Clive Cussler

La Odisea De Troya

Titulo original: Trojan Odyssey

© 2005, Alberto Coscarelli, por la traduccion

En carinoso recuerdo de mi esposa, Barbara, que camina con los angeles

Agradecimientos

Mi mas profundo agradecimiento a Iman Wilkens y su esclarecedor libro Where Troy Once Stood, en el que sugiere una solucion mas practica del misterio de la guerra de Troya narrada por Homero.

Tambien quiero dar las gracias a Mike Fletcher y Jeffrey Evan Bozanic por sus conocimientos sobre los respiradores subacuaticos.

Noche de infamia

Alrededor de 1190 a.C,

una ciudadela en una colina cerca del mar

Era un montaje sencillo, creado con una aguda comprension de la curiosidad humana, y cumplia con su funcion impecablemente. El feo monstruo con las cuatro gruesas patas de madera instalado sobre una plataforma tambien de madera alcanzaba una altura de casi doce codos. La estructura, sostenida por las patas, tenia una forma triangular con los extremos abiertos. En la joroba instalada delante de la estructura triangular se habian hecho dos cortes que simulaban los ojos. Los flancos estaban cubiertos con pieles de vaca. La plataforma que soportaba las patas se apoyaba en el suelo. No se parecia a nada que los habitantes de la ciudadela de Ilion hubiesen visto antes.

Para algunos con la imaginacion mas viva, se parecia vagamente a un caballo con las patas tiesas.

Los dardanos se habian despertado aquella manana convencidos de que verian a los aqueos alrededor de la fortaleza, y dispuestos para el combate como lo habian estado durante las ultimas diez semanas. En cambio, se encontraron con la llanura desierta. Lo unico que veian eran las densas nubes de humo que se elevaban de los restos de lo que habia sido el campamento enemigo. Los aqueos y su flota se habian esfumado. Al abrigo de la oscuridad de la noche habian cargado las naves con las provisiones, los caballos, las armas y los carros, y se habian marchado. El unico testimonio visible de su presencia era el misterioso monstruo de madera que habian dejado atras. Los exploradores dardanos regresaron con la confirmacion de que en el campamento aqueo no quedaba ni un alma.

La multitud, delirante de entusiasmo tras la confirmacion de que el asedio de Ilion habia acabado, abrio la puerta principal de la ciudadela y se lanzo a la llanura donde ambos ejercitos habian derramado su sangre en un centenar de feroces batallas.

En un primer momento se sintieron intrigados por el coloso. Hubo algunos que sospechaban la posibilidad de una trampa y propusieron quemarlo. Pero muy pronto descubrieron que era sencillamente una inofensiva estructura instalada sobre cuatro toscas patas de madera. Un hombre trepo por una de las patas, entro en la estructura y comprobo que estaba vacia.

– ?Si esto es lo mejor que pueden hacer los aqueos para representar a un caballo -grito desde lo alto-, no tiene nada de particular que los vencieramos!

La multitud se echo a reir y prorrumpio en gritos de alegria cuando llego el rey Priamo en su carro. El monarca se apeo del vehiculo y respondio a las aclamaciones de sus subditos. Luego camino alrededor de aquella curiosa construccion, dispuesto a encontrarle algun sentido.

Convencido de que no representaba ningun peligro, lo declaro botin de guerra y ordeno que lo arrastraran sobre rodillos a traves de la llanura hasta la entrada principal de la ciudadela, donde permaneceria como un monumento a la gloriosa victoria sobre los invasores aqueos.

El feliz acontecimiento se interrumpio cuando dos soldados se abrieron paso entre la concurrencia llevando un prisionero, un aqueo que habia sido abandonado por sus companeros. Se llamaba Sinon, y se lo conocia por ser primo del poderoso Ulises, rey de Itaca, y uno de los jefes de las tropas que habian asediado Ilion. Al ver a Priamo, Sinon se echo a los pies del viejo monarca y suplico que le perdonara la vida.

– ?Por que te han dejado atras? -pregunto el rey.

– Mi primo presto oido a aquellos que son mis enemigos y me expulso del campamento. De no haber sido porque me oculte en un bosquecillo cuando ellos empujaron las naves al mar, sin duda me habrian arrastrado hasta morir ahogado o comido por los peces.

Priamo observo atentamente al prisionero.

– ?Que significa esta aberracion? ?Para que sirve?

– A la vista de que no podian conquistar tu fortaleza y que nuestro poderoso heroe Aquiles murio en la batalla, creyeron que habian perdido el favor de los dioses. El caballo lo construyeron como una ofrenda para pedir que todos regresaran sanos y salvos al hogar.

– ?Que necesidad habia de hacerlo tan grande?

– Para que no pudieras entrarlo como botin de guerra en la ciudad, donde habria sido un testimonio de la mayor derrota sufrida por los aqueos.

– Si, comprendo su idea. -El viejo y sabio Priamo sonrio-. Claro que no cayeron en la cuenta de que podia cumplir el mismo proposito fuera de la ciudad.

Un centenar de hombres cortaron y pulieron los troncos para los rodillos. Despues otros cien amarraron las cuerdas, formaron dos columnas y comenzaron a arrastrar el botin a traves de la llanura que se extendia desde el pie de la colina donde se alzaba la ciudadela y el mar. A medida que se agotaban sus fuerzas, otros hombres ocupaban sus lugares en las cuerdas y seguian arrastrando el monstruo de madera. A finales de la tarde, despues de superar el obstaculo de la pendiente, consiguieron su proposito y la enorme efigie quedo instalada delante de la puerta. Los habitantes salieron en masa y por primera vez en mas de dos meses lo hicieron libremente sin miedo al enemigo. La multitud contemplo con asombro lo que ahora se llamaba el caballo de Troya.

Entusiasmadas a mas no poder por comprobar que al fin se habia acabado la interminable serie de batallas, las mujeres y ninas de la ciudad abandonaron la proteccion de las murallas y recogieron flores para confeccionar las guirnaldas que adornarian la grotesca criatura de madera.

– ?La paz y la victoria son nuestras! -gritaban, jubilosas.

En medio de tanto regocijo, Casandra, la hija de Priamo, a quien consideraban como una perturbada debido a sus agoreras predicciones, grito:

– ?Es que no lo veis? ?Es una trampa!

Laocoonte, el sacerdote barbado, se mostro de acuerdo.

– Os dejais enganar por la alegria. Sois unos idiotas al confiar en los aqueos que portan regalos.

Laocoonte echo el brazo hacia atras y con un tremendo impulso arrojo su lanza contra el vientre del caballo.

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