inmediatamente.

– Con una amiga -respondio tras una pausa.

?Buena jugada, Brennan! No era de sorprender que estuviera enojado.

– Creo que habia alguien mas por alli esta noche.

– ?Como?

– Mientras examinaba lo enterrado crei oir algo, y luego recibi un porrazo en la cabeza que me dejo sin sentido. Como se desencadeno la tormenta con todos los elementos, no se exactamente que sucedio.

– ?Esta herida?

– No.

Otra pausa. Casi podia distinguir el curso de sus pensamientos.

– Enviare una patrulla para que vigile la zona hasta manana. Luego llevare alli a investigacion. ?Cree que necesitaremos los perros?

– Solo vi una bolsa, pero debe de haber otras. Ademas, parecia como si hubieran efectuado otras excavaciones en la zona. Creo que es una buena idea.

Aguarde una respuesta que no llego.

– ?A que hora me recogera?-le pregunte.

– No pienso recogerla, doctora Brennan. Esto es un homicidio de la vida real, de los que competen a la jurisdiccion de la brigada de homicidios, no a «Se ha escrito un crimen».

Estaba furiosa. Las sienes me latian y sentia una nubecula de calor entre ellas, en lo mas profundo del cerebro.

– «Mas tuneles que el Trans Canada» -le espete-. «Deme algo mas firme»: tales fueron sus palabras, Ryan. Pues bien, ya lo tengo y puedo conducirlo a donde se encuentra. Ademas, esto implica restos esqueleticos. Huesos. Y, si no me equivoco, esa es mi jurisdiccion.

La linea permanecio tanto rato en silencio que crei que habia colgado. Aguarde.

– Pasare a las ocho.

– Estare preparada.

– ?Brennan?

– ?Si?

– Quiza deberia procurarse un casco.

Y colgo el aparato.

Capitulo 16

Ryan fue puntual y a las ocho cuarenta y cinco nos deteniamos tras la furgoneta de investigacion, aparcada a menos de tres metros de donde yo habia dejado mi coche la noche anterior. Pero aquel era un mundo distinto del visitado por mi hacia unas horas. Lucia el sol y la calle bullia de actividad. Furgonetas y coches patrulla se alineaban en ambas curvas y por lo menos veinte personas, de paisano y uniformadas, hablaban en grupos.

Distingui a policias del DEJ, de la SQ y a agentes de St. Lambert diseminados por alli, con sus diferentes uniformes e insignias. La reunion me recordo las bandas mixtas de aves que a veces forman un bullicio espontaneo parloteando y piando, revelando cada una la especie a que pertenece por el color de su plumaje y las franjas de sus alas.

Una mujer con un gran bolso en el hombro y un joven portador de camaras fotograficas se apoyaban fumando contra la capota de un Chevy blanco. Aun aparecia otra especie: la prensa. Mas alla de la manzana, en la franja de hierba contigua a la verja, un pastor aleman jadeaba y olfateaba en torno a un hombre con mono azul oscuro. El perro salia disparado en breves incursiones, con el hocico en el suelo y luego regresaba como una flecha junto a su guardian, agitando la cola y con la cara levantada. Parecia inquieto por partir, confuso por el retraso.

– Todo el equipo esta aqui -dijo Ryan, que acababa de aparcar y se soltaba el cinturon de seguridad.

No se habia disculpado por su groseria ni yo lo habia esperado. Nadie esta en su mejor momento a las cuatro de la manana. Se habia mostrado bastante cordial durante el trayecto, casi bromista, senalando lugares donde se habian producido incidentes y relatando anecdotas de humillaciones y meteduras de pata. Historias policiales: «Alli, en el tercer piso, una mujer agredio a su marido con una sarten y luego nos ataco a nosotros. En aquel Poulet Kentucky Frites encontramos a un hombre desnudo en el eje del ventilador.» Charlas de polis. Me pregunte si sus mapas cognoscitivos se basarian en los lugares donde se habian producido los acontecimientos profesionales descritos en los informes policiales mas que en los nombres de calles y rios y en los numeros de los edificios que utilizamos los demas.

Ryan distinguio a Bertrand y se dirigio hacia el. Formaba parte de un grupo compuesto por un agente de la SQ, Pierre LaManche y un hombre rubio y delgado con gafas oscuras de aviador. Lo segui por la calle tratando de localizar a Claudel o Charbonneau entre la multitud. Aunque aquella reunion era oficialmente de la SQ pense que deberian estar alli. Parecian hallarse presentes todos los demas menos ellos. A medida que nos aproximabamos adverti cuan agitado estaba el hombre de las gafas. Movia sin cesar las manos y se manoseaba continuamente su ralo bigotillo, despeinaba algunos pelillos dispersos y luego los atusaba poniendolos en su lugar. Observe que su cutis era en especial terso, carente de color y textura. Llevaba una chaqueta de cuero de aviador y calzaba negras botas. Era de edad indefinida: igual podia tener veinticinco como sesenta y cinco anos.

LaManche no apartaba los ojos de mi mientras nos incorporabamos al grupo. Me saludo con una inclinacion de cabeza, aunque sin pronunciar palabra. Yo comenzaba a abrigar dudas. Habia organizado todo aquel circo, hecho acudir alli a toda aquella gente. ?Y si no encontraban nada? ?Y si alguien se habia llevado la bolsa? ?Y si resultaban ser tan solo restos de algun cementerio antiguo que habian aflorado a la superficie? La noche anterior estaba oscuro y yo, hecha un manojo de nervios. ?Hasta donde podia haber imaginado? Sentia una creciente tension en el estomago.

Bertrand nos saludo. Como de costumbre parecia una version corpulenta y de menor estatura de un modelo masculino. Habia escogido colores tierra para la exhumacion, marrones y castanos ecologicamente correctos, sin duda obtenidos sin tintes quimicos.

Ryan y yo saludamos a nuestros conocidos y nos dirigimos al hombre de las gafas. Bertrand nos presento.

– Andy, la doctora; y este es el padre Poirier, que representa a la diocesis.

– ?Archidiocesis!

– Disculpeme. Archidiocesis, puesto que se trata de una propiedad eclesiastica.

Y senalo con el pulgar hacia la verja que tenia tras el.

– Me llamo Tempe Brennan -me presente al tiempo que le tendia la mano.

El padre Poirier fijo en mi sus gafas de aviador y acepto mi mano en un apreton debil y carente de energia. Si se calificara a la gente por su forma de estrechar la mano, el hombre no alcanzaria ni un aprobado. Tenia los dedos frios y blandos, como zanahorias que han estado demasiado tiempo en el frigorifico. Al soltarme tuve que resistir el apremio de enjugarla en mis pantalones.

Repitio el ritual con Ryan que no mostro expresion alguna. Su temprana jovialidad habia desaparecido, sustituida por una profunda gravedad: adoptaba el talante profesional. Poirier parecio deseoso de decir algo, pero ante la expresion de Ryan lo penso mejor y apreto los labios en tensa linea. En cierto modo, sin haber dicho nada, reconocia que habia dejado de ostentar la autoridad y que era Ryan quien se encontraba en aquellos momentos al frente de la situacion.

– ?Ha entrado ya alguien? -inquirio Ryan.

– Nadie. Cambronne llego sobre las cinco de la manana -respondio Bertrand senalando al policia uniformado que estaba a su derecha-. Nadie ha entrado ni salido. El padre nos ha dicho que solo dos personas tienen acceso a los terrenos: el mismo y un conserje. El hombre es octogenario y trabaja aqui desde que Mamie Eisenhower popularizo los flequillos.

La version francesa de «Eisenhower» sonaba comica.

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