para dormir.

El silencio se prolongo tanto rato que crei que no me habia oido. Me volvi, dispuesta a repetir la invitacion, y descubri que miraba con fijeza en mi direccion. Los movimientos temblorosos de hacia unos momentos habian sido sustituidos por una absoluta inmovilidad. Tenia rigida la columna vertebral e inclinaba el torso hacia adelante sin apenas tocar el respaldo del asiento, con una mano en el regazo y la otra, en apretado puno, sobre la boca. Le bizqueaban los ojos y los parpados inferiores se le estremecian ligeramente. Parecia ponderar algo: consideraba variables y calculaba consecuencias. Su repentino y brusco cambio de talante me desconcerto.

– Debes de creerme loca -dijo al cabo.

Parecia muy tranquila; se expresaba en voz baja y bien modulada.

– Estoy confundida.

Me guarde lo que pensaba en realidad.

– Si, es un modo amable de expresarlo.

Lo dijo con una risa autodespectiva al tiempo que agitaba levemente la cabeza, sacudiendo los rizos.

– Sospecho que estaba muy trastornada -anadio.

Aguarde a que prosiguiera. Sono el portazo de un coche. La voz baja y melancolica de un saxo llegaba desde el parque. Una ambulancia ululo a lo lejos. Verano en la ciudad. En la oscuridad senti, mas que vi, alterarse y desenfocarse el rostro de Gabby. Era como si ella hubiese emprendido un camino en direccion hacia mi y se hubiera desviado en el ultimo momento. Como un objetivo automatico, readapto sus ojos a un punto que se encontraba mas alla y parecio encerrarse de nuevo en si misma. Volvia a celebrar otra sesion interna, calibraba sus opciones y decidia la actitud que iba a adoptar.

– No me sucede nada -declaro al tiempo que recogia la cartera y el bolso y aferraba la manecilla de la puerta-. Te agradezco sinceramente que hayas venido.

Se habia decidido por la postura evasiva.

Ya fuera por el cansancio o la tension de los ultimos dias, perdi el control.

– ?Aguarda un momento! -estalle-. ?Quiero saber que sucede! Hace una hora decias que alguien queria matarte. Has salido corriendo de ese restaurante y has cruzado la calle agitada y jadeante como si te pisara los talones Jack el Destripador. No puedes respirar, las manos aun te tiemblan como bajo una descarga de alto voltaje ?y ahora te propones largarte tranquilamente con un «muchas gracias por el viaje», sin mas explicaciones?

Nunca habia estado tan furiosa con ella. Habia levantado el tono de voz, respiraba entrecortadamente y sentia un tenue latido en la sien izquierda.

La intensidad de mi ira la dejo pasmada, con los ojos desorbitados como un gamo sorprendido por la luz de unos faros. Paso un coche, y en su rostro destellaron sucesivamente luces blancas y rojas, que ampliaron la imagen.

Permanecio unos instantes inmovil, rigida, como bajo los efectos de un cortocircuito catatonico, mientras su silueta se recortaba contra el cielo.

Luego, como si se hubiera accionado una valvula, parecio liberarse de sus tensiones. Solto la manecilla, dejo su cartera y se recosto en el asiento. De nuevo se encerraba en si misma y reconsideraba la cuestion. Tal vez decidiera por donde comenzar; tal vez exploraba vias alternativas de escape. Aguarde.

Por fin profirio un profundo suspiro e irguio lentamente los hombros. Habia decidido la postura que adoptaria. En cuanto comenzo a hablar comprendi que ya estaba resuelta: me permitiria conocer algo, pero hasta cierto punto. Escogio con sumo cuidado sus palabras y emprendio un sendero protegido entre el lodazal emotivo de su mente. Me apoye en la puerta y me dispuse a escucharla.

– Ultimamente he estado trabajando con gente algo… insolita.

Pense que era un modo de restar importancia a la cuestion, pero me abstuve de expresarlo.

– No, no. Ya se que esto parece trivial. No me refiero a la gente corriente de la calle: a esa se como manejarla. -Escogia las palabras de manera tortuosa-. Si uno conoce a los actores y aprende las normas y la jerga, se desenvuelve a la perfeccion, como en cualquier otro lugar. Hay que ajustarse a la etiqueta local y no cabrear a la gente. Es muy sencillo. No hay que entrometerse en el camino de otro ni entorpecer sus manejos ni hablar con la policia. Salvo en cuanto al horario, no es dificil trabajar alli. Ademas, ahora las chicas ya me conocen y saben que no soy ninguna amenaza para ellas.

Enmudecio. No pude adivinar si se me cerraba de nuevo o si habia vuelto a refugiarse en su fuero interno para proseguir con su version. Decidi atizar el fuego.

– ?Te amenaza alguna de ellas?

La etica siempre habia sido muy importante para Gabby, y sospeche que trataba de proteger a algun confidente.

– ?Las chicas? ?No, no! Son estupendas. Nunca me han dado problemas. Creo que incluso les agrada mi compania. Puedo ser tan sexy como cualquiera de ellas.

?Magnifico! Ya sabiamos donde no radicaba el problema. Segui hostigandola.

– ?Como evitas que te confundan con las profesionales?

– ?Oh, no lo intento! Trato de mezclarme en su grupo; de no ser asi, frustraria mis propositos. Las chicas saben que yo juego limpio y aceptan la situacion.

No pregunte lo que era evidente.

– Si un tipo se pone pesado le digo que no estoy trabajando. La mayoria se marchan.

Se produjo otra pausa mientras ella, prosiguiendo con su seleccion introspectiva, consideraba que decirme, que reservarse y que recopilar mentalmente, sin revelarlo, pero teniendolo disponible por si el tema se suscitaba. Jugueteo con un adorno de su cartera. Un perro ladro en la plaza. Yo estaba segura de que protegia a alguien o que se reservaba algo, pero en esta ocasion no la apremie.

– La mayoria, salvo ese tipo que ha aparecido recientemente -prosiguio.

Nueva pausa.

– ?De quien se trata?

Otra pausa.

– No lo se, pero me pone la carne de gallina. Aunque no es un cliente exactamente, le gusta pasar el rato con las prostitutas. No creo que las chicas le dediquen mucha atencion, pero sabe mucho sobre la calle y, como estaba dispuesto a hablar conmigo, lo he entrevistado.

Pausa.

– Ultimamente se dedica a seguirme. Al principio no me di cuenta pero luego he comenzado a advertir su presencia en lugares extranos. Esta en el metro cuando llego a casa de noche, o aqui, en la plaza. En una ocasion lo vi en Concordia, ante el edificio de la biblioteca donde tengo mi despacho. O advierto que me sigue por la acera y marcha en la misma direccion que yo. La semana pasada yo estaba en St. Laurent cuando lo distingui. Como deseaba convencerme de que no era fruto de mi imaginacion, lo someti a prueba. Si yo reducia la marcha, el hacia lo mismo; si aceleraba, me imitaba. Intente deshacerme de el y entre en una pasteleria, pero, cuando sali, se hallaba en la acera de enfrente simulando ver escaparates.

– ?Estas segura de que se trata siempre del mismo individuo?

– Por completo.

Se produjo un largo y denso silencio. Aguarde.

– Eso no es todo.

Se miro las manos que, de nuevo, tenia entrelazadas, apretadas con fuerza.

– Recientemente ha comenzado a hablar de temas muy extranos. He intentado evitarlo, pero esta noche se presento en el restaurante. Desde hace poco parece estar provisto de radar. El caso es que abordo el mismo asunto, haciendome toda clase de preguntas de mal gusto.

Volvio a abstraerse en sus pensamientos. Al cabo de un momento se volvio hacia mi como si de repente hubiera descubierto una respuesta. Se expresaba con cierta sorpresa.

– ?Son sus ojos, Tempe! ?Tiene unos ojos tan extranos! Son negros y duros, como los de una vibora, y el blanco esta sonrosado y moteado con puntos sanguinolentos. No se si esta enfermo o con resaca constante. Nunca he visto unos ojos como los suyos. Inspiran deseos de ponerse a cubierto y ocultarse de su vision. ?Estoy alucinada, Tempe! Supongo que habre pensado en nuestra ultima conversacion y en toda esa carniceria a la que debes enfrentarte, y mi mente se ha desequilibrado.

No supe que decirle. No podia leer su rostro en la oscuridad, pero su cuerpo expresaba el lenguaje del terror.

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