Tenia el torso rigido y estrechaba los brazos contra su cuerpo apretando la cartera en el pecho como si tratara de protegerse con ella.
– ?Que mas sabes acerca de ese tipo?
– Poca cosa.
– ?Que piensan las chicas de el?
– No le prestan atencion.
– ?Se ha mostrado amenazador alguna vez?
– No. Por lo menos de manera directa.
– ?Ha estado violento o ha perdido el control?
– No.
– ?Toma drogas?
– No lo se.
– ?Sabes quien es o donde vive?
– No. Hay cosas que, en ese ambiente, no se preguntan. Es una norma implicita, una especie de acuerdo tacito.
De nuevo siguio un largo silencio mientras ambas ponderabamos sus palabras. Un ciclista paso por la acera pedaleando sin apresurarse. Su casco parecio vibrar, destellar bajo una farola callejera, y luego se perdio de vista al internarse en la oscuridad. Habia atravesado mi campo visual y desaparecido despues lentamente entre la noche, como una luciernaga que senalara su paso. Encendido, apagado; encendido, apagado.
Pense en lo que ella me habia dicho y me pregunte si debia sentirme culpable. ?Habria desencadenado yo sus temores al hablarle de los mios o se habria encontrado realmente con un psicopata? ?Exageraba una serie de coincidencias inofensivas o se hallaba realmente en peligro? ?Debia yo dejar que las cosas siguieran su curso durante algun tiempo o tenia que hacer algo? ?Era conveniente denunciarlo a la policia? Me encontraba dando vueltas a mi antiguo y acostumbrado circulo.
Permanecimos un rato sentadas escuchando los sonidos del parque y percibiendo el suave perfume de la noche, abstraida cada una en sus propios pensamientos. El tranquilo intermedio produjo efectos sedantes. Por fin Gabby agito la cabeza, dejo caer la cartera en su regazo y se recosto en el asiento. Aunque su expresion era sombria, se advertia en ella un cambio muy visible. Cuando hablo de nuevo su voz era mas firme, menos temblorosa.
– Comprendo que reacciono de manera exagerada. Tal vez se trate solamente de un bicho raro que desea asustarme y yo le sigo el juego. He permitido que ese elemento me meta el miedo en el cuerpo y me trastorne.
– ?No te encuentras con muchos «bichos raros», como calificas a ese?
– Si. La mayoria de mis confidentes no son precisamente unos dandis -replico con una breve risita carente de alegria.
– ?Que te hace pensar que ese tipo es diferente?
Medito unos instantes, con la una del pulgar entre los dientes.
– Resulta dificil expresarlo con palabras. Es simplemente una… linea que divide a los chiflados de los verdaderos depredadores. No es facil definirlo, pero una sabe cuando esta en peligro. Tal vez sea un instinto que he adquirido aqui. Si en este negocio una mujer se siente amenazada por alguien, no va con esa persona. Cada una tiene sus propios desencadenantes, pero todas establecen sus limites en cierto punto. Pueden ser los ojos o alguna peticion extrana. Helene no ira con nadie que calce botas de vaquero.
Se tomo otro respiro para ensimismarse en sus pensamientos.
– Creo que me deje llevar por aquella conversacion sobre criminales en serie y desviaciones sexuales.
Mas introspeccion. Trate de echar una mirada a mi reloj.
– Ese tipo tan solo trata de perturbarme.
Nueva pausa. Se esforzaba por restar importancia al asunto.
– ?Vaya asno!
O por darsela. Su voz sonaba irritada por momentos.
– ?Maldita sea, Tempe, no permitire que ese cabron se refocile revolviendo basura y mostrandome sus asquerosas fotos! ?Le dire que se vaya al infierno!
Se volvio y puso su mano sobre la mia.
– Lamento haberte hecho venir hasta aqui. ?Soy una idiota!, ?Me perdonas?
La mire con fijeza y en silencio. De nuevo su giro emocional me habia cogido por sorpresa. ?Como podia mostrarse aterrada, analitica, irritada y por fin disculparse en tan solo media hora? Yo estaba muy cansada y era demasiado tarde para resolver aquel enigma.
– Es tarde, Gabby. Ya hablaremos de ello manana. No te preocupes, no me he enfadado: me alegro de que estes bien. Te ofrecia sinceramente mi casa. Siempre eres bien recibida.
Se inclino a abrazarme.
– Gracias, pero puedo arreglarme. Te prometo que te llamare.
La observe mientras subia la escalera con la falda flotando como rodeada de niebla. Al cabo de unos instantes desaparecio por la puerta morada, y el espacio que nos separaba quedo vacio y tranquilo. Permaneci sentada unos instantes rodeada por la oscuridad y el tenue perfume a sandalo. Aunque nada se movia senti un momentaneo escalofrio que, al igual que su sombra, fluctuo unos instantes y desaparecio.
Durante el camino de regreso mi mente funciono a velocidad vertiginosa. ?Construia Gabby otro melodrama o se hallaba realmente en peligro? ?Se habia reservado alguna confidencia? ?Seria aquel hombre realmente peligroso? ?Habria germinado en ella la simiente de paranoia sembrada por mi charla sobre los asesinatos? ?Deberia yo informar a la policia? No quise dejarme dominar por la preocupacion de la seguridad de Gabby. Al llegar a casa recurri a un ritual de mi infancia que funciona a la perfeccion cuando estoy tensa o muy nerviosa: llene la banera de agua caliente y eche sales de hierbas. Puse en marcha un compactdisc de Leonard Cohen a pleno volumen y, mientras me sumergia en las aguas, el canto para mi acerca del futuro. Los vecinos tendrian que resistir. Despues del bano, intente comunicarme con Katy, mas de nuevo me encontre con su contestador automatico. Luego comparti leche y galletas con Birdie, que prefirio la leche, deje los platos en el mostrador de la cocina y me meti en la cama.
Mi ansiedad no se habia disipado por completo, y el sueno no acudia con facilidad. Yaci algun tiempo observando las sombras del techo y luchando contra el impulso de llamar a Pete. Me odiaba a mi misma por necesitarlo en tales ocasiones, por ansiar su fortaleza siempre que me sentia trastornada. Era un ritual que me habia jurado romper.
Por fin me invadio el sueno como un remolino, y en mi conciencia se confundieron pensamientos de Pete, de Katy, de Gabby y de los crimenes. Fue algo saludable que me permitio resistir la siguiente jornada.
Capitulo 8
Dormi profundamente hasta las nueve y cuarto de la manana siguiente. No suelo remolonear tanto, pero era 24 de junio, viernes, dia de san Juan Bautista, la fiesta nacional de Quebec, y me deje arrastrar por mi languidez habitual en tales jornadas. Puesto que tal festividad es la principal de la provincia, casi todo esta cerrado. Aquella manana no me encontraria la
El dia era vivo y luminoso y el mundo se exhibia bajo un prisma activo. Los objetos y sus sombras destacaban con todos sus detalles; los colores de ladrillos, metales, maderas, pinturas, hierbas y flores proclamaban su vivacidad en sus diferentes situaciones del espectro. El cielo aparecia deslumbrante y sin la menor sombra de nubes y me recordaba los azules huevos de los petirrojos en las estampas de mi infancia, con la misma tonalidad escandalosa. Estaba segura de que san Juan lo habria aprobado.
El aire de la manana era calido y suave, en perfecta armonia con el aroma de las petunias que llenaban las macetas de las ventanas. La temperatura habia ascendido de manera gradual pero persistente durante la semana