formarse pequenas divisiones. O, no todas a la vez. Ocurrio a lo largo de los anos.

Isabella tomo un sorbo de te, saboreando el sabor y calor. Sirvio una segunda taza y se la ofrecio cuidadosamente a Sarina.

Sorprendida y complacida, Sarina le sonrio, acunando la calida taza entre sus manos-. Nadie sabe que casa empezo, pero alguien comenzo a tentar cosas que eran mejor dejar en paz. La belleza de las creencias de la gente fue corrompida, retorcida, y algo se desato en el valle. Algo que parecio arrastrarse y extenderse hasta que alcanzo cada casa. La magia empezo a contaminarse, y una vez entro el mal, empezo tomar forma y crecer. Se dice que los aullidos de los fantasmas se oian con frecuencia, ya que los muertos no podian ya encontrar descanso. Empezaron a ocurrir cosas. Accidentes que afectaban a cada una de las casas. Las casas empezaron a distanciarse las unas de las otras. Cuando los accidentes se incrementaron y resulto herida gente, empezaron a culparse unos a otros, y una gran brecha se formo entre las familias. Ya que las casas estaban unidas por lazos de matrimonio, fue una cosa terrible. Hermano contra hermana y primo contra primo.

Isabella envolvio las manos alrededor de la calidez de su propia taza de te. Estaba temblando de nuevo. Ella habia sentido la presencia de algo malvado en el castello, aunque esta era simplemente una aterradora historia para ninos.

– Eso no suena muy diferente de lo de ahora. Nuestras tierras nos fueron robadas bajo nuestras narices. No se puede confiar en nadie, Sarina, no cuando el poder esta envuelto.

Sarina asintio en acuerdo.

– Esa verdad no es diferente… ni hace cien anos, ni ahora. Habia un susurro de conspiracion, de maldad. La magia era utilizada para otras cosas aparte del bien. Los cultivos se malograban regularmente, y una casa tenia comida mientras otra no. Donde antes habrian compartido, ahora cada una intentaba retener sus tesoros en sus propias manos.

Sarina tomo un sorbo de su te. El viento aullaba fuera de las paredes del palazzo, sacudiendo ruidosamente las ventanas haciendo que las ventanas de cristales tintados parecieran moverse bajo la acometida. Fuera, apesar de la hora temprana, las sombras se alargaban y crecian. Se alzo un gemido bajo, y las ramas de los arboles ondearon salvajemente y rasparon contra las gruesas paredes de marmol en protesta. Sarina miro hacia afuera a traves los cristales de colores y suspiro.

– A este lugar no le gusta que se hable de los viejos dias. Creo que restos de esa magia ancestral permanecen. -rio nerviosamente-. Agradezco que aun no sea de noche. Ocurren cosas en este lugar por la noche, Signorina Isabella. Nos reimos de los viejos dias y decimos que son historias para asustar a los ninos y entretenernos, pero, en realidad, ocurren cosas raras en este lugar, y, a veces, las paredes parecen tener oidos.

Isabella coloco inmediamente su mano sobre la del ama de llaves en un gesto que pretendia reconfortar.

– No puedes estar realmente asustada, Sarina. Esta habitacion esta protegida por angeles -rio suavemente, tranquilizadoramente-. Y mis guardias. -Senalo a los leones de piedra sentados en el hogar-. Son muy amigables. Nunca permitirian que hubiera nada en esta habitacion que no debiera estar aqui.

Sarina forzo una sonrisa en respuesta.

– Debe usted pensar que soy vieja y estupida.

Isabella se tomo su tiempo estudiando la cara del ama de llaves. Estaba tallada pero daba la impresion de ser por la edad en vez de por preocupacion. Pero profundamente en los ojos de Sarina estaba ese atisbo de desesperacion que Isabella habia percivido en Betto y en unos pocos de los otros sirvientes del palazzo.

El miedo arano hacia Isabella, arremolinandose profundo en su estomago, una sutil advertencia. No era solo su salvaje imaginacion y las consecuencias de enfrentar a bestias salvajes. Habia algo mas en el castello, un temor soterrado que toda la gente parecia compartir. Pero quizas era la historia que Sarina le estaba contando con el viento azotando las ventanas y la nieve cayendo implacablemente, atrapandolos puertas adentro.

– Ni vieja ni estupida, Sarina -corrigio Isabella suavemente-, pero un poco extrana. No podria pedir mas cortesia de la que me has mostrado. Es gratamente apreciada, y si me dices que esta historia te molesta, no es necesario contarla. Creia que seria interesante e inofensiva, una forma de pasar el tiempo y apartar mi mente de la preocupacion por don DeMarco solo en la tormenta, si esto te incomoda, podemos hablar de otras cosas.

Sarina quedo en silencio un momento. Despues sacudio la cabeza.

– No, es solo que nunca me han gustado las tormentas. Parecen tan feroces cuando se mueven a traves de las montanas. Incluso cuando era una jovencita me volvian caprichosa. No hay necesidad de preocuparse por Don DeMarco. El es bien capaz de cuidar de si mismo. Pero es bueno que se preocupe por el -Antes de que Isabella pudiera protestar, Sarina retomo apresuradamente la historia-. ?Donde estabamos?

Isabella le sonrio.

– No habiamos llegado aun a los leones -Intento una mirada inocente pero fracaso miserablemente.

– Esta obsesionada con los leones -regano Sarina-. La magia se habia retorcido a algo oscuro y feo. Los maridos sospechaban de infidelidades de las esposas. La pena por tal pecado era la decapitacion. Los celos se volvieron peligrosos. El valle se convirtio en un lugar de oscuridad. Las tormentas devastaban las montanas. Las bestias se llevaban a los ninos pequenos. Algunos empezaron a sacrificar animales y a adorar cosas que es mejor dejar en paz. Los anos continuaron pasando, y los sacrificios empeoraron. Se robaban ninos de las casas y se sacrificaban a los demonios. Nadie sabia quien era el responsable, y cada casa miraba a otra con terrible sospecha.

El viento bajo rapidamente por la chimenea con un gemido de risa. Llamas anaranjadas llamearon y saltaron alto, tomando la forma de bestias de melenas peludas con las bocas abiertas y ojos resplandecientes. Sarina salto, girandose para mirar ante el destello de formas feroces que bajaron visiblemente.

Isabella miro hacia la chimenea durante un largo momento, observando las llamas salvajes volver a morir. Bastante tranquilamente persistio.

– Que barbaro. ?Es cierto? Se que hubo gente que hizo semejantes cosas en algunos lugares.

– De acuerdo con las viejas historias, asi fue. ?Quien puede decir que es cierto y que leyenda? -La mirada de Sarina se desviaba hacia el fuego con frecuencia, pero las llamas eran pequenas, y ardian alegremente, llenando la habitacion con una calidez muy necesaria-. La historia ha pasado de mano en mano durante cientos de anos. Muchas cosas han sido anadidas. Nadie sabe si hay alguna verdad en ellas. Se dice que el mismo clima podia ser controlado, que tales poderes eran de conocimiento comun. ?Quien sabe?

Isabella estaba observando atentamente al ama de llaves. Sarina ciertamente creia la historia de magia retorcida, de una religion, una forma de vida, corrompida por algo oscuro y maligno.

– Llego un momento en el que las creencias cristianas empezaron a extenderse. En ese momento, el don de la casa DeMarco se llamaba Alexander. Estaba casado con una mujer hermosa, una muy poderosa en los caminos de la magia. Se la consideraba una autentica hechicera. Habia muchos celos de sus poderes por parte de las otras casas, y muchos celos por su belleza. Aun asi, ella encontro a alguien que le hablara de esta nueva creencia, y escucho. Y la mujer de Don DeMarco se convirtio en una cristiana.

Sarina parecio respirar la palabra en el cuatro, y, fuera de las ventanas, el viento aullador se inmovilizo, dejando un silencio espectante.

– Ella se volvio muy popular entre la gente, ya que continuamente cuidaba de los enfermos y trabajaban incansablemente para alimentar a los necesitados… no solo a los de su propia casa sino tambien a la gente de las otras dos. Cuanta mas gente la amaba y seguia, mas celosas se volvian las otras esposas.

– Las esposas de los otros don, Drannacia y Bartolmei, conspiraron para librarse de ella. Sophia DeMarco era su nombre. Empezaron a chismorear sobre ella y a quejarse a sus maridos de que la habian visto con otros hombres, que flirteaba por el campo con los soldados, formicando y llevando a cabo rituales secretos de sacrificio. En realidad nadie sabia mucho sobre la Cristiandad, asi que no fue dificil asustar a la gente. Estaban dispuestos a creer lo peor, y los susurros y acusaciones llegaron finalmente a su marido. Fueron Don Bartolmei y Don Drannacia quienes finalmente acusaron a Sophia de infidelidad y sacrificios humanos.

Isabella jadeo.

– ?Que horrendo! ?Por que harian eso?

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