marana del pelo apartandolo de la cara de Lucca con dedos gentiles.

– Le conte todo, Francesca -confeso Isabella-. Deberia haberte advertido de que el lo sabia todo sobre el legado DeMarco.

Para sorpresa de Isabella, Francesca se ruborizo.

– Hablamos de ello. El es simplemente… -Se interrumpio, sin palabras-. Hablamos toda la noche. Podria escuchar su voz para siempre. La mayor parte del tiempo es divertido y me hace reir. Siempre dice cosas agradables sobre mi aspecto. Dice que cree que yo seria de un valor incalculable para romper la maldicion. Creo que ademas lo dice en serio. -Sus ojos brillaban mientras miraba a Isabella.

– Lucca raramente comete errores en sus valoraciones, Francesca. Cuento con tu ayuda para ayudarnos a destruir la maldicion.

Palmeo el brazo de Francesca.

– Solo ten en cuenta que no tenemos tierras, asi que Lucca no tiene nada que ofrecer a una esposa. Ciertamente no lo suficiente para la hermana de un don.

Las elegantes cejas de Francesca se arquearon.

– Nunca he permitido que los demas dicten mis acciones. Dudo que vaya a empezar ahora. -De repente parecio ser consciente del inusual estallido de actividad fuera de la habitacion. Se quedo muy quieta, el conocmiento la permeo-. Ha empezado, ?verdad? -dijo Francesca-. Rivellio esta invadiendo nuestro valle.

Isabella se trago su miedo y asintio.

– Nicolia ha ido a su encuentro.

– Se que temes por Nicolai, Isabella, pero el es un maestro en la guerra. Planea cada batalla cuidadosamente. Sus hombres vigilaran sus espaldas, y puede llamar a los leones, acabara rapidamente -la tranquilizo Francesca.

Un suave golpe en la puerta anuncio la llegada de Theresa. Hizo senas a Isabella, convocandola al salon.

– Ve delante, Isabella. Yo vigilare a Lucca. -la tranquilizo Francesca.

Isabella se deslizo fuera de la habitacion de su hermano para enfrentar a Theresa.

– ?Que pasa?

– Rolando ha enviado una peticion para que llevemos los balsamos y vendajes para los hombres y tambien mezclas para cataplasmas. Quieren tratar a los heridos rapidamente y despues los transportarlos de vuelta al castello. La sanadora debe estar aqui. Yo tengo algun conocimiento de heridas pero muy poco. Sarina dijo que tu tenias algun conocimiento en tratar lesiones. ?Vendras conmigo? -Parecia muy ansiosa, visiblemente nerviosa, retorciendose las manos.

Isabella asintio inmediatamente.

– He tratado heridas muchas veces. Estoy segura de que podemos arreglarnoslas, Theresa-. Habia establecido campamentos temporales para los heridos cuando fue necesario en la finca de su padre-. ?Has oido si hay muchos heridos? -Intento evitar el miedo en su voz.

Theresa sacudio la cabeza.

– Un jinete salio pero no ha vuelto. Tengo caballos ensillados para nosotras, y los suministros estan en una alforja. Espero que este todo bien. Habria pedido a Sarina que me acompanara… es buena con las heridas… pero es demasiado mayor para sobrellevar el viaje facilmente. Crei que seria mejor ir nosotras mismas.

– Estaremos bien -concordo Isabella-. Dejaremos palabra para ser relevadas tan pronto como sea posible. Te vere en unos minutos.

Isabella se apresuro a su dormitorio para recuperar su capa y sus guantes. Theresa se encontro con ella en la entrada lateral mas cercana a los establos. Un caballo de carga estaba atado junto a dos monturas.

El dia estaba cubierto de gris, la niebla casi impenetrable. El mundo parecia cerrado, un oscuro velo encortinaba el castello. Los animales parecian nerviosos, sus ojos rodaban, las cabezas se sacudian, los cascos se movian y sacudian con agitacion. Isabella se detuvo, con la mano descansando sobre su caballo. Su estomago estaba rodando amablemente, una sutil advertencia.

– He olvidado algo, Theresa -Mantuvo la voz tranquila. La hinchazon de triunfo, la oleada de poder, se espesaba y crecia a su alrededor. Sabia que era demasiado tarde. Muy tarde.

El golpe llego desde atras con duro y apasionado odio. Isabella cayo al suelo, la oscuridad la reclamaba.

Se desperto, cabeza abajo, con el estomago pesado, y la cabeza palpitando. El caballo corria a traves de la neblina ante la urgencia de Theresa. Con las manos atadas juntas y Theresa sujetandole cabeza abajo mientras montaba, Isabella se sintio enferma, horriblemente enferma, y vomito dos veces, antes de que Theresa detuviera al sudoroso animal y desmontara. Isabella se deslizo de la grupa del caballo y cayo, sus piernas demasiado gomosas para mantenerla. Con las manos atadas ante ella, se limpio la boca lo mejor que pudo mientras miraba cuidadosamente a su alrededor. Estaba en algun lugar cerca del paso.

Theresa paseaba de aca para alla, su furia crecia a cada paso. Se dio la vuelta para mirar a Isabella.

– No estaras tan tranquila cuando el llegue ahi.

– Por el, presumo que quieres decir Don Rivellio. -Isabella mantuvo la voz baja-. Tu eres el traidor que ha estado proporcionandole informacion.

Theresa alzo la barbilla, sus ojos brillaban peligrosamente.

– Llamame lo que quieras. Tu eres el cebo perfecto para atraerle a este valle. Es tan cobarde, enviando a sus hombres a una muerte segura, pero incluso con toda la informacion que le he proporcionado, no pude atraerle dentro hasta que prometi entregarte. Sabe que si te tiene, Don DeMarco intercambiara su propia vida por la tuya. -Habia una mofa en su voz.

– ?Como sabria tal cosa? -pregunto Isabella suavemente.

Theresa se encogio de hombros.

– Yo haria cualquier cosa por tener a Don Rivellio en este valle. El cree que lo tiene todo planeado, pero no sabe nada de los leones. Sus hombres seran derrotados, y a el le matare yo misma -Su voz contenia extrema satisfaccion-. Merece la muerte despues de lo que hizo a mi hermana -Giro la cabeza para mirar a Isabella-. Y tu te lo mereces por robarme a mi marido.

Isabella miro a Theresa con sorpresa. Su cabeza latia con tanta fuerza que por un momento creyo que no habia oido correctamente. Rapidamente refreno palabras de negativa. Theresa no estaba de humor para atenerse a razones, ni creeria sus protestas de inocencia. Solo servirian para enfadarla mas.

– ?Theresa, mataste al sirviente que me encerro en el almacen?

– Yo no le mate -nego ella-. Me oyo dando informacion a uno de los hombres de Rivellio. Ellos le mataron. No hubo nada que yo pudiera hacer. No podia permitir que nadie lo supiera, asi que borre las pisadas alrededor del cuerpo.

– Puedo entender que quieras matar a Don Rivellio, pero es imposible. Tendra guardias, Theresa, incluso si viene. ?Como crees que es posible que seas capaz… -se interrumpio cuando todo empezo a encajar como las piezas de un puzzle en su mente. El abrigo y el vestido destrozados en su armario. La voz femenina llamandola, atrayendola escaleras arriba hasta el balcon. Una voz como la de Francesca DeMarco. La mujer del mercado con largo pelo negro, con rasgos DeMarco. Como Francesca, solo que no Francesca. El leon siguiendola a traves de las estrechas calles y mirandola con ojos llenos de odio. Los rastros del leon en la nieve rodeando el cuerpo del sirviente. El leon paseando tras Rolando Bartolmei. Francesca DeMarco podia convertirse en la bestia. Y Theresa era prima hermana de Nicolai y Francesca.

Isabella sacudio la cabeza.

– Theresa, piensa en lo que estas haciendo.

– Estoy haciendo lo que deberia haberse hecho cuando el tomo a mi hermanita contra su voluntad y la utilizo como lo hizo. Nicolai deberia haber enviado asesinos a matarle. -La voz de Theresa siseaba con odio-. ?Era una bambina! Rivellio la destruyo. Ahora es una cascara vacia. Es horrendo que pueda librarse de tal cosa.

– Hizo asesinar al mio padre -dijo Isabella suavemente-. Torturo al mio fratello y le habria ejecutado-. Alzo las manos atadas y aparto el pelo que se volcaba alrededor de su cara. Cuando levanto la mirada, su estomago dio otro sobresalto, su corazon empezo a palpitar ruidosamente, y saboreo el miedo en su boca.

A traves de la niebla gris podia ver soldados montando en apretada formacion alrededor de una figura imponente.

– Vete, Theresa. Todavia puedes escapar antes de que ponga sus manos en ti -susurro Isabella, la sangre

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