– Tu puedes venir conmigo -dijo Kurt Wallander-. Mira a ver si puedes averiguar algo antes. Llama a Herdin y sonsacale todo lo que puedas acerca de aquella dama de Kristianstad. Y del hijo, claro.
Fijaron la rueda de prensa a las cuatro. Para entonces, Kurt Wallander y Thomas Naslund habrian tenido tiempo de hacer una visita a Kristianstad. Si se retrasaban, Rydberg prometio encargarse de la conferencia.
– Voy a escribir el comunicado para la prensa -dijo Kurt Wallander-. Si no tenemos nada mas lo dejamos aqui. Faltaban cinco minutos para las once y media cuando llamo a la puerta de Per ?keson en otra parte de la comisaria.
La mujer que abrio la puerta era muy hermosa y muy joven. Kurt Wallander la miro con los ojos como platos.
– ?Has acabado de mirar ya? -pregunto ella-. Llegas con media hora de retraso, ?sabes?
– Te dije que la reunion podria alargarse -contesto el.
Cuando entro en el despacho casi no lo reconocia. El despacho incoloro y estricto de Per ?keson se habia convertido en una habitacion con cortinas de colores estridentes y grandes macetas con plantas a lo largo de las paredes.
La siguio con la mirada cuando se sento detras de su mesa. Penso que no podia tener mas de treinta anos. Vestia un traje pardo rojizo que parecia de buena calidad y seguramente era muy caro.
– Sientate -dijo-. Quiza deberiamos darnos la mano. Voy a sustituir a ?keson todo el tiempo que este fuera. Por tanto trabajaremos juntos durante un largo periodo.
Le tendio la mano y vio que llevaba un anillo de casada. Para su asombro, se dio cuenta de que eso le producia cierta desilusion.
Tenia el cabello castano oscuro, corto y cortado muy marcado alrededor de la cara. Una mecha rubia se le ondulaba a lo largo de una mejilla.
– Te doy la bienvenida a Ystad -dijo-. Tengo que admitir que me habia olvidado por completo de que Per habia tomado una excedencia.
– Supongo que nos tutearemos -dijo-. Me llamo Anette.
– Kurt. ?Estas a gusto en Ystad?
Ella eludio la pregunta con una contestacion seca.
– No lo se todavia. A nosotros, los de Estocolmo, nos cuesta un poco entender la flema escaniana.
– ?La flema?
– Llegas media hora tarde.
Kurt Wallander noto que se enfadaba. ?Lo estaba provocando? ?No entendia que una reunion del grupo de investigacion podia alargarse? ?Todos los escanianos le parecian flematicos?
– No creo que los escanianos sean mas perezosos que los demas -replico-. No todos los de Estocolmo seran chulos.
– ?Perdon?
– No, nada.
Se echo hacia atras en la silla. Notaba que le costaba mirarla a los ojos.
– A lo mejor puedes hacerme un resumen -dijo.
Kurt Wallander intento ser tan conciso como pudo. Notaba que, sin querer, se hallaba a la defensiva.
Evito nombrar lo del soplo dentro de la policia.
Ella intercalo unas preguntas cortas a las que el contesto. Se dio cuenta de que ella, a pesar de ser tan joven, tenia experiencia profesional.
– Necesitaremos entrar en los saldos bancarios de Lovgren -dijo-. Ademas, tiene dos cajas de seguridad que queremos abrir.
Ella firmo los papeles que exigia.
– ?No lo tiene que examinar un juez? -pregunto Kurt Wallander cuando le acerco los papeles.
– Lo haremos a posteriori. Despues, me gustaria tener siempre copia de todo el material de investigacion.
Wallander asintio con la cabeza y se preparo para marcharse.
– Esto que pone en los periodicos sobre unos extranjeros que serian los culpables…
– Rumores, ya sabes como es.
– ?Lo se? -pregunto ella.
Al salir, Wallander noto que estaba sudando.
«Vaya chica», penso. «?Como cono es posible que una chica como esta se haga fiscal? ?Dedicar su vida a detener ladronzuelos y mantener las calles limpias?»
Se quedo parado en la gran recepcion de la comisaria, sin poder decidir que iba a hacer.
«Comer», resolvio. «Si no como ahora, no tendre tiempo de hacerlo. Puedo escribir el mensaje para la prensa mientras almuerzo.»
Cuando salio de la comisaria, el viento estuvo a punto de tumbarlo.
La tormenta no habia amainado.
Penso que deberia irse a casa y prepararse una ensalada sencilla. A pesar de que no habia comido nada en todo el dia, notaba el estomago pesado e hinchado. Pero luego cedio a la tentacion y fue a comer a Lurblasaren, al lado de la plaza. Aquel dia tampoco tendria fuerzas para arreglar sus costumbres alimenticias.
A la una menos cuarto ya estaba de vuelta en la comisaria. Como habia comido demasiado deprisa, tuvo diarrea y se apresuro a ir al lavabo. Cuando el estomago se hubo calmado un poco, dejo el comunicado para la prensa a uno de los administrativos y se dirigio al despacho de Naslund.
– No encuentro a Herdin -dijo Naslund-. Esta en una especie de caminata invernal con la asociacion para la proteccion de la naturaleza de Fyledalen.
– Entonces tendremos que ir a buscarlo alli -dijo Kurt Wallander.
– Pense que podria hacerlo yo, asi tu puedes entrar en las cajas de seguridad. Si ha habido tanto secreto con esta mujer y el hijo de ambos, tal vez tenga algo encerrado alli. Quiero decir que asi ahorraremos tiempo.
Kurt Wallander asintio con la cabeza. Naslund tenia razon. Iba como una locomotora impaciente.
– Eso haremos -dijo-. Si no tenemos tiempo hoy, iremos a Kristianstad manana por la manana.
Antes de sentarse en el coche e ir al banco Foreningsbanken, Wallander intento localizar de nuevo a Sten Widen. Tampoco entonces contestaba.
Dejo la nota a Ebba en recepcion.
– A ver si te contestan. Comprueba que el numero es correcto. Debe ser de Sten Widen. O de una hipica que tal vez tenga un nombre que yo no conozco.
– Hanson lo sabra -dijo Ebba.
– Dije hipica. No caballos de carreras.
– El apuesta a todo lo que se mueve -comento Ebba sonriendo.
– Estare en el banco Foreningsbanken, por si hay algo importante -dijo Wallander.
Aparco el coche delante de la libreria, al lado de la plaza. El fuerte viento estuvo a punto de arrancarle de la mano el billete del aparcamiento cuando metio el dinero en la maquina. La ciudad parecia abandonada. Los fuertes vientos de tormenta hacian que las personas se quedaran dentro de sus casas.
Se paro en la tienda de electrodomesticos que habia en la plaza. En un intento de luchar contra la tristeza nocturna habia pensado en comprarse un video. Miro los precios y calculo si se lo podia permitir aquel mes. ?O mejor invertir en un nuevo equipo de musica? A fin de cuentas era la musica lo que le ayudaba por las noches en las que daba vueltas en la cama y no podia dormir.
Se separo del escaparate y entro en la calle peatonal, al lado del restaurante chino. Estaba junto a la oficina del banco Foreningsbanken. Cuando paso por las puertas de cristal dentro de la pequena sala del banco solo habia un cliente. Un campesino con audifono que en voz alta y aguda se quejaba de los altos intereses. A la izquierda habia una puerta abierta donde un hombre estudiaba una pantalla de ordenador. Suponia que era a donde tenia que dirigirse. Cuando se acerco a la puerta, el hombre alzo rapidamente la vista como si se tratara de un posible atracador.
Entro en el despacho y se presento.
– No nos gusta nada esto -dijo el hombre detras del escritorio-. Durante los anos que llevo aqui, en el banco nunca hemos tenido que vernos con la policia.
Kurt Wallander se irrito enseguida por la falta de ganas de cooperar del hombre. Suecia se habia convertido