Encontre el centro de la ciudad y me aproxime para tratar de localizar mi callejuela. No tenia mas que una manzana y, mientras la buscaba, comence a comprender por que a los taxis les resultaba tan dificil encontrarme. Me prometi ser mas paciente en el futuro. O, por lo menos, mas especifica. Encontre Sherbrooke y la segui hasta Guy, pero descubri que habia ido demasiado lejos. Entonces recibi el tercer impacto de la tarde. Senalaba con el dedo Atwater, junto al poligono anaranjado que establecia la demarcacion del Gran Seminario, cuando atrajo mi atencion un pequeno simbolo dibujado con boligrafo en el angulo sudoeste, un circulo en el que aparecia una equis y que se encontraba proximo al lugar donde se habia descubierto el cadaver de Isabelle Gagnon. Entre los fuertes latidos de mi corazon, me desvie hacia la parte este y trate de localizar el estadio olimpico.

– ?Fijese en esto, monsieur Charbonneau! -dije con voz tensa y agitada.

El hombre se acerco.

– ?Donde esta el estadio?

Lo senalo con el boligrafo y me miro.

– ?Donde se encuentra el apartamento de Margaret Adkins?

Vacilo un instante, se aproximo y se dispuso a senalar una calle que se dirigia hacia el sur desde el parque Maisonneuve. Pero se quedo con el boligrafo en el aire cuando ambos distinguimos la diminuta senal: de nuevo se veia una equis dentro de un circulo dibujado con un boligrafo.

– ?Donde vivia Chantale Trottier?

– En Sainte Anne de Bellevue. Demasiado lejos.

Los dos inspeccionamos el mapa.

– Busquemos sistematicamente, sector por sector -sugeri-. Yo comenzare por la esquina superior de la izquierda hacia abajo y usted por la parte derecha inferior y hacia arriba.

Encontro el primero la tercera equis. La marca aparecia en la playa sur, cerca de St. Lambert. El no tenia noticias de que se hubieran cometido homicidios en aquel distrito ni tampoco Claudel. Buscamos durante otros diez minutos pero no encontramos mas equis.

Emprendiamos una segunda busqueda cuando la furgoneta del equipo de investigacion aparco en la puerta.

– ?Donde diablos estabais? -pregunto Claudel cuando los hombres entraron en la habitacion con sus maletines metalicos.

– Conducir por aqui es como meterse en Woodstock, pero con menos barro -dijo Pierre Gilbert.

Su redondo rostro, rodeado por una barba rizada, y sus cabellos aun mas rizados me recordaban a un dios romano, aunque nunca lograba recordar a cual.

– ?Que tenemos aqui? -inquirio.

– ?Recuerdas a la muchacha asesinada en Desjardins? El gusano que le robo su tarjeta de credito vive en este agujero -contesto Claudel-. Posiblemente.

Hizo un ademan que abarco la habitacion.

– Habra dejado mucho de el en todo esto -anadio.

– Bien, no perderemos detalle -repuso Gilbert con una sonrisa. El cabello se le pegaba en circulos a su frente mojada-. Vamos a buscar las huellas.

– Tambien hay un sotano.

– Oui. -Salvo por la inflexion, primero en descenso y luego en ascenso, parecia mas un interrogante que una afirmacion-. ?Por que no comenzais por abajo, Claudel? Llevaos el mostrador alli, Marcie.

Marcie se traslado al fondo de la habitacion, saco un envase de su maletin y comenzo a extender con un cepillo en la mesa de formica el negro polvo que contenia. Los restantes tecnicos se marcharon al sotano. Pierre, con guantes de goma, se dedico a recoger montones de periodicos de la mesa y a meterlos en una gran bolsa de plastico. Fue entonces cuando recibi la impresion mas fuerte de toda la jornada.

– Qu'est-ce que c'est? -pregunto.

Levantaba un pequeno recuadro que se encontraba en el centro del monton y que examino largamente.

– C'est toi?

Me sorprendi al ver que me miraba.

Sin decir palabra me acerque a observar lo que tenia en la mano. Me sobresalto encontrarme ante mi propia imagen con tejanos, camiseta y gafas de aviador Bausch and Lomb. El hombre sostenia en su enguantada mano la foto que habia aparecido aquella manana en Le Journal.

Por segunda vez aquel dia descubri mi imagen tomada en una exhumacion hacia dos anos. La foto habia sido minuciosamente recortada, con igual precision que las que se encontraban en la pared. Solo se diferenciaba en un aspecto: mi imagen estaba rodeada varias veces por un circulo en boligrafo y tenia marcado en el pecho una gran equis.

Capitulo 12

Durante el fin de semana pase mucho tiempo durmiendo. El sabado por la manana trate de levantarme, pero mis esfuerzos fueron efimeros. Me temblaban las piernas y, si volvia la cabeza, largos tentaculos de dolor se extendian por mi nuca y se me aferraban a la base del craneo. Mi rostro tenia una especie de corteza como crema quemada y mi ojo derecho estaba morado, al igual que una ciruela podrida. Fue un fin de semana de sopas, aspirinas y antisepticos. Me pase los dias dormitando en el sofa y poniendome al dia con las aventuras de O. J. Simpson. Por las noches, a las nueve ya dormia.

Hacia el lunes el martillo neumatico ya habia dejado de golpearme el interior del craneo. Andaba con rigidez y podia volver algo la cabeza. Me levante temprano, me duche y a las ocho y media estaba en el despacho.

En mi escritorio aguardaban tres recados. Prescindi de ellos, marque el numero de Gabby y me respondio su contestador. Me prepare una taza de cafe instantaneo y examine los mensajes telefonicos recibidos. Uno procedia de un detective de Verdun, otro era de Andrew Ryan, y el tercero, de un periodista. Tire el ultimo y deje los otros junto al telefono. Charbonneau y Claudel no me habian llamado ni tampoco Gabby.

Marque el numero de la sala de la brigada CUM y pedi por Charbonneau. Al cabo de unos instantes me comunicaron que estaba ausente. Tampoco encontre a Claudel. Deje un mensaje mientras me preguntaba si harian gestiones callejeras tan temprano o si aun no habrian llegado.

Trate de comunicarme con Andrew Ryan, pero la linea estaba ocupada. Puesto que no tenia exito alguno por telefono decidi presentarme en persona. Tal vez Ryan estaria dispuesto a hablar de Trottier.

Baje a la primera planta en ascensor y recorri los pasillos hasta la sala de la patrulla. El ambiente era mucho mas animado que durante mi ultima visita. Cuando me dirigia a la mesa de Ryan adverti que las miradas se centraban en mi rostro, lo que me hizo sentirme algo incomoda. Sin duda estaban enterados de lo sucedido el viernes.

– ?Ha probado un nuevo colorete, doctora Brennan? -me pregunto Ryan en ingles.

Se habia levantado de la mesa y me tendia la mano. Distendio el alargado rostro en una sonrisa al ver la costra de mi mejilla derecha.

– Ciertamente: es carmesi cemento. Me he encontrado un aviso de llamada suyo.

Por un momento parecio desconcertado.

– ?Ah, si! He sacado el expediente de Trottier. Puede echarle una mirada si lo desea.

Se inclino a rebuscar entre algunos archivos que tenia sobre la mesa y los extendio en forma de abanico. Escogio uno entre ellos y me lo tendio en el instante en que su companero entraba en la sala. Bertrand se dirigio hacia nosotros. Vestia chaqueta deportiva de color gris claro que entonaba monocromaticamente con unos pantalones grises mas oscuros, camisa negra y una corbata floreada blanquinegra. Con la excepcion del bronceado, parecia una imagen televisiva de los cincuenta.

– ?Como va eso, doctora Brennan?

– Estupendo.

– ?Vaya, un efecto magnifico!

– Las calzadas son impersonales -respondi y mire en torno buscando un lugar donde consultar el expediente-.

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