volvieran y ayudaran al don-. Le dejaron alli solo, en la tormenta, sin montura ni ayuda por si los leones le atacaban. Estaba completamente solo, Sarina. ?Como pudieron hacer tal cosas a su don? -Estaba temblando incontrolablemente, fria y humeda por la tormenta, sacudida por la proximidad del leon renegado, pero mas que nada, temerosa por la seguridad de Nicolai DeMarco-. Deberian haberse quedado y haberle protegido. Era su deber protegerle a el primero, sobre todos los demas. No entiendo que esta pasando en este lugar. ?Como de buenos son esos hombres si se muestran desleales? Yo queria volver con el, pero ellos no me dejaron. -Estaba furiosa, furiosa, con los hombres que habian evitado que se quedara con Don DeMarco.

– Estaban protegiendo a su don -respondio Sarina suavemente, y hizo el signo de la cruz dos veces mientras se apresuraban a traves del espacioso palazzo.

– No lo entiendes, el estaba solo, rodeado por esas enormes bestias. -Isabella estaba temblando con tanta fuerza que sus dientes castaneteaban-. Le dejaron alli. Yo le deje alli. -Eso era lo peor, pensar que habia estado tan asustada por el tamano y la ferocidad del leon que habia elegido la salida del cobarde. Apenas se habia resistido incluso a los soldados.

– No esta pensando con claridad, signorina -dijo Sarina gentilmente, consoladoramente-. Nunca se le habria permitido quedarse atras. Los capitanes tenian ordenes de traerla con seguridad a casa, y habrian forzado su obediencia. Esta conmocionada, fria, y hambrienta. Se sentira mucho mejor cuando este caliente.

Mientras se movian velozmente por los vestibulos del castello, varios sirvientes sonrieron y asintieron hacia ellas, con claro alivio en sus caras. Isabella intento reconocerlos graciosamente, sin entender sus reacciones ante su retorno. Nada en este lugar tenia sentido… ni la gente, ni los animales.

– Los leones no viven montana arriba. ?Como llegaron aqui? ?No deberia alguien salir y buscar al don?

Sarina permanecio en silencio excepto por sus pequenos, consoladores y cloqueantes ruidos. La habitacion de Isabella estaba preparada, con un fuego ardiente y una bandeja de te. El ama de llaves ayudo a Isabella a quitarse la capa, jadeando cuando diviso la sangre en ella.

– ?Esta herida? ?Donde esta herida?

Isabella miro con desmayo las manchas rojas. Tomo la capa de Sarina, aplastando la tela entre sus manos. Don DeMarco la habia envuelto en su propia capa. Habia descansado sobre la de ella, empapandola de sangre. Era el don quien habia estado herido. Sacudio la cabeza, negando la posibilidad. El debia haberse manchado la capa de sangre cuando se arrodillo junto al leon caido.

– No estoy herida, signora -murmuro Isabella-. Bueno, me duele la espalda. Creo que me tragare mi orgullo y le pedire que me aplique el balsamo entumecedor -intento una debil sonrisa mientras permitia que Sarina le abriera el vestido y expusiera las heridas de su espalda.

Isabella se tendio en la cama sobre el estomago, sus dedos cerrados alrededor de la colcha mientras Sarina preparaba cuidadosamente la mezcla de hierbas.

– Hableme de los leones, signora, y de por que los hombres del don le dejarian solo en medio de una tormenta de nieve con bestias salvajes rodeandole. No hay alarma en el palazzo. Siento intranquilidad pero no miedo. ?Por que?

– Silencio, bambina. Quedese quieta mientras yo aplico esto a su pobre espalda. Y debe llamarme Sarina. Usted sera la senora aqui ahora.

– Yo no he accedido a tal cosa. El me echo una vez y bien puede volver a hacerlo. No estoy preparada para perdonarle -Atraves de los ojos entrecerrados, Isabella capto la rapida y apreciativa sonrisa de Sarina, pero no tenia ni idea de que hacer al respecto.

– Creo que usted es justo lo que Don DeMarco necesita. -Muy gentilmente Sarina empezo a aplicar la pocion entumecedora a la espalda devastada de Isabella-. Le gustaria oir la historia de los leones, ?verdad? Es una historia interesante para contar de noche alrededor del fuego para asustar a los ninos. Debe haber unos pocos gramos de verdad en ella, o los leones no estarian en estas montanas. Pero estan aqui. - suspiro-. Ellos son la maldicion y la bendicion de nuestra gente.

Isabella abrio los ojos para mirar completamente a Sarina.

– Eso es algo extrano que decir. Vi la cara del don cuando se arrodillo junto al leon renegado y le toco tan… -Busco la descripcion correcta-, reverentemente, tristemente. Estaba triste porque hubiera muerto. Mi corazon lo lamento por el -De repente consciente de haber revelado demasiado de sus confusos sentimientos por el don, Isabella fruncio el ceno-. Solo por un momento, hasta que recorde como me habia ordenado marchar sin ninguna razon. Es inconstante y propenso a cambiar de opinion, obviamente no es alguien con quien se pueda contar. -Se las arreglo para sonar desdenosa incluso mientras yacia sobre su estomago con el vestido bajado hasta la cintura. Una autentica Vernaducci podia arreglarselas bajo las peores circunstancias, e Isabella estaba orgullosa de si misma. El mundo no tenia que saber que se derretia cada vez que el don la miraba-. Cuentame la historia, Sarina. Lo encuentro un tema mas interesante. -Y evitaria que saliera corriendo a la tormenta en un intento de encontrar al don.

Sarina empezo a sacudir los derretidos copos de nieve del pelo de Isabella.

– Hace muchos, muchos anos, en los viejos tiempos, cuando la magia controlaba el mundo, cuando dioses y diosas eran llamados para auxiliar a la gente, tres casa de poder residian aqui en este valle de la montana. Las casa era DeMarco, Bartolmei, y Drannacia. Eran linajes antiguos y sacros, bien favorecidos y muy amados por los dioses. En esos tiempos, las casas practicaban los antiguos caminos, venerando a la Madre Tierra. Se dice que ese fue un tiempo de gran poder. Habia poderosa magia en las casas. Sacerdotes y sacerdotisas, magos y hechiceros. Algunos incluso dicen que brujas.

Isabella se sento erguida, intrigada. Cuidadosamente sostuvo el frontal de su vestido sobre sus generosos pechos.

– ?Magia, Sarina?

Sarina parecia complacida porque su historia hubiera expulsado las sombras de los ojos de Isabella.

– Magia -asintio firmemente-. Habia paz en el valle, y prosperidad. Los cultivos crecian, y las casas eran lugares felices. Le famiglie eran aliados, y con frecuencia se casaban entre ellos para mantener el equilibrio de poder y defenderse contra todos los forasteros.

– Suena bien -aprobo Isabella. Podia respirar de nuevo sin el dolor de la espalda. La habitacion era calida y finalmente se habia derretido el hielo de su sangre. Busco el te y tuvo que agarrar apresuradamente su traje.

Sarina le sonrio.

– Bien puede quitarse eso y vestir una de las prendas que Don DeMarco encargo para usted.

Isabella habria discutido, pero queria oir la historia.

– ?De donde vinieron los leones? -Obedientemente se desabrocho el vestido y salio de el. Mientras abria la puerta del guardarropa y sacaba otro traje, miro sobre el hombro al ama de llaves-. No pueden haber estado aqui en las montanas desde siempre.

– Es usted demasiado impaciente -Sarina tomo el vestido y cuidadosamente lo coloco sobre Isabella-. No, no habia leones por aquel entonces. Dejeme contar la historia como se dice que ocurrio. Durante cientos de anos… quizas incluso mas… el valle estuvo a salvo de invasores, y aunque el mundo cambiaba a su alrededor, la gente se las arreglaba para vivir vidas pacificas y felices, practicando su fe sabiamente.

Sentada en la cama, Isabella arrastro las piernas hacia arriba bajo la larga falda y se abrazo a si misma.

– Ese debe haber sido un tiempo interesante. Hay mucho sentido en los caminos de la naturaleza.

Sarina la miro fijamente, hizo el signo de la cruz, y palmeo la cabeza de Isabella.

– ?Va a escucharme o a arriesgarse a la ira de la Santa Madonna con sus sinsentidos?

– ?Ella se enfada? No puedo imaginarla enfadada. -Isabela vio la expresion de Sarina y rapidamente oculto su sonrisa-. Lo siento. Cuentame la historia.

– No se lo merece, pero lo hare. -se quejo Sarina, claramente encantada de que la joven a su cargo estuviera creciendo en optimismo y empezara a calentarse y relajarse despues de su aterradora ordalia-. Llego un tiempo en que la gente se volvio mas adepta y mas atrevida con su magia. Donde una vez la gente fue una, empezaron a

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