– ?Y su espiritu navideno? -espeto.
– Lo perdi la cuarta noche que no consegui pegar ojo por culpa de sus putas luces. ?No podria ponerles un temporizador para que se apagaran a cierta hora?
– ?Que sabra usted? -bufo el vecino.
– Pues que esta usted chalado.
– ?Acaso quiere que provoque una sobrecarga electrica? Eso es lo que pasaria si me pasara la vida encendiendo y apagando las luces. Sobrecarga electrica. Podria dejar sin luz toda la manzana.
– No caera esa breva -suspiro Kovac antes de dirigirse a su casa.
Encendio el televisor para tener un poco de compania, metio unos restos de lasana en el microondas, se sento en el sofa y comio un poco sin apetito. Se pregunto si Mike Fallon estaria sentado ante su televisor de pantalla gigante, intentando comer, intentando huir por unos instantes de su dolor refugiandose en la rutina.
A lo largo de su carrera como detective de Homicidios, Kovac habia visto a mucha gente a caballo entre la normalidad y la realidad surrealista que significa un delito violento en sus vidas. Por regla general, no pensaba mucho en ello. A fin de cuentas, no era trabajador social, sino que su mision consistia en resolver el crimen y seguir adelante. Sin embargo, esa noche si penso en ello, porque Mike habia sido policia, y tal vez por otras razones.
Dejo a un lado la lasana y el programa que no estaba viendo, fue al escritorio y rebusco en un cajon hasta dar con una agenda que no habia visto la luz del dia durante al menos cinco anos. Su ex mujer figuraba por el nombre de pila. Kovac marco el numero, espero y colgo cuando salto el contestador. Voz de hombre. El segundo marido.
?Que habria dicho de todos modos? Hoy me han asignado otro fiambre y eso me ha recordado que tengo una hija.
No. Le recordaba que no tenia a nadie.
Regreso al salon con la pecera vacia y la tele. La escena le recordaba demasiado al viejo Iron Mike sentado en su sillon de masaje ante la enorme pantalla de su televisor, solo en el mundo, sin nada aparte de recuerdos amargos y esperanzas echadas a perder. Y un hijo muerto.
Por lo general, Kovac estaba convencido de que le iba mejor sin vida personal, pues el trabajo era un refugio seguro, y con el sabia a que atenerse. Sabia quien era, donde y como encajaba. Sabia que hacer, y eso no podia decirlo de ninguna esfera que no incluyera el uso de la placa.
Existian peores destinos que ser un poli de carrera. El trabajo le gustaba casi siempre, aunque no el politiqueo que implicaba. Era bueno sin destacar como una estrella, como Ace Wyatt, que acaparaba titulares y posaba ante las camaras como un profesional. Kovac era bueno en el sentido que de verdad contaba.
– Zapatero a tus zapatos -mascullo antes de dar la espalda a la cena, coger el abrigo y salir de la casa.
Steve Pierce vivia en una casa adosada de obra vista situada en una calle gris de Lowry Hill demasiado proxima a la autopista. Era un barrio lleno de yuppies y modernos con dinero suficiente para reformar los viejos edificios de ladrillo, pero aquella zona estaba fragmentada en cunas pequenas a causa de la ampliacion de las principales arterias viarias de Hennepin y Lyndale, y la division ya no era solo fisica, sino tambien psicologica.
Los vecinos de Steve Pierce no tenian las casas adornadas con llamativas luces navidenas que sobrecargaban el suministro electrico de todo el norte del pais. Por el contrario, todo era discreto y elegante. Una corona de abeto por aqui, un ramito de acebo por alla. Kovac odiaba su barrio, pero aquel le parecia aun peor. La calle producia la impresion de que sus moradores no estaban vinculados de ningun modo, ni siquiera por lazos de hostilidad.
Kovac encajaba a la perfeccion aquella noche.
Permanecio sentado en su coche, aparcado a poca distancia de la casa de Pierce, esperando y pensando. Pensando que, con toda probabilidad, Andy Fallon no dejaba la puerta de su casa abierta. Pensando que Steve Pierce parecia saber mucho y a un tiempo nada de su viejo amigo. Pensando que ahi habia gato encerrado, y que Pierce no queria revelar toda la historia.
La gente mentia a la policia constantemente, y no solo los malos y los culpables. Mentir era una actividad no discriminatoria. Los inocentes mentian, las madres de ninos pequenos mentian, los chupatintas mentian, las abuelas de cabello azulado mentian… Todo el mundo mentia a la policia. Era algo que parecia escrito en el codigo genetico de los seres humanos.
Steve Pierce tambien mentia, de eso no le cabia la menor duda. Ahora, su mision consistia en reducir el numero de mentiras posibles y determinar si alguna de ellas podia revestir importancia en la muerte de Andy Fallon.
Saco un paquete de Salem de debajo del asiento del acompanante, se lo puso bajo la nariz, inhalo con fuerza la fragancia del tabaco, volvio a dejar el paquete en su lugar y se apeo.
Pierce abrio la puerta en pantalon de chandal y sueter de la Universidad de Minnesota. El aroma a whisky de calidad flotaba a su alrededor como colonia, y de sus labios pendia un cigarrillo. En las horas transcurridas desde que descubriera el cadaver de Andy Fallon, su aspecto fisico habia degenerado hasta convertirse en el de un hombre que llevaba largo tiempo luchando contra una enfermedad terminal. Rostro demacrado, tez cenicienta, ojos inyectados en sangre… La comisura de sus labios se curvo hacia arriba cuando se quito el cigarrillo de la boca y exhalo el humo.
– Vaya, vaya, pero si es el Espiritu Navideno en persona. ?Ha traido una porra de goma esta vez? Porque la verdad, me parece que no han abusado suficiente de mi hoy. Primero encuentro a mi mejor amigo muerto en su casa, luego me lio a hostias con el Increible Hulk vestido de policia y por ultimo un detective estupido me acribilla a preguntas ofensivas. No es una lista lo bastante larga; me apetece un poco de tortura. -De pronto abrio los ojos como platos y se llevo la mano a la boca en un ademan de susto burlon-. ?Uy, se me ha escapado! Ahora ya conoce mi secreto. ?Sadomasoquismo!
– Mire -intento tranquilizarlo Kovac-. Tampoco yo he tenido precisamente un buen dia. He tenido que decirle a un hombre al que llegue a admirar mucho que su hijo probablemente se ha suicidado.
– ?Y le escucho? -quiso saber Pierce.
– ?Como dice?
– Que si Mike Fallon le escucho cuando le conto lo de Andy.
– No le quedo mas remedio -observo Kovac con el ceno fruncido.
Pierce miro la calle oscura por la ventana, como si una parte de el aun se aferrara al ultimo jiron de la esperanza de que Andy Fallon apareciera entre las sombras y llamara a su puerta. Pero el peso de la realidad acabo por aplastarlo. Arrojo la colilla del cigarrillo a la acera.
– Necesito una copa -sentencio antes de alejarse de la puerta abierta.
Kovac lo siguio mientras echaba un vistazo a la vivienda. Era un juego de colores en intenso contraste y muebles de roble de un estilo retro que no habria podido identificar ni aun a punta de pistola. No tenia ni idea de decoracion, pero si reconocia la calidad y el precio. Las paredes del pasillo eran un collage de fotografias artisticas sobre fondo blanco y marco negro.
Entraron en una salita pintada de azul marino con mullidos sillones de cuero color guante de beisbol. Pierce se dirigio a un mueble bar situado en un rincon y relleno su vaso de Macallan, a cincuenta pavos la botella. Kovac lo sabia porque le habian pedido que participara en la compra de una botella que regalaron al teniente cuando se fue. Por su parte, el nunca habia pagado mas de veinte dolares por una botella de algo.
– El hermano de Andy me dijo que Andy paso por su tienda hace cosa de un mes para contarle que iba a salir del armario -comento Kovac, apoyando una cadera contra el mueble bar.
Pierce fruncio el ceno y se afano en limpiar unas manchas imaginarias de condensacion de la superficie de esteatita.
– Apuesto a que el viejo no se lo tomo bien.
– ?Para que contarselo? -espeto Pierce con voz tensa por la furia que intentaba contener-. Mira, papa, sigo siendo el hijo del que tanto te enorgullecias en todos esos partidos de futbol -canturreo con venenoso sarcasmo-, solo que me gusta que me la metan por el culo, ?vale?
Apuro el whisky como si de zumo de manzana se tratara.
– Joder, pero ?que esperaba? Deberia haberlo dejado correr y que el viejo viera lo que quisiera. Eso es lo que la gente quiere de todos modos.
– ?Cuanto tiempo hacia que sabia usted que Andy era homosexual?