En aquel instante, Liska retrocedio hasta ellos con su mejor cara de policia.

– Creemos que ese tipo puede estar implicado tanto en el Nixon como en el Truman, Lou. Me parece que Nacion Aria quiere empezar a llamar el caso Los Presidentes Muertos.

Kovac lanzo una carcajada a medio camino entre ladrido y resoplido.

– Como si esos capullos fueran capaces de reconocer a un presidente aunque lo tuvieran delante de las narices.

Liska alzo la mirada hacia el.

– Elwood lo tiene en la habitacion de invitados. Mas vale que vayamos antes de que esto se salga de madre.

Leonard retrocedio un paso con el ceno fruncido. Carecia de labios, y sus orejas sobresalian perpendiculares al craneo como las de un chimpance. Kovac lo llamaba el Mono de Laton. En aquel instante ponia cara de que la resolucion de un asesinato fuera a estropearle el dia.

– No se preocupe -lo tranquilizo-. Hay asaltos para dar y vender.

Le dio la espalda antes de que Leonard pudiera reaccionar y se dirigio a la sala de interrogatorios con Liska.

– ?Asi que ese tipo estuvo implicado en lo de Nixon?

– Ni idea, pero a Leonard le ha gustado.

– Atontado -mascullo Kovac-. Habria que sacarlo de su despacho y ensenarle lo que pone en la puerta. Pone «Homicidios», ?no?

– Que yo sepa si.

– Lo unico que le interesa es resolver asaltos.

– Los asaltos de hoy son los homicidios de manana.

– Eso quedaria genial en un tatuaje. Y se me ocurre el sitio perfecto donde podria ponerselo.

– Pero necesitarias un casco de minero para leerlo. Te regalare uno por Navidad; eso te dara una razon para seguir adelante.

Liska abrio la puerta y entro precedida de Kovac en la sala de interrogatorios, que no era mas espaciosa que un armario, la tipica estancia que los arquitectos califican de «intima». De acuerdo con las ultimas teorias sobre el modo de interrogar a la escoria, la mesa era pequena y redonda, sin una zona preferente. Todos los que se sentaban alrededor de ella eran iguales. Colegas. Confidentes. Pero no habia nadie sentado a ella.

Elwood Knutson estaba de pie en el rincon mas cercano, con aspecto de oso de Disney con sombrero hongo de fieltro negro. Jamal Jackson ocupaba el rincon opuesto, junto a la inutil y vacia libreria empotrada y bajo la videocamara instalada en la pared, tal como requeria la ley de Minnesota, para demostrar que los policias no arrancaban confesiones a los sospechosos a base de palizas. La actitud que exhibia Jackson le quedaba tan mal como la ropa que vestia. Llevaba unos vaqueros de la talla de Elwood que le pendian flojos del culo escualido y un enorme y abultado anorak de plumon con los colores negro y rojo de Nacion Aria. Tenia el labio inferior mas grueso que una manguera y en ese instante adelantado en un mohin.

– Oye, tio, todo esto es una parida. Yo no me he cargado a nadie -aseguro a Kovac.

El detective arqueo las cejas.

– ?Ah, no? Vaya, pues debe de tratarse de un error. -Se volvio hacia Elwood con las manos extendidas-. ?No decias que era nuestro hombre, Elwood? Dice que no ha sido el.

– Debo de haberme equivocado -repuso Elwood-. Le ruego que me disculpe, senor Jackson.

– Haremos que te lleven a casa en un coche patrulla -ofrecio Kovac-. Podemos decirles que anuncien por el megafono a tu hermandad que no teniamos intencion de detenerte, que ha sido un error.

Jackson se lo quedo mirando mientras movia el labio arriba y abajo.

– Podemos decirles que anuncien especificamente que sabemos que no tuviste nada que ver en el asesinato de Deon Truman. Asi todo el mundo tendra claro por que te trajimos a comisaria. No nos gustaria que por culpa nuestra circularan rumores desagradables sobre ti.

– ?A tomar por el culo, tio! -grito Jackson con voz estridente-. ?Es que pretende que me maten?

Kovac se echo a reir.

– Pero si acabas de decir que no fuiste. Ya puedes irte a casa.

– ?Y que los hermanos crean que he hablado con ustedes? Acabarian conmigo en tres segundos. ?Y una mierda, tio!

Jackson dio unos pasos por la habitacion mientras se tiraba de las breves trenzas que salian disparadas en todas direcciones desde su cabeza. Llevaba las manos esposadas ante si y miraba a Kovac con expresion hostil.

– Metame en la carcel, cabron.

– No puedo, y eso que me lo pides con mucha educacion. Lo siento.

– Estoy detenido -insistio Jackson.

– No si no has hecho nada.

– He hecho de todo.

– ?Asi que confiesas? -tercio Liska.

Jackson le lanzo una mirada incredula.

– ?Quien cono es esta? ?Su novia?

– No insultes a la senorita -advirtio Kovac-. Dices que te cargaste a Deon Truman.

– Y una mierda.

– Entonces, ?quien lo hizo?

– Que le den por el saco, tio. No le voy a decir una mierda.

– Elwood, encargate de que el caballero vuelva a casa como Dios manda.

– ?Pero estoy detenido! -aullo Jackson-. ?Metanme en la carcel!

– Que te den -dijo Kovac-. La carcel esta abarrotada y ademas no es un hotel, joder. ?De que se le acusa, Elwood?

– Merodear con fines criminales, creo.

– Una falta menor.

– ?Y una porra! -chillo Jackson, indignado, mientras senalaba a Elwood con los dos indices-. ?Me vio vendiendo crack en la esquina de Chicago con la Veintiseis!

– ?Llevaba encima crack cuando lo detuviste? -inquirio Kovac.

– No, senor, aunque si una pipa.

– ?Tire la mercancia antes de que me detuviera!

– Posesion de parafernalia para consumir drogas -recito Liska sin inmutarse-. Ya ves. Sueltalo, Kovac. No merece la pena retenerlo.

– ?Que te den por el culo, zorra! -siseo Jackson, avanzando hacia ella-. ?Chupamela!

– Antes me arrancaria los ojos con un clavo oxidado -replico Liska.

Avanzo hacia Jackson con la gelida mirada azul clavada en el como un laser.

– No te la saques, Jackson. Si vives lo suficiente, puede que en la carcel conozcas a algun tio amable que te la mame.

– No va a ir a la carcel -insistio Kovac-. Acabemos con este asunto de una vez. He quedado para ir a una fiesta.

Jackson ataco cuando Kovac se volvia hacia la puerta. Agarro uno de los estantes sueltos de la libreria y se abalanzo sobre el por la espalda. Desprevenido, Elwood grito un juramento y salto, pero demasiado tarde. Kovac giro sobre si mismo de modo que el canto del estante le practico un considerable corte sobre la ceja izquierda.

– ?Maldita sea!

– Joder!

Kovac cayo de rodillas con la vista nublada por el golpe. El suelo se le antojaba de goma bajo el cuerpo.

Elwood asio las munecas de Jackson y tiro de sus brazos hacia arriba. El estante salio despedido, y otro canto arano la pared nueva.

De repente, Jackson profirio un grito, y su rodilla izquierda cedio bajo su peso. A medio camino del suelo volvio a gritar y arqueo la espalda. Elwood se aparto de un salto con los ojos abiertos de par en par.

Liska se monto sobre Jackson y le oprimio una rodilla sobre la espalda en el instante en que el rostro del

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