Me miro abiertamente.

– Expliqueme por que cree que estos casos estan relacionados.

Destaque las similitudes que habia detectado en los casos de Trottier y Gagnon: apaleamiento, descuartizamiento del cadaver, utilizacion de bolsas de plastico y abandono en zonas apartadas.

– ?Dependen estos casos del CUM?

– El de Gagnon, si; en cuanto a Trottier, es de la jurisdiccion de la SQ por haberse encontrado en St. Jerome.

Como en muchas ciudades, en Montreal la cuestion jurisdiccional resulta complicada. La ciudad se encuentra en una isla en el centro del San Lorenzo. La policia de la Comunidad Urbana de Montreal se encarga de los crimenes que se cometen en la propia isla; los descubiertos fuera de alli competen a los departamentos de policia local o la Surete de Quebec. La coordinacion deja mucho que desear.

Tras una pausa, anadio:

– Monsieur Claudel puede resultar… -vacilo un instante-… dificil. Siga con sus comparaciones e informeme si necesita algo.

Aquella semana, dias despues, fotografie las senales producidas por los cortes con un fotomicroscopio, utilizando diversos angulos, ampliaciones e intensidades de luz, con la esperanza de extraer detalles de su estructura interna. Asimismo retire pequenos fragmentos oseos de diversas superficies de las articulaciones con el fin de examinarlas con el escaner microscopico. En lugar de ello, durante las dos semanas siguientes me vi desbordada por una montana de huesos.

Unos ninos que paseaban por un parque provincial descubrieron un esqueleto parcialmente vestido; en la playa del lago St. Louis aparecio un cuerpo muy descompuesto; una pareja que limpiaba el sotano de una casa recien adquirida, descubrio un baul repleto de craneos humanos cubiertos con cera, sangre y plumas. Y todos aquellos hallazgos fueron a parar a mi.

Los restos del lago St. Louis supusimos que corresponderian a un caballero fallecido el otono anterior en accidente maritimo tras desafiar la autonomia de un contrabandista de tabaco competidor suyo. Me dedicaba a recomponer su craneo cuando sono el telefono.

Esperaba aquella llamada, aunque no tan pronto. Mientras escuchaba, el corazon me palpitaba con fuerza y la sangre latia en mi esternon como agua carbonica agitada en una botella. Senti una oleada de calor.

– Hace menos de seis horas que esta muerta -decia LaManche-. Creo que deberia echarle una mirada.

Capitulo 6

Margaret Adkins tenia veinticuatro anos, habia vivido con su companero y su hijo de seis anos en un barrio cobijado a la sombra del Estadio Olimpico. Aquella manana debia reunirse con su hermana a las diez y media para ir de compras y almorzar, pero no llego a hacerlo. Ni tampoco atendio mas llamadas telefonicas tras hablar con su marido a las diez. Le fue imposible porque habia sido asesinada en algun momento entre aquella llamada y mediodia, cuando su hermana descubrio el cadaver. Desde entonces habian transcurrido cuatro horas. Era todo cuanto sabiamos.

Claudel aun seguia en escena. Su companero Michel Charbonneau estaba sentado en una de las sillas alineadas al otro lado de la gran sala de autopsias. LaManche habia regresado del escenario del crimen hacia menos de una hora, precedido en unos minutos por el cadaver. Cuando yo llegue, practicaban la autopsia. En seguida comprendi que aquella noche trabajariamos horas extras.

La mujer yacia de bruces, con los brazos extendidos a los costados, las palmas arriba y los dedos curvados hacia adentro. Habian retirado las bolsas de papel en que la habian transportado, inspeccionado sus unas y extraido residuos de ellas. Estaba desnuda, y su piel tenia una tonalidad cerosa contra el pulido acero inoxidable. En su espalda aparecian pequenos circulos, puntos de presion producidos por los agujeros de drenaje de la superficie de la mesa. De vez en cuando se veia un solitario cabello adherido a la piel, desprendido de la rizada marana de su cabellera.

Tenia la nuca distorsionada, con una ligera desviacion, como una figura desequilibrada en un dibujo infantil. La sangre rezumada de sus cabellos se habia mezclado con el agua al lavarla y formaba un charco de un rojo translucido bajo su cuerpo. Su chandal, sujetador, bragas, zapatos y calcetines estaban extendidos en la contigua mesa de autopsias. Se hallaban empapados en sangre, y el denso y metalico olor impregnaba el aire. Una bolsa con cierre de cremallera, proxima a sus ropas, contenia un cinturon elastico y una compresa higienica.

Daniel tomaba fotos con una Polaroid. Las instantaneas con bordes blancos se encontraban sobre el escritorio proximo a Charbonneau, y las imagenes que aparecian mostraban diversos grados de claridad. Charbonneau las examinaba una tras otra y las devolvia con cuidado a su lugar de origen al tiempo que se mordia el labio inferior.

Un agente uniformado de identificacion tomaba asimismo fotos con una Nikon provista de flash. Mientras el hombre rodeaba la mesa, Lisa, recien llegada entre los tecnicos de autopsias, colocaba una anticuada pantalla tras el cuerpo. La estructura de metal pintado, con su recortado tejido blanco, pertenecia a una epoca en que tal accesorio se utilizaba en las habitaciones de los hospitales para proteger a los pacientes en los tratamientos de caracter intimo. La ironia era mordaz: me pregunte que clase de intimidad trataban de proteger en aquella situacion. A Margaret Adkins ya habia dejado de importarle.

Tras otra serie de tomas, el fotografo se apeo de su taburete y miro a LaManche con aire inquisitivo. El patologo se aproximo al cadaver y senalo un aranazo en la parte posterior del hombro izquierdo.

– ?Han tomado esto?

Lisa aplico una tarjeta rectangular en la parte izquierda de la herida. En ella aparecia anotado el numero asignado por el LML, el numero del deposito y la fecha: 23 de junio de 1994. Daniel y el fotografo tomaron primeros planos.

Siguiendo las instrucciones de LaManche, Lisa le rasuro el cabello alrededor de las heridas de la cabeza mojando repetidamente el cuero cabelludo con un espray. Eran cinco en total. Cada una mostraba los dentados bordes tipicos de una lesion traumatica causada por un instrumento romo. LaManche los midio y dibujo. Las camaras los captaron en primer plano.

– Con esto hemos terminado por este angulo -dijo por fin LaManche-. Denle la vuelta, por favor.

Lisa se adelanto y por un instante me tapo la vision. Deslizo el cuerpo hasta el extremo izquierdo de la mesa, lo volvio ligeramente y apreto el brazo izquierdo con fuerza contra el estomago. Entonces ella y Daniel volvieron el cuerpo. Percibi un suave golpe cuando la cabeza choco contra el acero. Lisa la levanto, coloco un bloque de caucho debajo del cuello y retrocedio unos pasos.

Aquella vision acelero aun mas mi circulacion sanguinea como si hubieran retirado el dedo de la botella efervescente que yo tenia en el pecho y hubiera estallado un geiser de pavor.

Margaret Adkins habia sido desventrada desde la clavicula hasta el pubis. Una fisura dentada discurria desde su esternon, exponiendo en su curso los colores y texturas de sus mutiladas entranas. En sus puntos mas profundos, donde los organos habian sido desviados, distingui la brillante vaina que rodeaba su columna vertebral.

Levante penosamente la mirada, desviandola de la espantosa crueldad cometida en su vientre. Pero no me senti aliviada con ello. Tenia la cabeza levemente ladeada y mostraba un rostro similar al de un duendecillo con su nariz respingona y la barbilla delicadamente puntiaguda. Tenia pomulos pronunciados y salpicados de pecas. Con la muerte, las manchitas marrones contrastaban con la blancura que las rodeaba. Me recordaba a Pippi Calzaslargas con melena corta castana. Pero la boquita de duendecillo no reia: estaba desmesuradamente abierta y de ella asomaba su seno izquierdo cortado, cuyo pezon descansaba en el delicado labio inferior.

Alce la mirada y mis ojos se encontraron con los de LaManche. Sus arrugas paralelas parecian mas profundas que de costumbre, y los parpados inferiores reflejaban una tension que los agitaba levemente. Lei en su rostro tristeza y acaso algo mas.

El hombre permanecio en silencio mientras la autopsia proseguia y dividio su atencion entre el cadaver y su carpeta de pinza en la que registraba todas las atrocidades, anotaba su posicion y dimensiones y detallaba todas

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