Y lo habia conseguido, a pesar de Quinn Peterson.
Ahora debia concentrarse en lo importante, seguir los ultimos pasos de Rebecca Douglas. Su pasado con Quinn Peterson era precisamente eso, pasado.
La tarea exigia observar a su alrededor en busca de ramas o plantas quebradas recientemente, jirones de ropa, cualquier cosa que ayudara a recrear la huida de Rebecca. Cualquier cosa que los llevara hasta el hombre que la habia cazado como un animal para luego degollarla.
Aunque debido a la lluvia de la noche anterior y al terreno escarpado, casi se daba por sentado que aquel dia no tendrian exito la esperanza era algo que Miranda nunca perdia. Gracias a la esperanza podia seguir, dia a dia, ano tras ano, cada vez que se producia un secuestro o un asesinato. La esperanza de que encontrarian al Carnicero y de que, al final, triunfaria la justicia.
Si perdia la esperanza, tambien perderia el juicio. Entonces Quinn sacudiria la cabeza con gesto de suficiencia y diria:
– Tenia razon.
– Yo ire por la izquierda -aviso Miranda, librandose de sus cavilaciones-. Tu ve por ahi. -Senalo el lado opuesto del estrecho sendero.
– Para -ordeno el.
Ella se volvio a mirarlo. Habian recorrido un trecho bastante largo del monte, y ya no habia nadie cerca; las voces se perdian a sus espaldas.
Maldita sea, que guapo era con su pelo trigueno y su mandibula fuerte y angulosa. Hasta la curvatura ligeramente torcida de su nariz era sexy. Pero no iba a dejar que su atractivo fisico torciera su decision.
– ?Que? -pregunto, con los dientes apretados.
– Tu no das las ordenes, Miranda. Yo estoy aqui, se supone que oficialmente, para ayudar al sheriff en su investigacion. No puedo permitir que empieces a dar ordenes.
– A ver si aclaramos una cosa, agente Peterson -dijo ella, con rostro inexpresivo -. Puede que seas el gran agente federal que ha venido a salvar a los imbeciles del campo, pero no cometas el error de pensar que aqui tienes algun poder real. Yo he vivido y trabajado aqui, y aqui tengo mi hogar. Esta gente de aqui me obedece a mi. Confian en mi. No me eches encima tu rango porque convertiras tu vida en un infierno.
Una expresion de rabia le cruzo el rostro y aparecio aquel tic familiar en su mandibula. Pero Miranda vio en sus ojos que el sabia que tenia razon. Bien. Iba a volver al rastreo cuando una mano la cogio y la hizo girarse.
Ella lo obligo a soltarla con un movimiento del brazo.
– No me toques -dijo, con la voz enronquecida. El corazon le latia demasiado fuerte. Recordaba como era tocarse con Quinn. Sus caricias atrevidas y sus largos besos. Se sentia arder con el recuerdo de lo explosivos que eran cuando estaban juntos. De cuanto lo habia amado. De como el hizo anicos su confianza, su esperanza y su corazon.
Tardo mucho tiempo en dejar que alguien la tocara. Volvio a sentirse comoda con el contacto fisico pero, aunque hubieran pasado doce anos, si alguien la tocaba cuando no se lo esperaba, su miedo era palpable.
Odiaba al Carnicero, que le habia robado tantas cosas.
Quinn la miro con cara de sorprendido y retrocedio un paso.
– No hagas amenazas que no estas dispuesta a cumplir -dijo, y su tono de voz se parecia al de ella-. No te pelearas conmigo, porque deseas que se haga justicia tanto como yo. Quizas incluso mas.
Se quedaron mirandose. Ella detestaba su manera de escudrinarla con su mirada inteligente, como si pudiera leerle el pensamiento, ver directamente en su alma herida. Se enderezo y no rehuyo la mirada.
– Como profesional de la busqueda y rescate, tu ayuda es muy valiosa -siguio el-, por ahora. Pero si creo, aunque no sea mas que por un momento, que tu comportamiento no es profesional o que podria poner en peligro esta investigacion, pedire que te releven.
A Miranda le temblo la mandibula. Ardia de ganas de responder pero se dio media vuelta para controlar su agitacion. No era su amenaza lo que la molestaba sino, mas bien, el hecho de que el siguiera pensando que ella se derrumbaria. Durante anos, Miranda habia experimentado ese mismo miedo casi paralizante en el momento de despertarse. Tuvo una imagen de si misma desmoronandose cada noche cuando cerraba los ojos.
Pero persevero. Habia vivido diez anos sin hundirse bajo el peso de sus miedos. No podia dejar que las dudas de Quinn debilitaran su determinacion.
Miranda queria compartir sus luchas, pero temia que el utilizara sus confidencias como excusa para apartarla de la investigacion. El habia utilizado en su contra todo lo que le habia contado antes de lo sucedido en Quantico, todos sus miedos e inseguridades, y se habia visto obligado a expulsarla de la Academia por su necesidad imperiosa de querer hacer justicia. Miranda habia aprendido la leccion. No le daria a Quinn mas argumentos que pudiera utilizar en su contra mas tarde.
Prefirio guardar silencio. No se habia venido abajo hace doce anos y no tenia intencion de venirse abajo ahora.
– De acuerdo, agente Peterson -dijo, con voz neutra. Se alejo por el sendero, concentrada en el suelo y en la vegetacion, concentrada en Rebecca. Oyo que Quinn le seguia los pasos por la derecha. Lo oyo farfullar algo pero no lo entendio.
Ojala se haya mosqueado, penso.
Avanzaron con cuidado. Miranda llevaba el mapa. Solo hablaban para senalar alguna prueba potencial, y Quinn fotografiaba y etiquetaba cualquier cosa que fuera remotamente relevante.
A casi un kilometro de donde habian encontrado a Rebecca, Quinn senalo cuatro huellas profundas en el lodo.
– Aqui se debio caer -dijo, y tomo una foto del lugar.