tener miles de millones. «Joder. Todo por una putilla de mierda…
?Quinientos mil! Eso era menos de lo que ganaba el pequeno gilipollas de Kirksen. Lord fruncio el entrecejo cuando se dio cuenta.
Una vez mas giro el sillon, y contemplo el cuadro colgado en la pared mas lejana. Entre las pinceladas de un artista menor del siglo xix encontro el motivo que reavivo su sonrisa. Le quedaba una opcion. Aunque su principal cliente le habia dado por el culo, a el todavia le quedaba un filon para explotar. Cogio el telefono.
Fred Martin empujo el carrito a paso rapido por el pasillo. Era su tercer dia de trabajo, y la primera vez que repartia el correo a los abogados de la firma. Martin queria hacer la tarea con rapidez y eficacia. Era uno de los diez mozos contratados por la firma, y ya el supervisor le metia prisa para que cogiera el ritmo. Despues de recorrerlas calles durante cuatro meses sin nada mas que su licenciatura en historia obtenida en Georgetown, Martin habia decidido que la unica manera de prosperar era asistir a la facultad de derecho. ?Y que mejor lugar para calibrar las posibilidades de esa carrera que uno de los mas prestigiosos bufetes de la ciudad? Las innumerables entrevistas de trabajo le habian convencido de que nunca era demasiado tarde para intentar algo nuevo.
Consulto el plano con los nombres de los abogados escritos en cada uno de los cuadrados que marcaban la oficina de dicha persona. Martin habia cogido el plano de la mesa de su despacho, sin darse cuenta de que la version actualizada estaba sepultada debajo de una pila de cinco mil paginas correspondientes a una operacion multinacional, que tendria que encuadernar esa tarde.
Dio la vuelta en una esquina, se detuvo y miro la puerta cerrada. Hoy todas las puertas estaban cerradas. Cogio el paquete de Federal Express, verifico el nombre en el plano, y lo comparo con el que figuraba en la etiqueta del paquete. Era el mismo. No habia ninguna placa con el nombre del ocupante de la oficina. Esto le confundio.
Llamo, espero un momento, volvio a llamar y despues abrio la puerta.
Asomo la cabeza. El lugar era una leonera. Habia cajas por todas partes, ningun mueble estaba en su sitio. Habia papeles dispersos sobre la mesa. La primera intencion fue llamar al supervisor. Quizas habia un error. Miro la hora. Llevaba diez minutos de retraso. Cogio el telefono y llamo al supervisor. No obtuvo respuesta. Entonces vio la foto de la mujer sobre la mesa. Alta, rubia, muy bien vestida. Esta tenia que ser la oficina del tipo. Sin duda se estaba instalando. ?Quien iba a dejar la foto de una chica tan guapa olvidada en una mesa? Tras esta deduccion, Fred dejo el paquete sobre el sillon del escritorio, donde el destinatario tendria que encontrarlo por narices. Cerro la puerta al salir.
– Lamento mucho lo de Walter, Sandy. Te lo juro. -Jack contemplo la vista panoramica de la ciudad. Un atico en la parte alta. El lugar debia costar una fortuna y otro tanto se habia invertido en la decoracion. Por todas partes habia cuadros originales, sillones de cuero y esculturas. Dedujo que no habia muchos Sandy Lord en el mundo y que debian tener una casa en alguna parte.
Lord se sento junto al fuego que ardia en el hogar. Vestia una bata de lana con dibujos de colores vivos y pantuflas de cuero. La lluvia azotaba la cristalera. Jack se acerco al fuego, su mente parecia crepitar y saltar al compas de las llamas; una chispa cayo sobre el suelo de marmol y se apago al cabo de un instante. Jack agito el contenido de su copa mientras miraba a su socio.
La llamada no le habia pillado por sorpresa. «Tenemos que hablar, Jack, cuanto antes mejor para mi. En mi casa…
A su llegada, el viejo mayordomo de Lord se hizo cargo de su abrigo y de los guantes y desaparecio discretamente en las profundidades de la casa
Los dos hombres se encontraban en el estudio revestido en caoba, un lujoso refugio masculino que Jack envidio con un sentimiento de culpa. La imagen de una mansion de piedra aparecio por un momento en su cabeza. Tenia una biblioteca muy parecida a esta. Con un esfuerzo presto atencion a Lord.
– Me han jodido, Jack.
A Jack le entraron ganas de sonreir al escuchar las primeras palabras de Lord. Apreciaba el candor del hombre. Pero se contuvo. El tono en la voz de Lord exigia un poco de respeto.
– La firma saldra adelante, Sandy. No vamos a perder muchos mas. Subarrendaremos alguno de los pisos, no es tan grave.
Lord se levanto y fue al bar bien provisto instalado en un rincon. Lleno la copa hasta el borde y se la bebio sin respirar.
– Perdona, Jack, quiza no me he expresado con la suficiente claridad. La firma ha recibido un golpe, pero no tan fuerte como para hundirla. Tienes razon, Patton, Shaw sobrevivira. Pero yo me refiero a si Patton, Shaw y Lord viviran para luchar otro dia.
Lord cruzo la habitacion y se dejo caer sobre el sofa de cuero. Jack siguio con la mirada la hilera de tachones de laton que ribeteaban el mueble. Bebio un trago mientras observaba el rostro obeso de su socio. Los ojos parecian dos rajas en la cara.
– Tu eres el lider de la firma, Sandy, no veo que eso haya cambiado aunque tu lista de clientes haya sufrido un golpe.
Lord gimio desde su posicion horizontal.
– ?Un golpe? ?Un golpe? Me han metido una bomba atomica en el culo. El campeon del mundo de los pesos pesados no podria haberme golpeado mas fuerte. Me han noqueado. Rondan los buitres, y vienen a por mi; el cerdo relleno con una manzana en la boca y la diana en el culo.
– ?Kirksen?
– Kirksen, Packard, Mullins, el cabron de Townsend. Sigue contando, Jack, hasta acabar con la lista de socios. Debo admitir que mantengo una extrana relacion odio-odio con mis socios.
– Pero no con Graham, Sandy. No con Graham.
Lord se incorporo un poco, se sujeto del respaldo para mirar a Jack.
El joven se pregunto por que le caia tan bien este hombre. La respuesta quizas estaba en la comida en Fillmore’s. Nada de rollos. Un bano en el mundo real que habia significado la leccion mas importante de su vida. Ahora el hombre estaba metido en problemas. Jack tenia los medios para protegerle. Mejor dicho, quiza los tenia; sus relaciones con los Baldwin no eran muy solidas en este momento.
– Sandy, si van a por ti, primero tendran que enfrentarse conmigo. -Ya estaba, lo habia dicho. Y no mentia. Tambien era verdad que Lord le habia dado la oportunidad de estar con los tipos importantes, le habia arrojado directamente al fuego. Pero ?que otra manera habia para saber si valias o no? La experiencia tenia un precio.
– Nos encontraremos nadando en aguas muy revueltas, Jack.
– Soy buen nadador, Sandy. Ademas, no mires esto como algo unicamente altruista. Tu eres una inversion en la firma de la que soy socio. Tu eres el que consigue el trabajo. Ahora estas pasando por un bache, pero te recuperaras. Te apuesto quinientos dolares a que en menos de un ano vuelves a ser el numero uno. No pretendo perder al tipo que trae el dinero.
– No olvidare esto, Jack.
– No dejare que lo olvides.
Jack se marcho. Lord cogio la botella para servirse otra copa pero no lo hizo. Miro las manos temblorosas y dejo la botella y la copa en el bar. Alcanzo a llegar al sofa antes de que se le aflojaran las piernas. El espejo encima de la chimenea reflejo su imagen. Hacia veinte anos que no lloraba. Desde la muerte de su madre. Pero ahora lloraba a mares. Habia llorado por su amigo, Walter Sullivan. Durante anos, Lord se habia obligado a creer que el hombre no era mas que un cheque millonario a final de mes. El precio de aquel engano lo habia pagado en el funeral, cuando Lord lloro con tanta emocion que tuvo que permanecer en el coche hasta la hora de enterrar a su amigo.
Ahora se froto las mejillas otra vez para secarse las lagrimas. Maldito cabron. Lord lo habia planeado todo hasta el ultimo detalle. Su discurso seria perfecto. Habia pensado en todas las respuestas posibles excepto la que habia recibido. Se habia equivocado. Habia supuesto que Jack haria lo mismo que habria hecho el en la misma situacion: conseguir todo tipo de ventajas a cambio del enorme favor que pedia.
No era solo culpa lo que sentia. Era verguenza. Lo comprendio mientras le entraban nauseas y se inclinaba para vomitar sobre la alfombra. Verguenza. Era algo que tampoco sentia desde hacia mucho tiempo. Cuando