Metio la mano en la bolsa y saco la pistola.

Los pasos se aproximaban. Ya subia los escalones. Helga levanto la pistola, apunto y disparo. Una mancha escarlata aparecio encima del ojo derecho del hombre. Cayo hacia atras.

La mujer no se molesto en comprobar su estado. Sabia que estaba muerto. El acompanante del hombre tampoco se entretuvo. Estaba ya en el asiento del conductor. Puso el coche en marcha y desaparecio.

Una mirada al Citroen le dijo que el conductor no podia haber sobrevivido. Sujeto la bolsa con fuerza y se alejo calle abajo. Una manzana mas alla echo a correr. Permanecer mas tiempo en Berlin seria una locura. Habia cometido un error y sobrevivido; la proxima vez quiza no tuviera tanta suerte.

Habia sangre por todas partes.

Nick se abrio paso entre la multitud de curiosos en direccion al Citroen negro. En la acera de delante, el personal de una ambulancia se arrodillaba al lado de un cuerpo. Un policia le corto el paso, pero estaba lo bastante cerca para ver al hombre muerto en la acera.

– ?Potter! -grito. Pero habia demasiadas voces, demasiadas sirenas. Su grito se perdio en el ruido. Se quedo paralizado, mirando la sangre. El hombre que habia a su lado se dejo caer de rodillas y empezo a vomitar.

– ?O'Hara! -grito la voz de Potter desde la acera de enfrente-. No esta aqui. Solo hay dos hombres, el conductor y otro… los dos muertos.

– ?Y donde esta? -grito Nick a su vez.

Potter se encogio de hombros y se volvio hacia Tarasoff.

Nick se abrio paso entre la multitud y echo a andar calle abajo. Le daba igual adonde fuera, no podia soportar la vista de la sangre.

Unos metros mas alla se sento en la acera y enterro la cabeza en las manos. No podia hacer nada. Toda su esperanza descansaba en la habilidad de un hombre en quien nunca habia confiado y una organizacion que siempre habia despreciado.

– ?O'Hara? -Potter lo llamaba agitando un brazo-. Vamos. Tenemos una pista.

– ?Que? -Nick se puso en pie y los siguio a Tarassof y el hacia el coche.

– Aerolineas KLM. Ha usado su tarjeta de credito.

– ?Quieres decir que se marcha de Berlin? Roy, tienes que detener ese avion.

– Demasiado tarde. Hace diez minutos que ha aterrizado en Amsterdam.

Se dice que los holandeses nunca corren las cortinas, que hacerlo implicaria que tienen algo que ocultar. Por la noche, cuando se encienden las luces, cualquiera que pasee por las calles de Amsterdam puede asomarse por las ventanas y ver las mesas donde se sientan los ninos mientras sus madres les sirven patatas y salsa de manzana. Pasaran las horas y los ninos se iran a la cama y los padres a sus sillones, donde veran la tele o leeran a la vista de todos.

Esa costumbre de cortinas abiertas se extiende incluso al distrito Wallen de Amsterdam, donde muestran sus encantos las miembros de la profesion mas antigua del mundo. En los escaparates del burdel, las mujeres tejen o leen novelas, o sonrien a los hombres que las miran desde la calle. Para ellas es un trabajo como cualquier otro y no tienen nada que ocultar.

Fue en ese barrio donde Sarah encontro Casa Morro. Atardecia ya cuando cruzo el pequeno puente hacia Oude Zijds Voorburgwal. Y con la oscuridad llegaban las luces de neon, la musica y toda la gente rara que no duerme por la noche. Sarah era una mas en una calle de visitantes.

Se paro a la sombra del puente de piedra y observo a la gente que pasaba. En el escaparate delante de ella se veian cuatro mujeres en distintos estadios de desnudez: la oferta humana de Casa Morro. Parecian mujeres corrientes. La mas alta miro a su alrededor cuando oyo que pronunciaban su nombre. Dejo el libro que leia, se levanto y desaparecio tras las cortinas azules. Las otras tres ni siquiera levantaron la vista.

Sarah observo durante media hora el flujo constante de hombres que entraban y salian por la puerta. Las tres mujeres del escaparate acabaron saliendo tambien por la cortina y fueron sustituidas por otras dos. Casa Morro parecia un negocio prospero.

Al fin, se decidio a entrar.

Ni siguiera el aroma a perfume conseguia ocultar el olor a viejo del edificio, que colgaba como una cortina vieja sobre lo que habia sido en otro tiempo una mansion elegante del siglo XVII. Una escalera estrecha de madera llevaba a un pasillo en penumbra. Alfombras persas ajadas por el uso ahogaban los pasos de Sarah desde el vestibulo a la sala.

Una mujer levanto la vista de detras de una mesa. Tenia unos cuarenta y tantos anos, el pelo moreno y era alta y de huesos finos. Observo a la joven con atencion.

– Kan ik u helpen?

– Busco a Corrie.

La mujer asintio despues de una pausa.

– Es usted americana, ?verdad? -pregunto en un ingles perfecto.

Sarah no contesto. Examino la habitacion… el sofa bajo, la chimenea, las estanterias que contenian objetos eroticos. Al fin, volvio la vista hacia la mujer.

– Me envia Helga-dijo.

El rostro de la otra permanecio inexpresivo.

– Quiero encontrar a Simon. ?Donde esta?

La mujer guardo silencio un momento.

– Quiza Simon no desea que lo encuentren -dijo.

– Por favor. Es importante.

La otra se encogio de hombros.

– Con Simon todo es importante.

– ?Esta en la ciudad?

– Quiza.

– Querra verme.

– ?Por que?

– Soy su esposa. Sarah.

La mujer parecio turbada por primera vez.

– Dejeme su anillo de boda -dijo-. Y vuelva a medianoche.

– ?Estara el aqui?

– Simon es un hombre cauteloso. Querra pruebas antes de acercarse a usted.

Sarah se quito el anillo y se lo dio.

– Volvere a medianoche -dijo.

– ?Senora! -la llamo la mujer, cuando se disponia a salir-. No le garantizo nada.

– Lo se -musito la joven.

La advertencia de la mujer era innecesaria.

Habia aprendido que nada esta garantizado. Ni siquiera la respiracion siguiente.

Corrie espero un momento cuando salio Sarah. Despues salio de la casa y fue andando a una cabina de telefonos, donde marco un numero de Amsterdam.

– La mujer que menciono Helga ha llegado -dijo-. Pelo largo, ojos marrones, unos treinta anos. Tengo su alianza. Es de oro con la inscripcion Geoffrey, 2-14. Volvera a medianoche.

– ?Va sola?

– No he visto a nadie mas.

– ?Y el hombre que menciono Helga… O'Hara… que han descubierto tus amigos?

– No es de la CIA. Su participacion parece ser solo… personal.

Hubo una pausa. Corrie escucho atentamente las instrucciones que siguieron. Cuando colgo, regreso a Casa Morro, donde coloco la alianza en un pedestal delante de la ventana, donde se podia ver facilmente desde la calle.

Sonrio al pensar lo que ocurriria cuando regresara la mujer. Sarah parecia puritana, y ella estaba harta del desden de las «mujeres virtuosas». Esa noche cambiarian las tornas. El plan era algo atrevido, pero Corrie no

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