resquebrajadas y arboles y jardines con cesped de aspecto enfermizo. Avanzaban por una calle paralela a la carretera general numero uno de Virginia, tambien llamada autopista de Jefferson Davis en honor al presidente de la Confederacion. Faith penso que resultaba ironico porque el mismo Davis habia vivido en sus carnes lo que era ser perseguido. De hecho lo habian buscado por todo el Sur despues de la guerra hasta que al final los chicos de azul lo capturaron y Davis paso una larga temporada en prision. Faith conocia la historia pero no le apetecia correr la misma suerte.

No frecuentaba esta zona del norte de Virginia. Estaba muy industrializada, y habia varios negocios pequenos en la periferia: talleres de reparacion de embarcaciones y camiones, concesionarios de automoviles de aspecto turbio con oficinas en trailers oxidados y un mercadillo ubicado en un edificio en ruinas que parecia al borde del derribo. Se sorprendio un poco cuando Lee torcio hacia la Jeff Davis. Tuvo que apretar el paso para no quedarse atras.

– ?No deberiamos salir de la ciudad? Me refiero a que, segun tu, el FBI puede hacer cualquier cosa. Y luego estan los otros, cuyo nombre todavia no me has dicho, que nos siguen la pista. Estoy convencida de que son de lo mas peligrosos. Y aqui estamos paseando por las afueras. -El no dijo nada y ella opto por agarrarle del brazo-. Lee, ?me vas a decir que pasa, por favor?

Lee se detuvo con tanta brusquedad que Faith choco con el. Fue como golpearse contra la pared.

Lee la miro.

– Te parecere tonto, pero no logro sacudirme la sensacion de que cuanta mas informacion tengas, mas probable sera que se te ocurra otra idea disparatada que acabe dando con nuestros huesos en un ataud.

– Mira, siento lo del aeropuerto. Tienes razon, ha sido una estupidez pero tenia mis motivos.

– Tus motivos son una sarta de gilipolleces. Toda tu vida es una gilipollez - espeto enfadado y reanudo la marcha.

Ella acelero para alcanzarlo, le tiro del brazo y se encararon.

– Bueno, si eso es lo que piensas, ?que te parece si cada uno de nosotros sigue su camino? Ahora mismo. Separemonos.

El se puso en jarras.

– Por tu culpa no puedo ir a casa ni utilizar mi tarjeta de credito. Me he quedado sin pistola, los agentes federales me pisan los talones y tengo cuatro pavos en la cartera. Permitame que decline la oferta, senora.

– Puedes quedarte con la mitad de mi dinero.

– ?Y se puede saber adonde iras?

– Quiza toda mi vida sea una gilipollez pero, aunque te sorprenda, se cuidarme solita.

El nego con la cabeza.

– Seguiremos juntos. Tengo muchos motivos para ello. El primero es que cuando los federales nos pillen, si es que nos pillan, te quiero ahi a mi lado jurando por tu madre que tu seguro servidor no es mas que una criatura inocente atrapada en tu pesadilla.

– ?Lee!

– Fin de la discusion.

Echo a andar rapidamente y Faith penso que mas valia no decir nada mas. Lo cierto es que no queria continuar sola. Lo alcanzo en cuanto enfilaron la ruta 1. Aguardaron a que el semaforo se pusiera verde para cruzar la calle.

– Quiero que esperes aqui -dijo Lee depositando las bolsas en el suelo-. Cabe la posibilidad de que me reconozcan alli donde voy y no quiero que estes conmigo.

Faith miro alrededor. Tras ella se alzaba una verja de casi dos metros y medio de alto coronada con alambre de espino. Albergaba un taller de reparaciones para embarcaciones. Un doberman vigilaba la zona al otro lado de la verja. Se pregunto si era necesaria tanta seguridad para los barcos. Quiza en ese barrio todas las precauciones fueran pocas. Habia un negocio situado en la esquina siguiente, en el interior de un edificio de feo hormigon ligero con grandes pancartas rojas sobre las ventanas que anunciaban las mejores ofertas de la ciudad para motocicletas nuevas y usadas. El aparcamiento estaba lleno de vehiculos de dos ruedas.

– ?Tengo que quedarme aqui sola? -pregunto.

Lee extrajo una gorra de beisbol de la bolsa y se puso unas gafas de sol.

– Si -respondio cortante-. ?Acaso ha sido un fantasma el que me ha dicho que sabia cuidar de si mismo?

Como no se le ocurrio ninguna respuesta adecuada, Faith tuvo que conformarse con observar enfadada a Lee al tiempo que este cruzaba la calle y entraba en la tienda de motocicletas.

De repente, mientras esperaba, sintio una presencia detras de si. Cuando se volvio, se encontro cara a cara con el enorme doberman. Habia salido del recinto cerrado. ?Al parecer el avanzado sistema de seguridad no incluia cerrar la dichosa puerta! Cuando el animal le mostro los colmillos y profirio un grunido aterrador, Faith se agacho lentamente y recogio las bolsas. Sujetandolas contra el pecho, cruzo la calle y entro en la zona de aparcamiento de la tienda de motocicletas. El perro perdio interes en ella y regreso al recinto del taller de embarcaciones.

Faith exhalo un suspiro de alivio y dejo caer las bolsas. Reparo en un par de adolescentes rollizos con perillas poco pobladas que probaban una Yamaha y a la vez se la comian con los ojos. Se encasqueto un poco mas la gorra de beisbol, aparto la mirada y fingio que examinaba una reluciente Kawasaki roja que, oh sorpresa, estaba en venta. Al otro lado de la autopista Jeff Davis habia un negocio dedicado al alquiler de equipos pesados para la construccion. Observo una grua que se alzaba en el aire a mas de nueve metros de altura. Una pequena carretilla elevadora que llevaba la palabra ALQUILAME pintada colgaba del cable. Adondequiera que mirara veia un mundo que le resultaba practicamente desconocido. Ella se habia movido por un ambiente muy distinto: capitales del mundo, intereses politicos importantes, clientes exigentes, cantidades ingentes de poder y de dinero, todos ellos en un estado de cambio continuo, como las placas continentales. Muchas cosas quedaban atrapadas entre estas masas y nadie parecia darse cuenta. De repente se percato de que el mundo real era una carretilla elevadora de dos toneladas de peso que pendia como una sardina de una cana de pescar. «Alquilame.» «Contrata a gente.» «Construye algo.»

No obstante, Danny le habia dado la oportunidad de redimirse. Ella era una mas pero habia hecho algo bueno por el mundo. Durante los ultimos diez anos habia ayudado a gente que necesitaba ayuda desesperadamente. Quiza estos diez anos le hubieran servido para expiar la culpa indirecta que habia notado que crecia en su interior, observando las artimanas de su padre, por bienintencionadas que fueran, y todo el dolor que habian causado. En realidad nunca habia tenido el valor suficiente para analizar esa parte de su vida en demasiada profundidad.

Faith oyo pasos detras de si y se volvio. El hombre llevaba pantalones vaqueros, botas negras y una sudadera con el logotipo de la tienda de motocicletas. Era joven, de poco mas de veinte anos y ojos grandes y somnolientos, alto, delgado y bien parecido. Y el lo sabia, saltaba a la vista, por su actitud de gallito. Su expresion ponia de manifiesto que su interes por Faith era mas marcado que el de ella por los vehiculos de dos ruedas.

– ?La puedo ayudaren algo, senora? ?En lo que sea?

– Estaba mirando. Estoy esperando a mi amigo.

– Eh, esta moto no esta nada mal. -Senalo una BMW que apestaba a dinero, incluso para una persona tan inexperta como Faith. Dinero desperdiciado, en su opinion. De todos modos, ?no era ella la orgullosa propietaria de un gran BMW, aparcado en el garaje de su cara residencia en McLean?

El acaricio despacio el deposito de la motocicleta.

– Ronronea como un gatito. Si cuidas las cosas hermosas, ellas cuidaran bien de ti. Muy bien. -Desplego una amplia sonrisa mientras lo decia. La repaso con la mirada y le guino el ojo.

Faith se pregunto si aquella era su mejor baza para ligar.

– No conduzco, solo las monto -dijo con indiferencia. Acto seguido, se arrepintio

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