Se sento cautelosamente y miro hacia la puerta cerrada. No habia sido su imaginacion; el leon habia estado en la habitacion con ella. Quizas alguien habia abierto deliberadamente la puerta para dejarlo entrar, esperando que la matara como sus ancestros habian matado a los cristianos. Los aullidos la estaban volviendo loca; el sonido de cadenas arrastrandose parecia llenar el vestibulo fuera de su habitacion. El ruido siguio y siguio hasta que Isabella salto fuera de la cama con exasperacion y tiro de su bata. Ya estaba bastante molesta con su caprichosa imaginacion sin los continuos aullidos de fantasmas y ghouls o lo que fuera que estaba haciendo tanta bulla. Ni siquiera la idea de leones rondando los vestibulos del palazzo fue bastante para mantenerla prisionera en su habitacion. Si la bestia hubiera querido devorarla, ya habia tenido la oportunidad perfecta. Atraveso la habitacion a zancadas y tiro de la puerta. Para su sorpresa, estaba de nuevo cerrada.

Isabella que quedo alli de pie un largo momento, asombrada. Un leon no habia podido cerrar la puerta, y seguramente Sarina no se habia arrastrado de vuelta para cerrarla por segunda vez. No tenia idea de lo tarde que era, pero la emprendio con la cerradura, de repente furiosa por haber sido encerrada en su habitacion como una nina malcriada… o una prisionera.

Una vez hubo abierto la cerradura, abrio la puerta de golpe desafiantemente y salio al vestibulo. Conocia el camino hasta la biblioteca, y, encendiendo cuidadosamente un candelabro, empezo a recorrer la ruta. El estrepito del vestibulo era horrendo. Aullidos, gemidos y arrastrar de cadenas. Totalmente exasperada, Isabella se detuvo en la entrada del gran estudio.

– ?Ya basta! Todos vosotros dejad ese estupido ruido en este instante! No quiero mas de esto por esta noche.

Al momento se hizo un silencio absoluto. Isabella espero un momento.

– ?Bien! -Entro en la biblioteca, dejando que la puerta se cerrara tras ella. Buscando en los estantes y cubiculos, penso en Don DeMarco solo en la nieve. Inspeccionando una pintura, penso en el agachado junto al leon muerto, con pena en los ojos. Sentandose en una silla de respaldo alto ante la larga mesa de marmol, penso en el tomando su mano entre las suyas. Examinando la escritura ornamentada del grueso tomo que habia elegido, no podia pensar en nadie, en nada mas. El lleno su mente y su corazon esta que su misma alma parecio explotar de miedo por el.

CAPITULO 6

Isabella giro la cabeza, y alli estaba el. Su corazon dio un solo salto de alegria, despues empezo a palpitar con alarma. Don DeMarco estaba observandola intensamente. Sus ojos ambar llameaban hacia ella con una ardiente mezcla de deseo y posesividad. El estaba entre las sombras, asi que parecia indistinguible, aunque su mirada era vivida y brillante, casi centelleando hacia ella.

Muy lentamente cerro el libro que estaba leyendo y lo coloco sobre la mesa.

– Estoy muy contenta de ver que llego a salvo, Signor DeMarco -le saludo.

– ?Como es que la encuentro acechando por el palazzo cuando se la ha instruido para quedarse en su habitacion esta noche? -contrarresto el. Su tono era una mezcla baja de sensualidad y rudeza. Su voz parecio penetrar por los poros de Isabella y encender un fuego en su sangre.

– No creo que yo usara la palabra instruir -rebatio Isabella atrevidamente-. Fue mas bien una orden.

– Que usted ignoro completamente -Sus ojos llameantes ni siquiera parpadearon-. Prefirio esconderse en vez de eso.

– ?Acechando signore? ?Escondiendome? Temo que su imaginacion esta fuera de control. Simplemente estaba leyendo un libro, Don DeMarco, no robando sus tesoros.

La boca de el se retorcio, atrayendo la atencion a sus labios perfectamente esculpidos.

– Sarina tenia ordenes. Es necesario saber que los sirvientes obedecen sin cuestionar.

Isabella alzo la barbilla y le devolvio la mirada directamente, arqueando una ceja como desafiandole a castigarla.

– No tema, signore. Su ama de llaves cumplio con su deber y llevo a cabo sus ordenes, encerrandome bajo llave.

Por primera vez el se movio entre las sombras, y el movimiento atrajo la atencion a su anterior inmovilidad. Los musculos se ondearon, fluidos y nervudos, recordandole a las bestias depredadoras sobre las que el mantenia dominio. Habia estado inmovil; ahora exudaba un tremendo poder, tremendo peligro.

– Se la encerro en su habitacion por su seguridad, signorina, como bien sabe -Su voz fue bastante baja, un latigo de temperamento mantenido a raya.

– Se me encerro en mi habitacion por su conveniencia. -rebatio Isabella tranquilamente. Cruzo las manos pulcramente en su regazo para evitar que el viera sus dedos retorciendose con agitacion. Si sepeleaban, ella no iba a salir corriendo simplemente porque el era el hombre mas atractivo e intrigante… el mas aterrador… que habia conocido nunca-. Seguramente no querra hacerme creer que es tan descuidado como para permitir que enormes bestias salvajes corran libres por su casa. Es usted un hombre inteligente. Eso seria desastroso por varias razones. Sospecho que me encierra en mi habitacion mas bien para evitar mis travesuras que por mi proteccion personal contra leones merodeadores.

– ?Y no ha visto leones esta noche? -pregunto el suavemente, su voz fue una caricia.

Isabella se ruborizo, sus pestanas cayeron para velar su expresion. Tenia el presentimiento de que el sabia que habia visto un leon.

– Ninguno del que necesitara proteccion, signore.

La mirada de el no vacilo, aunque se volvio mas atenta. El color de sus ojos se profundizo, pareciendo estallar en llamas.

– Quizas necesita proteccion de mi -Su voz fue terciopelo, ronroneando amenaza.

El silencio parecion llenar la biblioteca. Podia oir el viento tirando de las ventanas e intentando entrar. Se obligo a si misma a encontrar esa mirada firme desafiantemente. Que pudiera necesitar proteccion del don era a la vez sorprendente y extranamente hilarante.

– ?Como te las arreglaste para escapar de tu habitacion, Isabella?

La forma en que pronuncio su nombre, envolviendolo en una suave caricia, envio un fuego liquido a arrastrarse a traves de su cuerpo. El era letal. Maliciosamente, pecaminosamente letal. Su voz sugeria que sabia muchas cosas de las que ella solo habia oido hablar. Cosas intimas que su ardiente mirada exigia que compartiera con el. Apenas podia arreglarselas para respirar cuando miraba a esos ojos, cuando veia su cara atormentada. Cuando veia la intensidad de su deseo.

Isabella se humedecio los labios con la punta de la lengua, el simple gesto traiciono sus nervios.

– Ciertamente no voy a confesarle nada. Basta con decir, que aprendi las finas artes que uno necesita para liberarse cuando su padre acostumbra a confinarle en sus habitaciones. Con frecuencia me prohibia que montara a caballo.

El sonrio, un relampago de dientes blancos, finas lineas de risa arrugando las esquinas de sus ojos.

– Imagino que con frecuencia te prohibia muchas cosas.

– Si, lo hacia -admitio Isabella, intentando no derritirse en el acto ante su mera sonrisa. Habia algo en el que le tocaba el corazon. Si no tenia cuidado, podria robarle el alma y dejarle una cascara vacia. Se inclino hacia adelante deliberadamente, desafiantemente, sosteniendole la mirada-. Me prohibia toda clase de cosas, me encerraba continuamente, y nunca lo hacia muy bien. Yo iba adonde queria ir y hacia lo que queria. Nunca, en ningun momento, fui una chica buena y obediente.

La mesa los separaba, marmol pulido que brillaba con un hermoso color rosa bajo la luz oscilante de los candelabros.

Nicolai se deslizo mas cerca, una figura alta y poderosa erguida sobre ella haciendo que la mesa maciza pareciera de repente insignificante. Deliberademnte el coloco ambas palmas sobre la superficie e inclino su forma pesadamente musculada hacia ella para que sus caras se colocaran a centimetros de distancia.

– ?Es eso una advertencia, Signorina Vernaducci? -Su voz era casi liquida, era tan suave, ronroneaba amenaza y flagrante tentacion.

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