hombre que esperara problemas.
– ?Nos estan dando caza? -pregunto Isabella, su caballo cogio el paso de la montura del capitan. Fingia calma, pero nunca olvidaria del todo la vision de ese leon, su hambrienta mirada fija en ella.
– Esta usted a salvo
Y entonces los leones cayeron en el silencio. La quietud era extrana y aterradora, peor que los terribles rugidos. El corazon de Isabella palpito, y saboreo el terror en su boca. La nieva caia, volviendo el mundo de un blanco resplandeciente y amortiguando el ruido de los casco de los caballos sobre las rocas. En realidad, Isabella nunca habia visto nieve hasta que habia llegado a esas montanas. Era helada, fria y humeda contra su cara, colgando de sus pestanas y convirtiendo a hombres y monturas en extranas y palidas criaturas.
– ?Cual es su nombre? -Isabella necesitaba oir una voz. El silencio carcomia su coraje. Algo paseaba silenciosamente junto a ellos con cada paso que daban los caballos. Creia captar vislumbres de movimiento de vez en cuando, pero no podia divisar lo que podria ser. Los hombres habian cerrado filas, montando en apretada formacion.
– Rolando Bartolmei. -Ondeo la mano hacia el segundo hombre que montaba cerca-. Ese es Sergio Drannacia. Hemos estado con
Isabella suspiro.
– Seguro que lo es,
– ?Tenia que marcharse tan rapidamente? La tormenta pasara pronto. Puedo asegurarselo, nuestro valle es bastante hermoso si le da una oportunidad. -El capitan Bartolmei miro otra vez al jinete de su izquierda. Sergio Drannacia estaba siguiendo cada palabra. Claramente, ninguno de los dos entendia por que ella se marchaba tan bruscamente, y estaban intentando persuadirla para que se quedara.
–
El capitan intercambio una larga mirada con Sergio, casi incredula.
– Se le permitio entrar en el valle,
Que la gente pudiera ser feliz bajo semejantes circunstancias era dificil de creer. Isabella tomo un profundo aliento.
– La noche que llegue, oi un terrible grito, y los leones rugieron. Alguien murio esa noche. ?Que ocurrio? - Queria aparentar calma, como si supiera mas del misterio de lo que sabia realmente.
El capitan intercambio otra rapida mirada con Drannacia, que encogio sus amplios hombros.
– Fue un accidente -dijo el capitan-. Uno de los hombres se descuido. Debemos recordar que los leones no estan domesticados. Son animales salvajes y deben ser respetados como tales.
Isabella escucho el tono de su voz. Era tenso y cortante. Habia aprendido de su padre y hermano a escuchar los pequenos matices de una voz. El capitan no se creia del todo su propia explicacion. Estaba nervioso con las bestias paseando silenciosas e invisibles junto a ellos, y hablar de accidentes no aliviaba la tension. Esto se estiro interminablemente hasta que los nervios estuvieron gritando.
Montaron quizas una hora, la tormenta los retrasaba. La visibilidad era escasa, y el viendo empezo aullar y gemir, llenando el silencio fantasmal dejado por el cese de los rugidos de los leones. Isabella tiro de su capa firmemente a su alrededor en un intento de evitar el frio implacable. Este parecia invadir su cuerpo y convertir su sangre en hielo, y se estremecia continuamente. Humeda y miserable, con las manos entumecidas por el frio apesar de los guantes, casi se cayo cuando su montura se detuvo sin advertencia, encabritandose sin entusiasmo. Intentando calmar a su caballo, escudrino a traves del pesado velo de nieve.
El corazon de Isabella casi se detuvo. Capto un vistazo de algo grande, cubierto de nieve, pero todavia mostrando parches de dorado bronce y negro. Ojos brillando a traves de blancos y helados cristales, ojos llejos de maligna inteligencia. Con el corazon en la gaganta, se congelo, con las manos caidas a los costados mientras el caballo avanzaba de lado y empezaba a retroceder nerviosamente. El capitan se encorvo, cogiendo las riendas de su montura, y condujo ambos caballos.
– ?Los animales estan guardando el paso! -grito el-. No la dejara marchar.
Habia algo muy siniestro en la forma en que la gran bestia permanecia en pie en la estrecha entrada del paso, con los ojos fijos en ella. Esa mirada era intensa, fijada en ella, reconociendola. Era hipnotizadora y terrorifica al mismo tiempo.
– No es solo la bestia que puede ver la que debe preocuparnos. Los leones son cazadores de manada. Donde hay uno, hay mas. Debemos llevarla de vuelta. -El capitan todavia guiaba su montura. Su voz saco a Isabella del hechizo del depredador, y se extendio hacia adelante precipitadamente para recuperar el control de su caballo. El capitan necesitaba las manos libres; su propio caballo estaba moviendo la cabeza y resoplando nerviosamente.
Era enervante montar casi a ciegas a traves de la pesada caida de nieve, con su montura temblando y sudando de miedo y los otros animales corcoveando y bufando, resoplando grandes nubes de vapor en su terror. Ese grunido peculiar sonaba a su izquieda, despues unos poco minutos mas tarde a su derecha, despues detras y delante de ellos. Su escolta estaba antinaturalmente tranquila, sus ojos esforzandose a traves de la nieve para captar vistazos de los elusivos cazadores.
Isabella justo estaba empezando a respirar de nuevo cuando sintio la perturbacion en el aire. Levanto la vista hacia el cielo, esperando ver algun depredador en lo alto, pero la unica cosa que habia eran los blancos copos flotando hacia abajo. De todos modos, ella y los hombres no estaban solos. Algo aparte de un grupo de leones los habia seguido desde el
Empezo a temblar, su cuerpo reaccionaba a la intensidad de esa animosidad. Era personal… lo sentia. Y algo terrible iba a ocurrir. Estaba indefensa para impedirlo, pero sabia que se acercaba.
Casi al momento los leones empezaron a rugir de nuevo. Las bestias estaban muy cerca, y el sonido fue ensordecedor. Los caballos se espantaron, corcoveando y removiendose, encabritandose y girando, y el caos reino. La pendiente estaba helada, y los animales se deslizaron y tropezaron unos con otros, trompeteando de miedo. Los hombres cayeron a la nieve y se cubrieron las cabezas protegiendose de las pezunas mordaces. La montura de Isabella dio vueltas y se deslizo por la pronunciada cuesta, deslizandose peligrosamente y finalmente perdiendo el equilibrio. Ella intento liberarse, pero fue imposible con los pliegues de su falta, y golpeo el suelo con fuerza, el caballo apaleado y caido le sujetaba la pierna bajo el.
El dolor de su espalda era excecrable, sacando el aliento de su cuerpo y sobrepasando a cualquier dano que pudiera haberse hecho en la pierna. Por un momento no pudo pensar o respirar; solo pudo yacer indefensa mientras el caballo se agitaba desesperadamente, intentando recuperar su asidero.
El capitan salto de la grupa de su montura y cogio las riendas del caballo de Isabella, tirando del animal hacia arriba. El caballo se puso en pie temblando, cabizbajo. El capitan tiro de Isabella sacandola de la nieve, ignorando su inadvertido grito de dolor, empujandola tras el, con la espada desenvainada. El pandemonium los rodeaba, pero el capitan emitio ordenes, y sus hombres atraparon a los caballos que no habia huido en la tormenta, y permanecieron hombro con hombro, una solida pared de proteccion alrededor de Isabella.
– ?Que pasa, Rolando? -pregunto Sergio, sus ojos se esforzaban por ver a traves de la nieve cegadora-. ?Por que nos atacan? No lo entiendo. ?Por que la envia lejos, su unica oportunidad de salvacion? Si ella no fuera la elegida, nunca la habrian dejado atravesar viva el paso.
– No se, Sergio -dijo el capitan-. Le permitieron pasar, despues evitan que se marche. Estamos haciendo lo que desean, llevandola al
Isabella sacudio la cabeza.
– No os estan cazando a
El capitan giro la cabeza para mirarla, sus rasgos muy inmoviles, sus ojos vivos de curiosidad. Se quedo en