Durante unos momentos todos permanecimos en absoluto silencio.

– Las he visto anteriormente -dijo por fin Daniel.

Con brusco movimiento se subio las gafas sobre el puente de la nariz. Un tic le contraia el rostro como un juguete de caucho.

– Es Nuestra Senora de no se que. Ya saben: la virgen Maria.

Examinamos aquella forma opaca en la radiografia. En cierto modo parecia agravar el delito haciendolo mas obsceno.

– Ese hijo de puta es un enfermo mental -exclamo Charbonneau.

La habitual indiferencia de que alardeaban los detectives de homicidios quedaba superada por la emocion del momento.

Me sorprendio su apasionamiento. No comprendia exactamente si aquella atrocidad por si sola habia conmovido sus sentimientos o si la naturaleza religiosa del ofensivo objeto contribuia a su reaccion. Como la mayoria de los quebequeses, Charbonneau sin duda habria tenido una infancia impregnada del catolicismo tradicional, y el ritmo de su vida cotidiana habria estado inextricablemente dominado por los dogmas eclesiasticos. Aunque muchos nos despojamos de los atributos externos, suele persistir el respeto hacia el simbolo. Acaso un hombre se niegue a ponerse un escapulario, pero no lo quemara. Yo lo comprendia. Era una ciudad diferente con diferente lenguaje, pero tambien yo era miembro de la tribu. Las emociones atavicas dificilmente se extinguen.

Se produjo otro prolongado silencio. Por fin intervino LaManche, que escogio sus palabras con sumo cuidado. No pude adivinar si el comprendia las plenas implicaciones de lo que estabamos viendo; no estaba segura de ello. Aunque empleo un tono mas suave del que yo hubiera utilizado, expreso a la perfeccion mis pensamientos.

– Monsieur Charbonneau, creo que usted y su companero deberian reunirse con la doctora Brennan y conmigo -dijo-. Como supongo que no ignora, este caso, y otros varios, presentan aspectos inquietantes.

Hizo una pausa para comprobar el efecto de sus palabras y consultar un calendario mental.

– Tendre los resultados de esta autopsia a ultimas horas de la noche. Manana es fiesta. ?Que les parece el lunes por la manana?

El detective lo miro a el y luego a mi con aire inexpresivo. No pude discernir si habia comprendido las palabras de LaManche o si desconocia realmente los restantes casos. Era probable que Claudel hubiera desechado mis comentarios sin compartirlos con su companero. De ser asi, Charbonneau no podia admitir su ignorancia.

– Si, de acuerdo. Vere lo que puedo hacer.

LaManche fijo sus melancolicos ojos en Charbonneau y aguardo.

– De acuerdo, de acuerdo: aqui estaremos. Ahora sera mejor que salga a la calle y comience a buscar a este hijo de puta. Si aparece Claudel por aqui digale que me reunire con el en el cuartel general sobre las ocho.

Estaba desconcertado. Incluso habia olvidado dirigirse en frances a LaManche. Era evidente que mantendria una extensa charla con su companero.

LaManche reanudo la autopsia antes de que la puerta se cerrara tras Charbonneau. El resto era rutinario. El pecho fue abierto con una incision en forma de i griega, y los organos, retirados, pesados, cortados y examinados. Se establecio la posicion de la estatua y se calcularon y describieron los danos internos. Daniel, con la ayuda de un escalpelo, corto la piel de la coronilla, la arranco hacia adelante, echo el cuero cabelludo hacia atras y retiro un fragmento del casquete craneal con una sierra. Yo retrocedi un paso y contuve el aliento mientras el aire se llenaba con el gemido de la sierra y el olor a hueso quemado. El cerebro era de estructura normal. De vez en cuando aparecian gotas gelatinosas pegadas a su superficie como negras medusas en un globo brillante y gris. Eran los hematomas subdurales de los golpes recibidos en la cabeza.

Sabia como seria esencialmente el informe de LaManche. La victima era una joven saludable sin anomalias ni indicios de enfermedad a quien, aquel dia, alguien habia golpeado el craneo con suficiente fuerza para fracturarselo y provocar la hemorragia de los vasos cerebrales en el cerebro. Por lo menos cinco veces. Asimismo le habian embutido una estatuilla en la vagina, la habian destripado parcialmente y le habian cercenado un seno.

Un estremecimiento recorrio mi cuerpo al considerar el calvario sufrido por la mujer. Las heridas de la vagina eran vitales: la carne desgarrada habia sangrado profusamente. Le habian insertado la estatua cuando aun latia su corazon, cuando aun estaba viva.

– … expliquele a Daniel lo que desea, Temperance.

No lo habia escuchado. La voz de LaManche me devolvio al presente. Habia concluido y me sugeria que tomara muestras de los huesos. El esternon y las costillas habian sido extraidos al comenzar la autopsia, por lo que le indique a Daniel que debian enviarse arriba para empaparlos y limpiarlos.

Me aproxime al cadaver y examine la cavidad toracica. Cierto numero de pequenos cortes se extendian por la parte ventral de la estructura vertebral. Parecian un reguero de tenues ranuras en la consistente vaina que cubre la espina dorsal.

– Necesito las vertebras que van de aqui hasta aqui y tambien las costillas. -Senale el segmento donde aparecian los cortes-. Envieselos a Denis y digale que los empape, que no los hierva, y que vaya con mucho cuidado al retirarlos, que no los toque con ningun objeto cortante.

Me escuchaba y extendia las manos enguantadas. Fruncio la nariz y el labio superior mientras trataba de ajustarse las gafas y asintio sin cesar.

Cuando me hubo escuchado se volvio hacia LaManche.

– ?Luego la cierro? -pregunto.

– Si, puede hacerlo -respondio su interlocutor.

Daniel puso manos a la obra. Retiro los segmentos oseos, devolvio los organos a su sitio y cerro la seccion central. Por fin coloco de nuevo el fragmento de craneo, reajusto el rostro y cosio los bordes cortados del cuero cabelludo. Salvo por la costura en forma de i griega que tenia en la parte delantera, Margaret Adkins parecia intacta. Estaba preparada para su funeral.

Regrese a mi despacho decidida a concentrarme mentalmente antes de volver a casa. La quinta planta estaba totalmente desierta. Hice girar mi silla, puse los pies en el alfeizar de la ventana y contemple mi mundo fluvial. En mi playa, el complejo Miron se asemejaba a una creacion de Lego, con los excentricos edificios grises conectados por una especie de celosia horizontal de acero. Mas alla de la fabrica de cemento, un barco se deslizaba con lentitud rio arriba; sus luces discurrian apenas visibles tras el grisaceo velo crepuscular.

El edificio se mantenia en absoluto silencio, pero aquella estremecedora tranquilidad no lograba relajarme. Mis pensamientos eran tan negros como el rio. Me pregunte brevemente si habria alguien que me mirase a su vez desde la fabrica, alguien asimismo solitario, tambien abatido entre el silencio de las horas de inactividad, tan sonoro en un edificio de oficinas vacio.

Ultimamente me costaba dormirme aunque estaba levantada desde las seis y media de la manana. Deberia haber estado cansada, pero en lugar de ello me sentia agitada. Descubri que jugaba distraida con la ceja derecha, un tic nervioso que irritaba profundamente a mi marido. Anos de criticas por su parte no habian conseguido que abandonara aquella costumbre. La separacion tenia sus ventajas: ahora estaba en libertad de hacerlo hasta que me cansara.

Pete. El ultimo ano que estuvimos juntos. El rostro de Katy cuando le hablamos de nuestra ruptura. Pensabamos que no seria muy traumatico puesto que ella se encontraba en la universidad. ?Cuan equivocados estabamos! Sus lagrimas estuvieron a punto de hacerme cambiar de idea. Margaret Adkins, con las manos retorcidas tras su muerte. Con aquellas manos habia pintado sus puertas de azul y habia colgado los posters de su hijo. ?Se encontraria en aquellos momentos por ahi el asesino? ?Estaria disfrutando con su hazana de aquel dia? ?Se habria saciado su avidez de sangre o se habrian intensificado sus ansias de matar con aquel acto?

El telefono sono e interrumpio el silencio con un estrepito que me arranco de las grutas privadas en que me habia adentrado. Me sobresalte de tal modo que di un respingo y volque el cubilete de los lapices. Boligrafos y rotuladores volaron por los aires.

– Aqui la doctora Bren…

– ?Tempe! ?Oh, gracias a Dios! Llamaba a tu apartamento pero, como es natural, no te encontraba. -La risa de la mujer era tensa y estridente-. Se me ocurrio intentar este numero por si acaso. No pensaba realmente encontrarte.

Aunque reconoci la voz tenia una peculiaridad que no habia percibido en otras ocasiones. Sonaba discordante

Вы читаете Testigos del silencio
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату