en un pais donde la gente, ante todo, temia que la molestaran. Nada era mas sagrado que las costumbres.
– Es asi -dijo Kurt Wallander sacando los papeles que Anette Brolin habia firmado.
El hombre leyo los documentos con atencion.
– ?Sera necesario? -pregunto luego-. El sentido de una caja de seguridad es que debe estar protegida contra las personas ajenas.
– Es necesario -dijo Kurt Wallander-. Y no tengo todo el dia.
Con un suspiro, el hombre se levanto del escritorio. Kurt Wallander se dio cuenta de que estaba preparado para una probable visita de la policia.
Pasaron por una verja y entraron en el habitaculo de las cajas de seguridad. La caja de seguridad de Johannes Lovgren se hallaba en el rincon de mas abajo. Kurt Wallander abrio con la llave, saco la caja y la coloco en una mesa.
Luego levanto la tapa y empezo a repasar el contenido. Habia unos titulos funerarios y escrituras de propiedad de la casa de Lenarp. Ademas de unas fotografias antiguas y un sobre destenido con sellos viejos. Eso era todo.
«Nada», penso. «Nada de lo que esperaba.»
El hombre del banco estaba a su lado y le observaba. Kurt Wallander apunto el numero del registro de la propiedad y los nombres de los titulos funerarios. Luego cerro la caja.
– ?Eso es todo? -pregunto el hombre del banco.
– De momento -contesto Kurt Wallander-. Ahora me gustaria ver sus saldos aqui en el banco.
Saliendo de la boveda se le ocurrio una cosa.
– ?Alguien mas aparte de Johannes Lovgren tenia derecho a abrir esa caja? -pregunto.
– No -contesto el hombre del banco.
– ?Sabe usted si habia abierto la caja ultimamente?
– He mirado en el registro de visitas -contesto el hombre del banco-. Desde hace varios anos que no debe de haber abierto su caja.
El campesino continuaba quejandose cuando volvieron a la sala del banco. Habia empezado una exposicion sobre la bajada de los precios de los cereales.
– Tengo toda la informacion en mi despacho -dijo el hombre.
Kurt Wallander se sento al lado de su escritorio y estudio dos hojas impresas llenas de informacion. Johannes Lovgren tenia cuatro cuentas diferentes. En dos de ellas estaba Maria Lovgren como titular. La suma total de estas dos cuentas era de noventa mil coronas. No se habia tocado ninguna de estas cuentas en mucho tiempo. En los ultimos dias les habian anadido los intereses. Una tercera cuenta era una reliquia de los tiempos como campesino activo de Johannes Lovgren. Alli el saldo era de 132 coronas con 97 ore.
Luego quedaba una cuenta. Alli el saldo era de casi un millon de coronas. Maria Lovgren no figuraba como titular. El 1 de enero le habian ingresado los intereses de mas de noventa mil coronas en la cuenta. El 4 de enero Johannes Lovgren habia retirado veintisiete mil coronas.
Kurt Wallander alzo la vista al hombre que tenia sentado al otro lado de la mesa.
– ?Hasta cuando se puede hacer un seguimiento de esta cuenta? -pregunto.
– En principio los ultimos diez anos consecutivos. Pero eso lleva su tiempo. Tendremos que buscar en los ordenadores.
– Empiece con el ano pasado. Quiero ver todos los movimientos de la cuenta durante el 89.
El hombre del banco se levanto y salio de la habitacion. Kurt Wallander empezo a estudiar la segunda hoja. Resultaba que Johannes Lovgren tenia casi setecientas mil coronas colocadas en fondos de acciones que le cuidaba el banco.
«Hasta aqui encaja con el relato de Lars Herdin», penso. Se acordaba de la conversacion con Nystrom en la que habia jurado que su vecino no tenia dinero.
«Que poco sabemos de nuestros vecinos», penso.
Despues de unos cinco minutos, el hombre volvio. Le dio otro impreso de ordenador a Kurt Wallander.
Tres veces durante 1989 Johannes Lovgren habia sacado una suma total de 78.000 coronas. Las extracciones se habian efectuado en enero, julio y septiembre.
– ?Puedo quedarme con estos papeles? -pregunto.
El hombre asintio con la cabeza.
– Me gustaria hablar con la cajera que le dio el dinero a Johannes Lovgren la ultima vez -dijo.
– Britta-Lena Boden -dijo el hombre-. Voy a buscarla.
La mujer que entro en la habitacion era muy joven. Kurt Wallander penso que no tendria mas de veinte anos.
– Ella ya sabe de que se trata -se anticipo el hombre. Kurt Wallander asintio con la cabeza y saludo a la chica.
– Cuenta -dijo.
– Era bastante dinero -contesto la chica-. Si no, no me habria acordado, supongo.
– ?Parecia preocupado? ?Nervioso?
– No que yo recuerde.
– ?Como queria el dinero?
– En billetes de mil.
– ?Solo de mil?
– Tambien le di unos de quinientas.
– ?Donde metio el dinero?
La chica tenia buena memoria.
– En una cartera marron. Una vieja con bandolera.
– ?La reconocerias si la vieras otra vez?
– Quizas. El asa estaba rota.
– ?Rota, como?
– El cuero se habia cortado.
Kurt Wallander asintio con la cabeza. La memoria de la chica era estupenda.
– ?Recuerdas algo mas?
– Cuando le di el dinero se marcho.
– ?Y estaba solo?
– Si.
– ?Viste si alguien le esperaba fuera?
– No pude verlo desde la caja.
– ?Recuerdas que hora era?
La chica penso antes de contestar.
– Me fui a comer justo despues. Serian mas o menos las doce.
– Nos has ayudado mucho. Si recuerdas algo mas, quiero que me avises.
Wallander se levanto y salio a la sala del banco. Se paro un momento y se dio la vuelta. La chica tenia razon. Desde el mostrador de las cajas era imposible ver si alguien estaba esperando en la calle.
El campesino sordo ya se habia marchado y habian entrado nuevos clientes. Alguien que hablaba un idioma extranjero cambiaba dinero en una de las cajas.
Kurt Wallander salio. La oficina del banco Handelsbanken estaba muy cerca.
Un hombre bastante mas simpatico le acompano hasta donde se encontraban las cajas de seguridad. Cuando Kurt Wallander abrio la caja de metal se desilusiono. No habia nada en absoluto. Tampoco nadie aparte de Johannes Lovgren podia acceder a aquella caja.
Habia adquirido la caja en 1962.
– ?Cuando estuvo aqui la ultima vez? -pregunto Kurt Wallander.
La respuesta le hizo saltar.
– El 4 de enero -contesto el hombre del banco despues de estudiar el registro de visitas-. A las 13.15 para ser exactos. Se quedo durante veinte minutos.
Pero a pesar de preguntar a todo el personal, nadie podia recordar si llevaba algo al salir del banco. Tampoco se acordaba nadie de su cartera.