alto y esbelto, y sus hombros se inclinaban levemente hacia adelante; parecia cansado. Se aparto de la ventana y fue a su encuentro. Su camisa azul estaba arrugada y se habia aflojado la corbata.

– Senora Fontaine -dijo-. Soy Nick O'Hara.

Le tendio la mano en un gesto que Sarah encontro demasiado automatico, un formalismo que sin duda usaba con todas las viudas. Pero su apreton era firme. Giro hacia la ventana y la luz cayo de lleno en su rostro. La joven vio rasgos largos, delgados, una mandibula angulosa y una boca sobria. Calculo que estaria en torno a los cuarenta. Su cabello castano oscuro blanqueaba en las sienes. Bajo sus ojos marrones se veian ojeras.

Se sento en la silla que el le senalaba y vio por primera vez que habia una tercera persona en la estancia, un hombre de gafas y barba oscura que estaba sentado, en silencio. Lo habia visto pasar antes por recepcion.

Nick se apoyo en el borde de la mesa y la miro.

– Siento mucho lo de su marido, senora Fontaine -dijo con gentileza-. Una noticia terrible, lo se. La mayoria de las personas no nos creen cuando llamamos. A usted queria verla porque tengo preguntas pendientes. Y supongo que usted tambien -senalo al hombre de la barba con la cabeza-. ?No le importa que escuche el senor Geenstein, ?verdad?

La joven se encogio de hombros.

– Los dos somos funcionarios -siguio Nick-. Yo en temas consulares y el en la division de apoyo tecnico.

– Entiendo -se estremecio. Volvia a tener escalofrios y le dolia la garganta. Se pregunto por que hacia tanto frio en las oficinas del Gobierno.

– ?Esta usted bien, senora?

La mujer miro a Nick con aire miserable.

– Hace frio aqui.

– ?Quiere una taza de cafe?

– No, gracias. Por favor, solo quiero saber lo de mi esposo. Aun no puedo creerlo, senor O'Hara. No dejo de pensar que hay un error.

El hombre asintio comprensivo.

– Es una reaccion comun.

– ?De verdad?

– Negarlo. Todo el mundo pasa por ello.

– Pero usted no pide a todas las viudas que vengan a su despacho, ?verdad? Tiene que haber algo diferente en Geoffrey.

– Si -admitio el-. Lo hay.

Se volvio y tomo una carpeta de su mesa.

De ella saco una pagina cubierta de anotaciones.

– Despues de hablar con usted, llame a nuestro consulado en Berlin, senora Fontaine. Lo que me dijo anoche me impulso a comprobar de nuevo los hechos -hizo una pausa y ella lo miro con expectacion-. Hable con Wes Corrigan, nuestro consul en Berlin. Y esto fue lo que me dijo -miro sus anotaciones-. Ayer a las ocho de la tarde un hombre llamado Geoffrey Fontaine llego al hotel Regina. Pago con cheques de viaje y enseno su pasaporte. Unas cuatro horas despues, a medianoche, los bomberos respondieron a una llamada del hotel. La habitacion de su esposo estaba en llamas. Cuando consiguieron controlar el fuego, la estancia estaba completamente destruida. La explicacion oficial fue que se habia quedado dormido fumando en la cama. Me temo que el cuerpo de su marido quedo irreconocible.

– ?Entonces como pueden estar seguros de que era el? -pregunto Sarah, que hasta ese instante escuchaba con desesperacion creciente-. Alguien pudo robarle el pasaporte.

– Dejeme terminar, senora.

– Pero acaba de decir que no pudieron identificar el cuerpo.

– Intentemos ser logicos.

– Ya soy logica.

– Mire, es normal que las viudas se aferren a cualquier posibilidad, pero…

– Todavia no estoy convencida de ser viuda.

El hombre levanto las manos con frustracion.

– Vale, vale, examinemos las pruebas. Primera, en su cuarto encontraron un maletin. Era de aluminio, resistente al fuego.

– Geoffrey no tenia nada asi.

– El contenido sobrevivio al incendio. El pasaporte de su marido estaba dentro.

– Pero…

– Luego esta el informe del forense. La altura del cuerpo es la misma que la de su esposo.

– Eso no significa nada.

– Y por fin…

– Senor O'Hara…

– Y por fin -siguio el, con fuerza repentina- tenemos una ultima prueba. Algo que encontraron en el cuerpo. Una alianza. La inscripcion se leia todavia: Sarah 2-14 -levanto la vista de la pagina-. Es la fecha de su boda, ?verdad?

Los ojos de ella se llenaron de lagrimas. Bajo la cabeza en silencio. Las gafas resbalaron por su nariz y cayeron sobre su regazo. Nick O'Hara le tendio una caja de Kleenex.

– Use los que necesite -dijo con suavidad.

La observo sonarse la nariz. Sarah, bajo su escrutinio, se sentia torpe y estupida. Hasta los dedos se negaban a funcionar bien. Las gafas resbalaron al suelo. Se levanto de la silla, deseosa de salir de alli.

– Por favor, senora, sientese. No he terminado -dijo el.

Sarah volvio a sentarse como una nina obediente. Miro el suelo.

– Si es por el funeral…

– No, ya se ocupara de eso cuando llegue el cuerpo. Necesito preguntarle algo sobre el viaje de su esposo. ?Por que fue a Europa?

– Negocios.

– ?Que clase de negocios?

– Era representante del Banco de Londres.

– ?Y viajaba mucho?

– Si, iba todos los meses a Londres.

– ?Solo a Londres?

– Si.

– Digame por que estaba en Alemania, senora Fontaine.

– No lo se.

– ?Tenia por costumbre no decirle adonde iba?

– No.

– ?Y por que estaba en Alemania? ?Habia alguna razon distinta a los negocios? ?Otra…?

La mujer levanto la cabeza con brusquedad.

– ?Otra mujer? Eso es lo que quiere preguntar, ?verdad? -Nick no contesto-. ?Verdad?

– Es una suposicion razonable.

– Con Geoffrey no.

– Con todo el mundo -la miro a los ojos-. Llevan dos meses casados -dijo-. ?Conocia muy bien a su marido?

– ?Conocerlo? Lo amaba, senor O'Hara.

– Yo no hablo de amor, lo que quiera que signifique. Le pregunto si lo conocia bien. Si sabia quien era, lo que hacia. ?Cuanto hacia que se conocian?

– Desde… hace seis meses. Lo conoci en una cafeteria cerca de mi trabajo.

– ?Donde trabaja?

– En el Instituto Nacional de la Salud. Soy investigadora microbiologa.

El hombre achico los ojos.

– ?Que clase de investigacion?

– Genomas bacterianos… separamos ADN… ?Por que me hace estas preguntas?

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