La punta atraveso la madera y solo quedo a la vista el astil que vibraba. La muchedumbre se echo a reir ante la insensata muestra de escepticismo.
– ?Casandra y Laocoonte estan locos! El monstruo es inofensivo. No es mas que un monton de tablas y troncos atados.
– ?Idiotas! -insistio Casandra-. Solo un estupido creeria en Sinon el aqueo.
Un guerrero se enfrento a ella.
– Dice que, ahora que pertenece a Ilion, nuestra ciudad nunca caera en manos del enemigo.
– ?Miente!
– ?No puedes aceptar un regalo de los dioses?
– No, si viene de manos de los aqueos -replico Laocoonte, que se abrio paso entre la muchedumbre para entrar furioso en la ciudad.
No habia manera de razonar con una multitud exultante. El enemigo se habia marchado. Para ellos, la guerra se habia acabado. Ahora era momento de celebrar.
En medio de tanto jubilo, nadie presto atencion a los dos escepticos. En menos de una hora el caballo de madera ya no despertaba curiosidad, y se organizo una gran fiesta para celebrar la victoria sobre los enemigos aqueos. La musica de las flautas y las liras resono dentro de las murallas de la ciudad. La gente cantaba y bailaba en todas las calles. El vino corria en todas las casas como los arroyos en las montanas. No se escuchaban mas que risas mientras brindaban y vaciaban los vasos.
En los templos, los sacerdotes y sacerdotisas quemaban incienso, cantaban y hacian ofrendas a los dioses y diosas para agradecer el final del terrible conflicto que habia costado la vida a tantos guerreros.
Se brindaba por el rey, los heroes del ejercito, los veteranos, los heridos y los reverenciados muertos que habian participado en los encarnizados combates.
– Hector, tu que eras nuestro gran campeon, ?si solo hubieses vivido para disfrutar de nuestra victoria! - exclamo alguien.
– Los aqueos son estupidos. Atacaron nuestra magnifica ciudad y se han ido con las manos vacias -proclamo una mujer que bailaba como una enloquecida.
– Han escapado como crios a los que sorprenden robando -afirmo un tercero.
Charlaban, reian y bailaban mientras el vino corria por sus venas, la realeza en su palacio, los ricos en sus grandes casas construidas sobre terrazas, y los pobres en sus covachas pegadas contra la parte interior de las murallas para protegerlas del viento y la lluvia. Por toda Ilion los habitantes bebian y comian, dispuestos a agotar las valiosas reservas de alimentos acumuladas para resistir el asedio, como si el tiempo se hubiera detenido. A medianoche el vino y el cansancio fueron aplacando los animos y los subditos del viejo rey Priamo cayeron en un sueno profundo, y por primera vez durmieron en paz desde que los odiados aqueos habian iniciado el asedio de la ciudad.
Fueron muchos quienes propusieron dejar la gran puerta abierta de par en par como un simbolo de victoria, pero prevalecieron las mentes mas sensatas y la puerta se cerro con la tranca.
Habian aparecido diez semanas atras por el norte y el este, a bordo de centenares de naves, y habian fondeado en la bahia rodeada por la gran llanura de Ilion. Al ver que la mayoria de las tierras bajas eran pantanos, los aqueos habian instalado su campamento en un promontorio y alli desembarcaron hombres y bagajes.
Como tenian las quillas recubiertas de brea, las naves eran negras por debajo de la linea de flotacion; pero por encima estaban pintadas con una multitud de colores, de acuerdo con las preferencias de los monarcas que viajaban en la flota. Las naves eran impulsadas a fuerza de remos y gobernadas por un timon muy largo instalado en popa. Como eran simetricas, con la proa y la popa practicamente iguales, podian moverse adelante y atras sin necesidad de virar. Incapaces de maniobrar con el viento, solo izaban una gran vela cuadrada cuando la brisa soplaba de popa. Tenian unas plataformas elevadas a proa y popa a modo de puentes, y tallas figurando pajaros, en su mayoria halcones y gavilanes, adornaban la roda. El numero de tripulantes variaba desde los ciento veinte guerreros en los transportes de tropa a los veinte en las embarcaciones de carga. La mayoria eran tripuladas por cincuenta y dos marinos, incluidos el capitan y el piloto.
Los reyezuelos de la region formaban una alianza que se dedicaba al saqueo de las poblaciones costeras, de la misma manera que harian los vikingos dos mil anos mas tarde. Venian de Argos, Pilos, Arcadia, Itaca y de otra docena mas de regiones. Aunque se los consideraba hombres altos para la media de la epoca, muy pocos median mas de un metro sesenta. Combatian con ferocidad, protegidos con sus corazas de bronce, formadas por planchas que cubrian el pecho y la espalda y atadas con tiras de cuero. Llevaban cascos de bronce, algunos con cuernos, otros con picas, y casi todos adornados con los escudos personales. Los brazos y las piernas se los protegian con grebas.
Eran maestros consumados en el manejo de la lanza, su arma favorita, y solo utilizaban las espadas cortas cuando rompian o perdian la lanza. Los guerreros de la Edad del Bronce casi nunca utilizaban el arco y la flecha porque lo consideraban un arma de cobardes. En la batalla combatian con la proteccion de grandes escudos hechos con siete u ocho capas de piel de vaca cosidas con cordones de cuero a una estructura de mimbre y los bordes reforzados con bronce. La mayoria eran redondos, aunque tambien habia muchos con la forma de un ocho.
A diferencia de los soldados de otros reinos y culturas, los aqueos no contaban con tropas de caballeria, ni tampoco tenian carros de combate. Los caballos los empleaban para tirar de los carros que transportaban hombres y armas al campo de batalla y retiraban a los heridos. Los aqueos preferian combatir a pie, lo mismo que los troyanos. Pero esta no era sencillamente una guerra de conquista para apoderarse de un nuevo territorio. Se trataba de una invasion para conseguir la propiedad de un metal casi tan precioso como el oro.
Antes de atracar sus naves en Ilion, los aqueos habian saqueado una docena de ciudades y pueblos a lo largo de la costa, y se habian apoderado de un considerable botin y muchos esclavos, la mayoria mujeres y ninos. Pero solo podian imaginarse la inmensa riqueza guardada detras de las recias murallas de Ilion y sus valientes defensores.
Los guerreros no las tenian todas consigo mientras miraban la ciudad edificada en lo alto de una pedregosa colina. Se fijaron en las imponentes murallas, las torres de defensa y el palacio del rey, que se elevaba en el centro. Ahora que se encontraban delante de su objetivo se convencieron de que, a diferencia de las otras ciudades y pueblos que habian saqueado, esta no se rendiria sin una larga y sangrienta campana.
Este convencimiento se vio reforzado cuando los troyanos salieron de la ciudad y atacaron a los aqueos en el momento de desembarcar. A punto estuvieron de acabar con la vanguardia de la flota invasora antes de que llegaran las otras naves y descargaran el grueso del ejercito. Los troyanos, al verse rapidamente superados en numero, se replegaron a la ciudad despues de haberles dado una buena zurra a los aqueos.
Durante las diez semanas siguientes los combates se sucedieron en la llanura. Los troyanos lucharon con extraordinario teson y valor. Los cadaveres se amontonaban desde el campamento aqueo hasta las murallas troyanas, mientras los heroes y los campeones de ambos bandos morian en los sucesivos duelos. Al final de cada dia, sitiadores y sitiados encendian grandes piras para incinerar a los muertos. Mas tarde construian tumulos sobre las cenizas, como monumentos a los caidos. Las bajas sumaban miles pero las batallas continuaban con el mismo ardor y ferocidad del primer dia.
El valiente Hector, hijo del rey Priamo y el mas grande de los guerreros de Ilion, cayo en el campo, lo mismo que su hermano Paris. El poderoso Aquiles y su amigo Patroclo figuraban entre los numerosos muertos aqueos. Tras la desaparicion del mas famoso de sus heroes, los reyes Agamenon y Menelao se mostraron dispuestos a abandonar el asedio y emprender el regreso a sus reinos. Las murallas de la ciudadela habian sido un obstaculo formidable, imposible de superar. Comenzaba a escasear la comida y habian recorrido los campos hasta acabar con todos los cultivos, mientras que los troyanos eran abastecidos por sus aliados de fuera del reino, que se habian unido a ellos en la guerra.
Cada vez mas convencidos de la derrota, se dispusieron a levantar el campamento y embarcarse, cuando al ingenioso Ulises, rey de Itaca, se le ocurrio un astuto plan como ultimo recurso.
Mientras Ilion festejaba la victoria, la flota aquea regreso al amparo de la noche. Remaron rapidamente desde la cercana isla de Tenedos, donde se habian ocultado durante el dia. Guiados por el fuego que habia encendido el traidor Sinon, atracaron las naves, vistieron las armaduras y marcharon en silencio a traves de la llanura,