temprana se le habia reaparecido, mas vivido que nunca.

– El pollo de Rosemary esta delicioso, ?verdad, carino? -comento Reynolds a Sydney.

La nina asintio.

– Gracias, senora -dijo Rosemary, contenta.

– ?Te encuentras bien, mama? -pregunto Sydney, al tiempo que apartaba del borde de la mesa el vaso de leche de su hermano pequeno. David era propenso a derramar todo liquido que estuviera a su alcance.

Esa sutil actitud maternal y la pregunta seria de su hija conmovieron tanto a Reynolds que le entraron ganas de llorar. Ultimamente habia estado en una especie de montana rusa emocional por lo que no le costaba demasiado enternecerse. Tomo un sorbo de vino con la esperanza de evitar asi que se le saltaran las lagrimas. Era como volver a estar embarazada. Cualquier nimiedad la afectaba como si se tratara de un asunto de vida o muerte. Sin embargo, enseguida se imponia su sentido comun. Era madre, las cosas saldrian bien. Podia permitirse el lujo de contar con una ninera que vivia con ellos. Sentarse a gimotear, a compadecerse de si misma no era la solucion. Su vida no era perfecta. ?Lo era la de alguien? Penso en lo que Anne Newman estaba pasando en aquellos momentos. De repente, sus problemas no le parecieron tan graves.

– Todo va bien, Syd. Muy bien. Enhorabuena por la prueba de ortografia. La senorita Betack ha dicho que habias sido la estrella de la jornada.

– Me gusta mucho la escuela.

– Y se nota, jovencita.

Reynolds se disponia a recostarse en el sillon cuando sono el telefono. Consulto la pantallita del identificador de llamadas. No aparecia ningun numero. La persona que telefoneaba debia de haber activado el bloqueo de identificacion o bien su numero no era de dominio publico. Dudo si contestar. El problema era que todos los agentes del FBI que conocia disponian de dichos numeros. Por lo general, no obstante, los del FBI la llamaban al buscapersonas o al movil, cuyos numeros solo ellos conocian; siempre respondia si la llamaban por uno u otro medio. Quiza se tratara de un marcador informatizado de numeros aleatorios y le pedirian que esperara a que una persona de carne y hueso intentara venderle un apartamento multipropiedad en Disneylandia. No obstante, sin saber muy bien por que, extendio la mano y descolgo el auricular.

– ?Diga?

– ?Brooke?

Anne Newman parecia angustiada, pero mientras la escuchaba, Reynolds intuyo que habia algo mas aparte de la muerte de su esposo en circunstancias violentas… Pobre Anne, ?que otra desgracia podia sobrevenirle?

– Estare ahi en media hora -dijo Reynolds.

Tomo el abrigo y las llaves del coche, dio un mordisco a la rebanada de pan que tenia en el plato y beso a sus hijos.

– ?Volveras a tiempo para leernos un cuento, mama? -pregunto Sydney.

– Tres osos, tres cerditos y tres cabras. -David se apresuro a recitar su lista favorita de cuentos nocturnos a Brooke, su narradora predilecta. Su hermana Sydney preferia leer los cuentos por si sola, cada noche, pronunciando cada palabra en voz alta. El pequeno David bebio un buen trago de leche, eructo sin disimulo y se disculpo a continuacion entre risotadas.

Reynolds sonrio. A veces cuando estaba cansada contaba los cuentos tan deprisa que casi se mezclaban unos con otros. Los cerditos construian sus casas, los osos salian de paseo mientras Ricitos de Oro robaba en la casa y tres cabritos daban una paliza al trol malvado y vivian felices para siempre en sus nuevos pastos. Sonaba bien. ?Donde podia comprarse unos? Luego, mientras se desvestia antes de acostarse, la embargaba un abrumador sentimiento de culpa. Lo cierto era que sus hijos crecerian y se independizarian en un abrir y cerrar de ojos y ella no hacia mas que embaucarlos con aquellos tres cuentos tan cortos porque lo unico que deseaba era algo tan poco trascendental como dormir. A veces valia mas no pensar demasiado. Reynolds era la clasica persona que rendia mas de lo que se le exigia, una perfeccionista y, por si fuera poco, la expresion «madre perfecta» era el mayor oximoron del mundo.

– Lo intentare, te lo prometo.

La mirada de desencanto de su hija hizo que Reynolds diera media vuelta y huyera de la sala rapidamente. Se detuvo en el pequeno cuarto del primer piso que le servia de estudio. Extrajo una pequena caja de metal pesado de la parte superior del armario y la abrio con llave. Extrajo su SIG 9 milimetros, acoplo un cargador nuevo, corrio la guia para cargar una bala, puso el seguro, deslizo el arma en la pistolera y salio por la puerta a toda prisa para no pensar en otra cena interrumpida dentro de la larga lista de desilusiones que habia causado a sus hijos. Supermujer: carrera, hijos, lo tenia todo. Ahora solo le faltaba clonarse a si misma. Dos veces.

29

Lee y Faith se habian detenido dos veces camino de Carolina del Norte, una para tomar un almuerzo un tanto tardio en un Cracker Barrel y otra en un centro comercial del sur de Virginia. Lee habia visto una valla publicitaria junto a la autopista que anunciaba una feria de armas que duraria una semana. La zona de aparcamiento estaba repleta de camionetas, caravanas y coches con neumaticos gruesos y motores que runruneaban bajo el capo. Algunos hombres vestian ropa de Polo y de Chaps, y otros camisetas de los Grateful Dead y vaqueros andrajosos. Al parecer a los norteamericanos de todos los estratos sociales les gustaban las armas de fuego.

– ?Por que aqui? -pregunto Faith cuando Lee se apeo de la moto.

– Las leyes de Virginia exigen que los vendedores de armas autorizados comprueben los antecedentes de las personas que quieren comprarles algo -explico-. Hay que cumplimentar un formulario, disponer de permiso de armas y dos documentos de identificacion. Sin embargo, la ley no impera en las ferias de armas. Lo unico que quieren es tu dinero, que, por cierto, a mi no me vendria nada mal.

– ?De verdad te hace falta un arma?

El la observo como si acabara de salir del cascaron.

– Todos los que nos persiguen van armados.

Incapaz de rebatir una logica tan aplastante, Faith no dijo nada mas, le dio el dinero y se acurruco en el asiento de la moto mientras Lee se dirigia al interior. El hombre tenia la habilidad de soltarle pedradas que la dejaban muda.

Lee compro una pistola automatica Smith amp; Wesson de doble accion con un cargador circular de quince unidades para Parabellums de 9 milimetros. La denominacion de «automatica» inducia a error, pues para disparar habia que apretar el gatillo cada vez. El termino «automatico» hacia referencia al hecho de que la pistola cargaba de forma automatica una bala nueva cada vez que se apretaba el gatillo. Asimismo, compro una caja de municiones y un equipo de limpieza antes de volver a la zona de aparcamiento.

Faith lo miro detenidamente mientras guardaba el arma y la municion en un compartimiento de la motocicleta.

– ?Ahora te sientes mas seguro? -pregunto ella con sequedad.

– En estos momentos no me sentiria seguro ni en el edificio Hoover rodeado de cien agentes del FBI. Caray, me pregunto por que.

Llegaron a Duck, Carolina del Norte, al atardecer y Faith indico a Lee el camino para llegar a la casa de la comunidad de Pine Island.

Cuando se detuvieron enfrente, Lee contemplo el inmenso edificio, se quito el casco y se volvio hacia ella.

– Crei que habias dicho que era pequena.

– En realidad creo que fuiste tu quien la califico de pequena. Yo dije que era comoda.

Вы читаете A Cualquier Precio
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату