes de que el motor se ahogara del todo. Cuando fue a meter el dinero en la maquina automatica, descubrio que no llevaba. Entro en la empresa de cerraduras que tenia su taller en el mismo edificio de la gasolinera y pidio prestadas veinte coronas al propietario, que lo reconocio por una investigacion relacionada con un robo unos anos antes.
Ya en su plaza de aparcamiento puso el freno de mano y entro deprisa en la comisaria. Ebba intento decirle algo, pero la rechazo agitando la mano.
La puerta del despacho de Hanson estaba abierta y entro sin llamar.
No habia nadie.
En el pasillo choco con Martinson, que se acercaba con un monton de hojas de papel continuo de ordenador en la mano.
– A ti te queria ver -dijo Martinson-. He sacado un poco de material que tal vez sea interesante. A ver si seran fineses los que lo han hecho.
– Cuando no sabemos algo solemos decir que son fineses -contesto Kurt Wallander-. No tengo tiempo ahora. ?Sabes donde esta Hanson?
– El no sale nunca de su despacho, ?verdad?
– Entonces tenemos que dar una orden de busqueda. Ahora mismo no esta alli.
Miro en el comedor, pero solo habia un administrativo preparandose una tortilla.
«?Donde cono esta Hanson?», penso y abrio la puerta de su propio despacho con fuerza.
Vacio tambien. Llamo a Ebba a la recepcion.
– ?Donde esta Hanson? -pregunto.
– Si no hubieras tenido tanta prisa, te lo habria dicho al llegar -contesto Ebba-. Mando decir que iba al banco Foreningsbanken.
– ?Que ha ido a hacer alli? ?Iba con alguien?
– Si, pero no se quien era.
Kurt Wallander colgo bruscamente.
?En que estaba metido Hanson?
Levanto el auricular de nuevo.
– ?Me puedes buscar a Hanson? -dijo a Ebba.
– ?En el Foreningsbanken?
– Si esta alli, buscalo alli.
Era muy raro que le pidiera a Ebba que le ayudara a buscar a alguien. No se habia acostumbrado a la sensacion de tener una secretaria. Si queria que se hiciese algo, lo hacia el mismo. Desde pequeno pensaba que era una mala costumbre. Solo los ricos y superiores enviaban a otros a hacer el trabajo de a pie. No poder buscar en el listin telefonico y marcar el numero tu mismo era de una pereza injustificable…
El telefono interrumpio sus pensamientos. Era Hanson, que llamaba desde el Foreningsbanken.
– Pensaba que estaria de vuelta antes que tu -dijo Hanson-. Te preguntaras que hago yo aqui.
– ?Pues, si!
– Ibamos a echar un vistazo a las cuentas del banco de los Lovgren.
– ?Quienes?
– Se llama Herdin. Pero es mejor que hables tu con el. Estaremos de vuelta en media hora.
Sin embargo, Wallander tardo casi una hora y cuarto en conocer al hombre que se llamaba Herdin. Era de unos dos metros de estatura, descarnado y delgado, y cuando Kurt Wallander lo saludo fue como darle la mano a un gigante.
– Hemos tardado un poco -dijo Hanson-. Pero ha valido la pena. Escucha lo que Herdin tiene que contar. Y lo que hemos descubierto en el banco.
Herdin se habia sentado en una silla de madera y permanecia erguido y callado.
Kurt Wallander tuvo la sensacion de que el hombre se habia puesto sus mejores galas para la visita a la policia. Aunque eso significara un traje viejo y una camisa de cuello gastado.
– Tal vez sea mejor empezar por el principio -dijo Kurt Wallander tomando un bloc de notas.