del FBI. «Lo siento, Faith», penso.

Tras el almuerzo regreso al Capitolio, donde se puso a esperar con un punado de Rolaids los resultados de una serie de votaciones. Mando sus tarjetas al hemiciclo solicitando una cita con algunos congresistas. Acorralaria a otros en cuanto salieran del ascensor.

La reduccion de la deuda externa es esencial, senador -dijo en persona y por separado a mas de una docena de miembros, apremiandolos delante de sus sequitos excesivamente protectores-. Gastan mas dinero en pagar la deuda que en sanidad y educacion alegaba Buchanan-. ?De que sirve un buen balance si un diez por ciento de la poblacion muere cada ano? Dispondran de un credito fantastico, pero nadie podra usarlo. Distribuyamos la riqueza desde aqui.

Solo existia una persona mas apropiada para hacer ese tipo de llamamientos, pero Faith no estaba alli.

Bueno, bueno, Danny, nos pondremos en contacto contigo. Mandame material.

Al igual que los petalos de una flor que se cierran por la noche, el sequito cerraba filas alrededor del politico y Danny la abeja se marchaba a libar el nectar de otra flor.

El Congreso era un ecosistema igual de complejo que el de Los oceanos. Danny, mientras recorria los pasillos, observaba la actividad que se desplegaba alrededor. Los encargados de imponer la disciplina del partido pululaban recordando continuamente a los politicos la linea que debian seguir. Cuando estaban en sus despachos, Buchanan sabia que los telefonos funcionaban a todas horas con el mismo proposito. Los recaderos iban de aqui para alla en busca de gente mas importante que ellos. Pequenos grupos de personas se congregaban en los espaciosos vestibulos para tratar asuntos de importancia con expresion solemne y abatida. Hombres y mujeres entraban a empujones en ascensores repletos de gente con la esperanza de pasar unos preciados segundos con un congresista cuyo apoyo necesitaban desesperadamente. Los congresistas hablaban entre si, sentando las bases para tratos futuros o afianzando acuerdos ya alcanzados. Todo era caotico pero al mismo tiempo poseia cierto orden, ya que las personas se acoplaban y desacoplaban como los brazos de un robot en torno a trozos de metal sobre una linea de montaje. Un toque aqui y pasamos al siguiente. Danny se atrevia a pensar que su trabajo quiza resultara tan agotador como dar a luz y estaba dispuesto a jurar que era mas emocionante que el paracaidismo. El trabajo representaba su mayor adiccion. Lo echaria de menos.

– ?Te pondras en contacto conmigo? -era su forma de despedirse del asesor de cada uno de los congresistas.

– Por supuesto, cuenta con ello -era la respuesta tipica de los asesores.

Y, por descontado, nunca se ponian en contacto con el. Pero Buchanan seguia insistiendo. Una y otra vez, hasta que recibia noticias suyas. Era cuestion de disparar los perdigones de la escopeta y esperar que alguno diera en el blanco.

A continuacion, Buchanan habia pasado unos minutos con uno de los «elegidos» para repasar el parrafo que Buchanan queria insertar en la enmienda de un proyecto de ley. Aunque casi nadie leia esos informes, los resultados importantes se obtenian gracias a esos detalles monotonos. En este caso, el parrafo especificaba a los directivos del ODI como habia que gastar los fondos aprobados por el proyecto de ley subyacente.

Como estaba inspirado, Buchanan despacho enseguida el asunto y se dispuso a rondar a otros congresistas. Gracias a sus anos de experiencia, se orientaba con facilidad por las laberinticas oficinas del Senado y de la Camara de Representantes donde incluso los miembros mas veteranos del Capitolio se perdian. El unico otro lugar donde pasaba las mismas horas era el propio Capitolio. Dirigia la mirada a izquierda derecha, fijandose en todo el mundo, ya fueran miembros del equipo o cabilderos como el, calibrando rapidamente si una persona en concreto podia servir a su causa o no. Y cuando uno entraba en los despachos con los congresistas, o se los encontraba por los pasillos, debia darse prisa. Por lo general estaban muy ocupados, nerviosos y tenian miles de asuntos en la cabeza.

Por fortuna, la habilidad de Buchanan de resumir las cuestiones mas complejas en pocas frases era legendaria; tratar con los miembros del Congreso, acosados por todas partes por intereses de toda clase, exigia esa habilidad. Ademas, el sabia exponer con pasion la situacion de sus clientes. Todo ello en dos minutos mientras caminaba por un pasillo atestado de gente, en el interior de un ascensor o, si tenia mucha suerte, en un vuelo de larga distancia. Era esencial acercarse a los congresistas verdaderamente importantes. Si conseguia que el presidente de la Camara de los Representantes manifestara su apoyo a uno de los proyectos de ley, aunque fuera de modo informal, Buchanan podia aprovechar ese comentario para influir en otros politicos. A veces bastaba con eso.

– ?Esta dentro, Doris? pregunto al asomar la cabeza al despacho de uno de los congresistas, dirigiendose a la secretaria con aspecto de matrona, una veterana en el lugar, que concertaba sus citas.

– Se marcha dentro de cinco minutos para tomar un avion, Danny.

– Perfecto, porque dos minutos me bastan. Puedo dedicarte los otros tres para que me pongas al dia. De hecho prefiero hablar contigo. Y lo siento por Steve, pero tu resultas mucho mas agradable a la vista, querida.

El severo rostro de Doris se arrugo en una sonrisa.

– Cuanta labia tienes.

Y asi consiguio sus dos minutos con el congresista Steve.

Acto seguido, Buchanan se detuvo en el guardarropa y se entero de a que comisiones del Senado se les habia asignado una serie de proyectos de ley que le interesaban. Habia comisiones de jurisdiccion primaria, secundaria y, en muy pocos casos, concurrente, segun el contenido del proyecto de ley. El mero hecho de desentranar quien tenia que proyecto y que prioridad se le habia otorgado constituia un rompecabezas enorme y siempre cambiante que los miembros de los cabilderos debian resolver. A menudo suponia un reto desesperante, y a nadie se le daba mejor que a Danny Buchanan.

Como de costumbre, en el transcurso de ese dia Buchanan habia importunado a los empleados de las oficinas de los congresistas con sus «recados», informacion y resumenes que los equipos necesitarian para concienciar a sus jefes de los temas en cuestion. Si expresaban una duda o preocupacion, el no tardaba en encontrar la respuesta o a un experto. Ademas, Buchanan habia concluido todas y cada una de las reuniones con la pregunta fundamental: «?Cuando me diras algo?» Si no concretase una fecha nunca volveria a recibir noticias de ellos. Lo olvidarian y cientos de personas ocuparian su lugar luchando con la misma pasion por sus clientes.

Habia pasado las ultimas horas de la tarde tratando con otros clientes a quienes normalmente atendia Faith. Se disculpo y dio explicaciones vagas sobre su ausencia. ?Que alternativa tenia?

Mas tarde, participo en un seminario sobre el hambre en el mundo patrocinado por un comite asesor y luego regreso a su despacho para hacer varias llamadas de todo tipo: desde recordar a los equipos de los distintos congresistas varias cuestiones que serian sometidas a votacion, hasta conseguir el apoyo para alguna coalicion por parte de otras organizaciones beneficas. Concerto un par de cenas y reservo viajes al extranjero, asi como una visita a la Casa Blanca en junio, donde se encargaria personalmente de presentar al presidente al nuevo director de una organizacion internacional destinada a defender los derechos de los ninos. Se trataba de un autentico golpe de efecto, y Buchanan y las organizaciones que el defendia esperaban que generara mucha publicidad positiva. Constantemente buscaban el patrocinio de las celebridades. A Faith esto se le daba especialmente bien. Los periodistas pocas veces se interesaban por los pobres de tierras lejanas, pero si conseguian implicar a alguna estrella de Hollywood, la sala de prensa se abarrotaba de reporteros. Asi era la vida.

Acto seguido, Buchanan habia dedicado algun tiempo a redactar los informes trimestrales de la ley de Registro de Agentes Extranjeros, que eran un verdadero calvario, sobre todo porque tenia que estampar en cada una de las paginas presentadas en el Congreso el siniestro sello de «propaganda extranjera», como si fuera Tokyo Rose y estuviese haciendo llamamientos a derrocar el Gobierno de Estados Unidos, en vez de vender el alma para conseguir semillas de cultivo y leche en polvo.

Tras dar la lata por telefono y repasar unos pocos cientos de paginas de informes, habia decidido dar por concluida la jornada laboral. Un dia intenso en la vida del tipico miembro de un cabildero de Washington solia acabar cuando el caia rendido en la cama pero hoy no habia podido permitirse ese

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