lujo. En cambio, se encontraba en un hotel del centro de la ciudad, donde se celebraba otro acto para recaudar fondos; el motivo de su presencia alli se encontraba en el otro extremo de la sala, bebiendo una copa de vino blanco y con expresion aburrida. Buchanan se dirigio hacia el.

– Parece que necesitas algo mas fuerte que el vino blanco -comento Buchanan.

El senador Russell Ward se volvio y esbozo una sonrisa al verlo.

– Es agradable ver un rostro honesto en este mar de iniquidad, Danny.

– ?Que te parece si cambiamos este sitio por el Monocle? Ward deposito la copa en la mesa.

– Es la mejor oferta que me han hecho en todo el dia.

El Monocle era un restaurante con una larga trayectoria a sus espaldas situado cerca del edificio del Senado en el Congreso. El restaurante y el edificio de la policia del Capitolio, que habia albergado la sede de Inmigracion y Nacionalizacion, eran las dos unicas estructuras que quedaban en ese emplazamiento donde antes se alzaba una larga hilera de edificios. El Monocle era uno de los lugares preferidos de los politicos, cabilderos y otras personalidades para reunirse, almorzar, cenar y tomar copas.

El maitre d'hotel dio la bienvenida a Buchanan y a Ward saludandolos por su nombre y los acompano a una mesa tranquila situada en una esquina. La decoracion era clasica y las paredes estaban adornadas con suficientes fotografias de politicos pasados y actuales como para llenar el monumento a Washington. La comida era buena pero los comensales no acudian a disfrutar de las delicias de la carta sino a exhibirse, a hacer negocios y a hablar del trabajo. Ward y Buchanan eran clientes habituales.

Pidieron algo de beber y examinaron la carta por separado durante unos minutos.

Russell Ward recibia el sobrenombre de Rusty desde que Buchanan tenia memoria. Y eso era mucho tiempo ya que los dos habian crecido juntos. Como presidente de la Comision Investigadora sobre Inteligencia del Senado, Ward influia directamente en el buen -o mal- funcionamiento de todas las agencias de informacion del pais. Era inteligente, muy perspicaz, honrado y trabajador. Provenia de una familia muy acaudalada del nordeste que habia perdido su fortuna cuando Ward era joven. Se habia desplazado a Raleigh, en el sur, y poco a poco se habia labrado una carrera en el sector publico. Era el senador mas antiguo de Carolina del Norte y lo adoraban en todo el estado. De acuerdo con el sistema de clasificacion de Buchanan, Rusty Ward podia calificarse sin duda alguna de «creyente». Estaba familiarizado con todos los juegos politicos en los que participaba. Conocia todos los secretos de la ciudad, por lo que estaba al tanto de las virtudes y, lo que era mas importante, los defectos de todo el mundo. Buchanan sabia que fisicamente el hombre estaba destrozado y que lo aquejaban dolencias de todo tipo, desde la diabetes a problemas de prostata. Sin embargo, mentalmente, Ward se encontraba mejor que nunca. Quienes habian infravalorado su impresionante capacidad intelectual a causa de sus problemas de salud habian acabado por lamentarlo.

Ward levanto la mirada de la carta.

– ?Traes algo interesante entre manos, Danny?

Ward tenia una voz profunda y sonora y un acento deliciosamente sureno, pues habia perdido hacia tiempo todos los vestigios del caracteristico acento aspero del Norte. Buchanan era capaz de sentarse a escucharlo durante horas. En realidad lo habia hecho en muchas ocasiones.

– Lo de siempre, lo de siempre, ?y tu? -respondio Buchanan.

– He asistido a una sesion importante esta manana. El servicio de inteligencia del Senado. La CIA.

– ?Ah, si?

– ?Alguna vez has oido hablar de un tal Thornhill, Robert Thornhill?

Buchanan ni se inmuto al oir el nombre.

– No me suena de nada. Hablame de el.

– Es una de las viejas glorias. Subdirector adjunto de operaciones. Inteligente, astuto, se rodea solo de los mejores. No me inspira confianza.

– No me extrana.

– Sin embargo, tengo que reconocer su eficacia. Ha hecho una labor magnifica y ha durado mas en el cargo que varios directores de la CIA. Ha servido al pais extraordinariamente bien. De hecho, alli es toda una leyenda. Por eso le dejan hacer mas o menos lo que quiere. No obstante, esa actitud es peligrosa.

– ?De veras? Parece que es un buen patriota.

– Eso es lo que me preocupa. La gente que se considera patriota tiende a ser fanatica. Y, en mi opinion, los fanaticos estan a un solo paso de la locura. La historia ya nos ha proporcionado suficientes ejemplos de ello. -Ward sonrio-. Hoy me ha venido con las sandeces de siempre. Se lo veia tan pagado de si mismo que he decidido bajarle los humos.

Buchanan parecia muy interesado.

– ?Y como lo has hecho?

– Pues le he preguntado sobre los escuadrones de la muerte. -Ward se callo y miro en torno a si por unos momentos-. En el pasado ya habiamos tenido problemas con la CIA por esto. Financian esos pequenos grupos insurgentes, los visten y los entrenan, luego los sueltan como si fueran un perro sabueso. Pero, a diferencia de los sabuesos, hacen cosas que se supone que no deberian hacer. Por lo menos segun las normas oficiales de la agencia.

– ?Y que ha contestado el?

– Bueno, lo que le dije no estaba en su guion. Ha consultado sus notas como si intentara librarse de una pequena banda de hombres armados. -Ward solto una carcajada-. Luego me ha salido con una jerigonza que en realidad no significaba nada. Ha dicho que la «nueva» CIA no hacia mas que compilar y analizar informacion. Cuando le he preguntado si estaba reconociendo que algo iba mal con la «vieja» CIA, por poco se me echa encima. -Ward volvio a reir-. Lo de siempre, lo de siempre.

– ?Y que se trae ahora entre manos que te tiene tan enfadado?

Ward sonrio.

– ?Pretendes que te haga confidencias?

– Por supuesto.

Ward volvio a echar un vistazo alrededor antes de inclinarse hacia adelante y empezar a hablar en voz queda.

– Estaba ocultando informacion, ?que si no? Ya conoces a los secretas, Danny, siempre quieren mas fondos pero cuando empiezas a hacer preguntas sobre como gastan el dinero, cielos, es como si estuvieras matando a su madre. Pero ?que voy a hacer cuando me entreguen informes del inspector general de la CIA con tanta informacion confidencial que el papel parece negro? Asi que se lo he hecho notar al senor Thornhill.

– ?Y como ha reaccionado? ?Se ha enfadado? ?Se lo ha tomado con filosofia?

– ?Por que sientes tanta curiosidad por el?

– Tu has empezado, Rusty. No me culpes si tu trabajo me fascina.

– Bueno, me ha dicho que esos informes tienen que censurarse para proteger la identidad de las fuentes de informacion, que se trataba de un asunto muy delicado y que la CIA lo abordaba con el maximo cuidado. Le he replicado que era como cuando mi nieta juega a la rayuela. No puede saltar en todos los recuadros asi que se salta algunos a proposito. Le he dicho que me hacia mucha gracia, pero solo cuando lo hacen los ninos pequenos. De todos modos, tengo que reconocer sus meritos. Lo que me ha contestado tenia sentido. Me ha dicho que es un error pensar que vamos a derribar a los dictadores mejor afianzados con unas sencillas fotos hechas por satelite y con modems de alta velocidad. Necesitamos medios antiguos sobre el terreno. Necesitamos agentes dentro de las organizaciones, dentro de sus propios circulos. Esa es la unica forma que tenemos de vencerlos. Pero la arrogancia de ese hombre me saca de mis casillas. Ademas, estoy convencido de que aunque Robert Thornhill no tuviera motivos para mentir tampoco diria la verdad. Caramba, es que incluso tiene un truco: cuando da un golpecito en la mesa con el boligrafo, uno de sus asesores finge susurrarle al oido, de forma que dispone de un par de minutos mas para pensar en alguna otra mentira. Lleva utilizando este codigo

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